ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Catering de casa bien

 Antes había apenas dos señoras de familias bien, habilidosas para la cocina y trabajadoras, que para remediar la ruina que padecían desde al menos dos generaciones decidieron montar un catering. Primero en la propia cocina de su casa, haciendo almuerzos para los comedores de presidencia de empresas importantes en las señaladas ocasiones en que un consejero, primo de ellas o amigo de la familia, quería ayudarlas. O preparando comidas para la casa de amigos que celebraban un bautizo sin querer quedar mal, como si lo hubiera hecho todo su cocinera. Gracias a lo trabajadoras que eran, el negocio les fue bien y pasaron pronto a montar el catering como empresa, dándose de alta en Hacienda y pagando el IVA. Habían descubierto la floreciente industria del catering. Del catering elegante, claro. Del catering de casa bien. Porque hay otra clase de catering, el industrial, que no tiene nada que ver con las cenitas simpáticas en casa o el bautizo del niño de Cristinita, sino más bien con el rancho cuartelero, como son los que dan las comidas de los colegios y centros de trabajo o los restaurantes que remedian su ruina sirviendo por las casas.
¿Cuántas señoras de casa bien hay ya en España que tienen su catering como negocio perfectamente organizado y que han salvado la ruina familiar con su trabajo? Cientos. Negocios elegantísimos mantenidos por una clase social en la que hasta ayer por la mañana estaba muy mal visto que las señoras bien trabajaran. Cuando Natuca Romero-Toro, la madre de Ana y Nati Abascal, fue la primera señora que abrió una butic en Sevilla, no vean la que largaron... ¿Una señora trabajando, y teniendo que atender a cualquiera que entrara por las puertas? Pues ya ven cómo han cambiado gracias a Dios las mentalidades. Ahora parece lo más normal del mundo que una señora de casa bien se gane la vida como cocinera por lo fino. Cocinera de catering elegante, pero cocinera al fin y al cabo.
Como los camareros de tal tipo de catering. Copiando la costumbre americana de que los estudiantes se busquen un trabajito a tiempo parcial para sus gastos y para no tener que vivir del sueldo que le dé la familia, suelen servir este tipo de catering chicos y chicas de casas bien, con unas pintas estupendas, educadísimos, que saben servir divinamente porque han visto en su casa desde chicos cómo los criados les servían la mesa. La maldición del trabajo para las clases sociales elevadas ha pasado a la Historia. Y cada fin de semana, por bodas, bautizos, comuniones, puestas de largo, peticiones de mano, bodas de oro o plata y cumpleaños ejercen como camareros, con su chaquetilla blanca, sirviendo platos y copas o la barra libre final, cientos de muchachos que están casi todos en el "Elenco de Grandezas y Títulos Nobiliarios" como herederos de coronas o secundones de grandes casas. En una cenita simpática servida por un catering tela elegante de casa bien, si el muchacho camarero que te sirve no se llama Borja es porque se llama Rodrigo, el hijo de ïñigo. Y si la chica camarera no se llama Almudena es porque es Victoria, la hija de Begoña.
Los horteras nuevos ricos saben de la elegancia social de este tipo de catering y para aparentar lo que no son encargan en ellos todas sus cuchipandas. Hasta tal punto, que una señora que fue a la boda con pretensiones de la hija de unos nuevos ricos, espantosa, comentaba cuando le preguntaron cómo lo pasó:
-- Hija, fatal. Una gente sin clase ninguna, todos de medio pelo, con dinero, pero cursilísimos. Lo único elegante era el catering, que lo servía Gadea. Con decirte que no conocíamos a ningún invitado, nada más que a los camareros así como nosotros que servían las mesas... Tú sabes, a Borjita, a Victoria, a la niña de Mencía, a los hijos de Jimena, a Marcos, a Beatriz...
 

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