ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Casarse en el Betis

   La noticia ha venido como arrinconadita en las páginas de Deportes, qué pena, con la importancia histórica, artística, social y cultural que tiene. Vayan tarareando la Marcha Nupcial, a modo de Marcha Real al comienzo de los partidos de la selección, en plan chunda, tachunda, pero dándole compás de himno verdiblanco de Rafa Serna. Porque se ha celebrado la primera boda en el Campo del Betis, en el histórico Stadium de Heliópolis, en el glorioso Villamarín, en el que durante un tiempo llevó el nombre odiado y odioso de un matatías que se tiñe con un bote de cánfort marrón y que negó toda Historia del club anterior a su llegada, realizada al ya te veré y de aquella manera.
Rafael y Ana se han casado en el Campo del Betis. En "Al final de la Palmera", la web verigüé bética de ABC, pueden ver su foto, vestidos de punta en blanco, él de gris con flor blanca en la solapa, ella color palangana total, caminando por los verdes campos del Edén camino de los esponsales. Lo único que no me pega es lo del blanco en el Campo del Betis. Sí, ya sé, las novias se visten de blanco, en plan "blanca y radiante va la nó-viá". Una novia se debe vestir de blanco para casarse canónicamente en la Basílica de la Macarena, ante el Gran Poder, en la Capilla Real, o por lo civil en el Salón Colón del Ayuntamiento. ¿Pero en el campo de Betis ir de blanco, aunque sea para casarse por lo civil ante un concejal de Camas, supongo que verdolaga también hasta la muerte? No sé, pero, sin menoscabo de su virginal pureza, las novias del Betis, ya que el club alquila el campo para eventos, bodas, bautizos y comuniones, deberían ir vestidas de verde. Del verde, verde limón amargo de la Tercera; verde como la albahaca de la primera la Copa del Rey Don Juan Carlos.
Los cronistas se hartaron de hablar del templo bético y de la fe verdiblanca y, claro, es normal que se hayan terminando celebrando bodas en el campo. En el Villamarín se depositan las cenizas de los béticos hasta la muerte y ahora se casan las parejas verdiblancas. Lo que no sé es si en la ceremonia actúa mi admirado Manuel Melado de espíquer del evento. Debería participar para darle emoción. Es que lo estoy oyendo, anunciando la llegada del cortejo nupcial improvisando sus pareados geniales:
-- Y ahí viene la más elegante, la más fina... ¡Vanessa, la madrina!
-- ¡Bieeeeeeen!
-- Y ahora dice que voy, el padrino, que es el gran...!Moi!
-- ¡Bieeeeeeen!
-- Y ahora, ¿quién puede ser? ¡Viva el novio, Rafaeeeel!
-- ¡Bieeeeeeen!
-- Y la que casa aquí en el Villamarín porque es guapa, porque es bética y porque le da la gana. ¡Aaaaaaaana!
-- ¡Bieeeeeeen!
Hombre, ya puestos, me parece mal que el campo de nuestro Glorioso se quede sólo para bodas civiles. ¿Por qué una pareja que cree en Dios, en su Iglesia y en su Betis no se va a poder casar también sacramentalmente en el Villamarín? Seguro que si Guillén habla con nuestro querido capellán, el padre don Ángel Martín Sarmiento lo arregla y logra las dispensas y bendiciones arzobispales necesarias para que se reconozca al Villamarín como el templo que realmente es: el templo de la fe bética. !Anda que no le iba a echar un fervorín bético y cristiano bonito ni ná Don Ángel a los contrayentes! Revestido con casulla verde, naturalmente, faltaría más, el rojo pentecostal vamos a dejarlo para cuando haya bodas religiosas en el Pizjuán.
Ah, y algo importante que se me olvidaba. Las que, sea por lo civil, sea por lo religioso, deben estar absolutamente prohibidas en el Campo del Betis son las bodas de penalti.


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