Qué
el éxito está teniendo el idioma tertulianés... Claro,
tantos en tantos micrófonos repitiendo las mismas chorradas,
muletillas y tópicos, que si "dicho lo cual", que si "poner
negro sobre blanco", que si "la envergadura", el "hondo
calado" o el "largo recorrido" acaban contaminando la lengua
española. Idioma tertulianés que, además, le viene como el
azúcar a los calentitos a la cobardía ambiente que hocica
ante el obligatorio lenguaje oficial de la dictadura de lo
políticamente correcto. Digo todo esto por la expresión "la
deriva soberanista". Madre mía morena de Montserrat, ¡qué
éxito tiene en Madrid la palabra "deriva" para dorar la
píldora a la crema catalana del separatismo! Si algo me da
miedo del separatismo catalán no es tal sentimiento, sino el
pánico que tienen los españoles del resto del Reino a
llamarlo por su viejo nombre. Aquí es donde ha venido
providencialmente la voz tertulianesa de "la deriva". Todos
dale que te pego con "la deriva soberanista" y la "deriva
independentista" y ya vamos por "la internacionalización del
conflicto". Que me suena a cuando la ETA le decía "el
conflicto vasco" a querer quitarnos del tabaco a algunos,
mandándonos a los pistoleros del Comando Andalucía a
domicilio y a portes pagados. Como dicen amor cuando quieren
decir sexo, usan "deriva soberanista" porque le tienen miedo
a llamar a las cosas por su nombre y decir algo tan antiguo,
tan manoseado y fracasado como "separatismo catalán".
Yo no sé tanto de lenguaje como García Calvo, alias Don
Agustín, que fue mi genial y estrafalario profesor de Latín
y Griego en la Facultad de Letras de Sevilla. Pero con lo
que me enseñó Don Agustín, que por cierto me dio matrícula
en ambas asignaturas, pienso que estamos ante otra derrota
colectiva en la habitual batalla del lenguaje. Perdimos la
batalla del lenguaje ante la ETA, y España entera, la España
que ponía la nunca a las pistolas, rompió a hablar como los
asesinos, que si "cúpula militar", que si "comando", que si
"impuesto revolucionario". Ahora estamos perdiendo la
batalla del lenguaje ante el separatismo catalán. Nos
estamos poniendo, como ellos, al otro lado de la segunda
raya de picadores de la Constitución. Aceptar como animal de
compañía (e incluso de batallón, general Mena) las voces
"independentismo" y "soberanismo" es ponerse al otro lado
del Ebro y de la trinchera rompepatrias. No, miren ustedes,
señores de la monserga del tertulianés: en el resto de
España, al "independentismo" y al "soberanismo" de Cataluña
debemos llamarlo por su nombre de toda la vida:
"separatismo". Derribemos dictadura de lo políticamente
correcto. Parece que si decimos "deriva independentista" y
"deriva soberanista", los separatistas catalanes se quieren
separar... pero poquito, como el caso de la mujer
asesinadita . En cambio si decimos "separatismo", es que
estamos viendo cómo se rompe el mapa de España, sin que
nadie cante:"Jalisco, no te rajes".
Y la "deriva", la puñetera deriva... Tanto usar la jerga
marinera del idioma tertulianés trae esto. La deriva y sus
derivados. Los derivados del miedo a llamar las cosas por su
nombre. Incluso a recodar la Historia. Todavía estoy por
ver, cuando Arturo Más reclama un Estado para Cataluña, que
nadie le haya llamado a esto por su viejo nombre: el "Estat
Catalá". Y que nadie se haya atrevido a recordar qué hizo el
Gobierno de la II República cuando proclamaron el "Estat
Catalá". Aunque las palabras las carga el diablo. Esta
"deriva" suena más a locución adverbial: "A la deriva". Que
es "sin dirección o propósito fijo, a merced de las
circunstancias". España va a la deriva con la deriva. Como
que estoy por poner en boca de Cataluña el final rotundo del
perfecto soneto de amor oscuro de Rafael de León, y que le
diga al miedo de la acobardada España: "Lo nuestro es
navegar sin encontrarnos,/a la deriva, amor, a la deriva."
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