Dirigido por Antonio Narbona,
catedrático de Lengua Española en la Facultad de
Filología de la Hispalense, comienza hoy en la UNIA un
curso de verano (cuando la estación da las boqueás)
sobre "Conciencia y Valoración del Habla Andaluza". Que
es, como diría Juan Manzorro en Cádiz, "de gran
categoría", pues lo inaugura con una conferencia sobre
variedades lingüísticas el profesor Wulf Oesterreicher,
de la Ludwig Maximilian Universität de Munich, con lo
lejos que está Munich y con lo caro que cuesta el
billete de avión a Munich (que me lo digan a mí). Me
agrada que el profesor Narbona, mi querido compañero de
la Real Academia Sevillana de Buenas Letras, haya
organizado este curso sobre un asunto que parece traído
del baúl de los recuerdos sin Karina, de los albores del
28-F, cuando estábamos orgullosos de hablar andaluz y
creíamos que la autonomía iba a ser la solución de
nuestros problemas y no el pretexto para que el PSOE
creara un Régimen a su medida para hartarse de colocar
gente y de despilfarrar.
Ya todo aquello pasó, todo quedó en el olvido. Hasta la
propia reivindicación del orgullo del habla andaluza que
la Junta debía defender según manda el Estatuto. Aunque
para defensa del habla andaluza está la Junta, con lo
que debe, que hasta va de Juan Simón del Metro de
Sevilla...
El andaluz no es un español mal hablado, sino una
variedad riquísima del castellano. La que precisamente,
desde el puerto de Sevilla, dio origen al español de
América. Esto lo tiene claro el profesor Narbona, lo
tienen claro los ponentes de su curso de la UNIA y lo
tienen claro los hablantes. El andaluz está orgulloso de
su habla, de la que tiene conciencia. Aunque Paz Padilla
ponga lamentablemente las eses a voleo en el "Sálvame"
para ganar losssss durosssss en Madrid, los andaluces
saben que no se comen las eses, sino que tienen un
sistema de apertura de vocales para la formación del
plural mucho más rico que el castellano, según estudió
don Manuel Alvar. Y prueba de que los andaluces saben
todo esto es un texto que circula por Internet y que
reproduzco en honor de Antonio Narbona, de José Jesús de
Bustos Tovar, de Rafael Cano, de Ramón Morillo-Velarde y
del profesorado de este curso de la UNIA. Dice así:
"Hoy estoy guarnío. Y lo que más me gusta de estar
guarnío es poder decir que estoy guarnío. Es una
expresión que me encanta. Como tantas otras que son tan
nuestras. Como cuando uno se harta de comer y acaba
engollipao. O cuando riegas las macetas más de la cuenta
y las dejas enguachinnás. Yo nunca pido churros, sino
calentitos. De niño nunca iba a las atracciones, sino a
los cacharritos. Y cuando me tangaba el colegio lo que
hacía era rabona, qué pellas ni pellas. A lo largo de mi
vida he conocido a más apollardaos que tontos y a más
esnortaos que despistados; pero nunca a ningún
antipático, sólo a malajes o saboríos. Aquí lo mucho es
una jartá o una pechá, y lo poco es una mijita. Y la
gente no pasea, da vueltas. Lo que está muy sucio está
empercochao y lo que limpias a fondo lo dejas escamondao.
Si se te va la olla te quedas majarón, y si das mucho la
lata te llaman pejiguera. Los borrachos, que son papaos
o tajarinas, no deambulan, sino que dan camballás. Y la
gente no odia la mentira, sino el falserío. Lo roto está
descuajaringao y lo pasado de fecha, revenío. Los
cobardes son jiñaos y lo muy visto está mú manío. Por
expresiones como estas, y las miles que se quedan en el
tintero, cada vez me gusta más el andaluz. Y quien diga
que hablamos mal, que aprenda a entendernos y verá como
le coge el gusto."
Lo suscribiré con tres andalucísimas negaciones
concatenadas para lograr una afirmación rotunda, que
Víctor López García-Aranda, profesor de Cardiología de
la Hispalense y orgulloso hablante, me pone tras
enviarme el texto: "No ni ná..." ¡Anda que no!