La crisis tiene su lado bueno. En las Atarazanas lo acabamos
de ver. Las Atarazanas se han salvado gracias a la crisis.
Gracias a que no hay un duro, y que La Caixa dice que la
pela es la pela y que demasiado se ha gastado ya con el
mochuelo de la Torre Pelli que le largó Antonio Pulido, aún
apalancado en su sillón el tío. Gracias a la crisis, Las
Atarazanas se acaban de salvar de que hicieran con ellas
perrerías, las mismas que el mismo ha hecho con San Telmo.
La calle Dos de Mayo me la iban a poner poco menos que como
La Encarnación, pero con Setas del tiempo del Rey Alfonso el
Sabio. Con muy buen criterio, los catalanes de La Caixa se
han llevado la música de su Caixaforum a otra parte, que es
la parte contratante de la primera parte de la Torre Pelli,
cuarto trastero para las mamarrachás de Sevilla. Si la
crisis tiene de bueno que ya no se cargarán el edificio del
astillero alfonsí, donde los últimos soldados sevillanos de
reemplazo fueron al papeleo de la Caja de Reclutas, tiene de
malo que vino tarde. Ay, si la crisis hubiera llegado por lo
menos diez añitos antes... ¿Se imaginan la de mamarrachadas
y tonterías que se hubieran dejado de hacer en Sevilla
tirando innecesariamente el dinero que entonces sobraba? Si
la crisis hubiese llegado diez años antes, en 1998 en lugar
de 2008, nos habríamos librado de Las Setas, del tranvía, de
la actual Alameda, de la actual Puerta Jerez como se han
salvado las Atarazanas. Porque a Sevilla se la han terminado
de cargar justamente en los años del esplendor de la burbuja
inmobiliaria. También hubo una Burbuja de Cargarse a
Sevilla, que se habría evitado si entonces hubiéramos estado
como ahora, tiesos y a dos velas.
De momento no se habrían levantado las Setas en La
Encarnación, porque no habría habido dinero. La fuente
romántica del viejo mercado no habría quedado embutida al
pie de esos hongos como supermegapitufos, y la Ceres de Juan
Luis Vassallo estaría todavía en el frente ajardinado de la
plaza, y aquello no parecería un campo de aterrizaje de
platillos volantes. Si la crisis hubiera llegado solamente
diez añitos antes, nos habríamos librado de tirar el dinero
en la tontería del tranvía que va de ningún sitio a ninguna
parte, el llamado Metrocentro, que ni es Metro ni pasa por
el centro, porque centro, centro, lo que se entiende por
centro, en Sevilla sigue siendo La Campana, y que se lo
pregunten, si no, a las cofradías que van allí a lucirse.
Si la crisis hubiera llegado antes no se habrían cargado la
Puerta Jerez, poniéndola entre catalogo de Ikea y pasillo de
Leroy Merlin, y mantendría su ordenación original en torno a
la fuente de la Matrona Híspalis de Delgado Brackembury. Si
la crisis hubiera llegado antes, la Alameda de Hércules
seguiría siendo la Alameda, con su arrecife central de
albero, con el monumento del Caracol en su sitio, sin
pérgolas incomprensibles ni fuentes de chorritos absurdos, y
sin ese asfixiante y peligroso desfiladero de marmolillos de
cemento para los coches, que a saber cuánto ha costado cada
puñetero marmolillo de cemento.
Si la crisis hubiera llegado antes, la Plaza del Pan
seguiría siendo la Plaza del Pan, y La Pescadería, la
Pescadería, y La Alfalfa, La Alfalfa. Y no habrían cargado
el interior de San Telmo, ni alterado los bordes del río en
el muelle de Nueva York, ni cargado la calle San Jacinto,
ni...
¿Usted no ve cómo no hay mal que por bien no venga? La
crisis de las cajas y el fracaso de Cajasol le ha venido
divinamente a Las Atarazanas. Tan bien, que se han salvado
de las perrerías que les iba a hacer un moderno del Régimen
a mayor honra y gloria del restaurante que Juan Robles iba a
plantificar en la terraza.
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