Tras ganar España la Eurocopa de fútbol, la nación se llenó
de camisetas rojas con el escudo de la Federación y la
estrella de cinco puntas, ojú, lagarto, lagarto: como la
bandera separatistra catalana que llaman "estelada" y con la
que Arturo Más se ha estrellado ante la firmeza
constitucional de Rajoy. Óle tus constituciones, Mariano. En
los albores del verano que en paz descanse desde ayer, ir
por la calle con la camiseta roja de la selección era algo
normal. Que levante la mano quien no tuviera que comprar
urgentemente una camiseta roja de la selección, pero la
chachi, la de Adidas, a un hijo, un sobrinillo o un nieto.
Media España ha estado en la playa haciendo el ridículo
vestida de Iniesta. Terminados los fastos balompédicos
nacionales, creía que estábamos ya libres de la horterada de
las camisetas de uniforme. Andaba más equivocado que esos
despistados a quienes Santiago Carrillo en su abierto ataúd
con las gafas puestas y el traje de los domingos les ha
recordado la momia de Lenin que tembló en Moscú (¿verdad,
compadre Alfonso Ussía?) cuando vio la corbata de
colorinches de José María Carrascal.
Las camisetas de uniforme han vuelto tras la Eurocopa. Son
las camisetas oficiales de la Selección Nacional de la
Protesta. A la sociedad civil, por lo visto, no hay nada que
le guste más que un uniforme. En las protestas madrileñas
del 15-S se han visto. Todo el que protesta en España por
algo se uniforma y hace imprimir inmediatamente una camiseta
con la reclamación del gremio al que pertenece. Como en los
comercios ponen el letrero diciendo que tienen la hoja
oficial de reclamaciones, en la generalizada protesta
española, los sindicatos cuelgan este cartel: "Este
sindicato tiene a disposición de los trabajadores y de los
parados las camisetas oficiales de reclamación". Hechas con
mucha imaginación. La mentada manifestación del 15-S (que no
llenó la Plaza de Colón aun acarreando protestones en
autobuses desde toda España, en plan Plaza de Oriente) fue
un torbellino de colores camiseteriles. Como las togas de
los doctores en las Facultades o los sagrados ornamentos en
los tiempos litúrgicos, hay hasta un código de colores para
las camisetas de protesta: verde para la Educación, blanca
para la Sanidad, naranja para los Servicios Sociales y
Dependencia, amarilla para los Funcionarios de Justicia,
negra para los Servicios Públicos y violeta para las
Asociaciones de Mujeres. ¡Qué arcoiris más bonito, cuánta
imaginación, cuántos jornales perdidos, cuánto dinero
derrochado y cuánto imbécil suelto!
Porque si se trata de protestar contra los recortes, para
ahorrar deberíamos empezar por recortar este dispendio de
gastarnos una pasta en camisetas en cada protesta. Porque,
eso sí, cada una lleva impresa su leyenda como cada día trae
su afán: "Sin Justicia no hay derechos", ponen las
amarillas; "Decidir nos hace libres", ponen las moradas; las
verdes, "Escuela pública de tod@s para tod@s"; las naranjas,
"Servicios sociales para todas y todos, recortes no, ¡no te
calles!". Estas son, digamos, las camisetas de protesta de
la selección nacional, como la elástica de La Roja. Pero las
hay regionales, provinciales, locales y hasta de barrio y de
empresa en crisis, cada una con su lema. Todo el mundo
quiere convertirse en pancarta de sí mismo con la camiseta,
letrero al pecho. No seré menos. Inspirado por lo que leí
ayer en "Contraquerencia", el castizo blog de Gloria Sánchez
Grande, una admirable periodista objetora de la cobardía de
disfrazar como "cultura y ecología del toro" la información
taurina en Radio Nacional, estoy por enfundarme ya una
camiseta que diga lo que piensan muchísimos españoles en
este grave momento de la Patria, al modo del angustiado
grito de Lola Flores en la boda marbellí de su hija Lolita:
"Catalanes, si me queréis, ¡irse!".
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