La primera industria de Sevilla no es el turismo, como
dicen. La primera industria de Sevilla es concretamente el
bar. Ojalá en Sevilla tuviéramos 4.000 plantas de montaje de
cajas de cambio de la Renault, y 4.000 Abengoas, y 4.000
Cruzcampos, y 4.000 factorías del Airbus, y 4.000 Hytasas y
4.000 Astilleros que no hubieran cerrado. Pero no. Lo que
tenemos más florecientes son 4.000 bares con 10.000
veladores. Y más que va a haber. No falla. Pasa usted por un
local que ha estado cerrado y vacío, donde un buen hombre
pegó el barquinazo y se buscó la ruina con un negocio con el
que se equivocó, y de pronto, ve que ya no está la persiana
metálica echada, que la han subido y que dentro hay
albañiles. Y al que le parece a usted que es como el
encargado de la obra le pregunta qué van a poner allí. Qué
pregunta más tonta. La respuesta siempre es la misma:
-- Aquí van a abrir un bar.
Tanto es así, que estoy por proponer a los historiadores de
la ciudad que en vez de la Borceguinería, cambien el nombre
histórico y clásico de la calle Mateos Gago, que es ya la "Bar"ceguinería,
no la "Bor"ceguinería. Y allí, en la nueva Barceguinería de
la Borceguinería me he dado cuenta de que la primera
industria sevillana tiene a pleno rendimiento, que echan
humo, pero literalmente humo, sus correspondientes
Laboratorios de Innovación e Implementación de Nuevos
Recursos del Estado del Bienestar, ¿cómo se les queda el
cuerpo con las palabras del idioma tertulianés que acabo de
escribir? Estos recursos son como los vencejos en la
primavera o los puestos de castañas en el invierno: anuncio
de la estación que llega. Señores, ya estamos en pleno
invierno, porque en todas las terrazas de veladores de los
bares está encendida la alta tecnología de los calentadores
adaptados al toldo, las estufas-farola y las antorchas de
llamas calefactoras, el bienestar calentito. No creo que
haya en el mundo tecnología tan avanzada para combatir el
frío en las terrazas de los bares como en Sevilla. En Munich
por el invierno lo que te ponen en las butacas de los
veladores de las terrazas de los bares son mantas para que
te tapes. Sí, tal como suena: una manta de falso borreguito,
o colorada, como las que la Cruz Roja les da a los pobres
negros de las pateras cuando llegan tiritando a Tarifa. Y
eso que es Alemania, con todo su golpe de industria, su
Volkswagen, su Siemens, su BMW y su AEG. Claro que aquí no
se podrían dar mantas, porque se las llevaría la gente a su
casa, vamos que si se las llevaban... Por eso hemos tenido
que recurrir a la tecnología de Currito y Leopoldo.
La Ley del Tabaco hizo aguzar el ingenio de nuestros
taberneros. Adaptaron la tecnología del microclima de las
pérgolas de la Expo a ese invento sevillano de los chorritos
de agua en los toldos, que te pegan el zurriagazo y le
estropean el peinado a las señoras cuando pasas por debajo.
Lo que no había en la Expo era un microclima de invierno, y
los hosteleros sevillanos lo han inventado. ¿Cuántas
estufas-farolas hay ya plantadas en las terrazas? ¿Cuántas
antorchas con la llama grande, grande, que parece que
aquello va a salir ardiendo? Pero lo mejor de todo es el
Leopoldo de Invierno. Sí, la supermegahipertecnología que en
los toldos ha cambiado los chorritos pulverizadores de agua
del verano por tubos incandescentes de infrarrojos, a modo
de braseros aéreos. Si van por la Barceguinería podrán
verlos, espléndidos, si no se dan en todo el tobillo con los
veladores del Bar Giralda y lo que ven son las estrellas y
no el Leopoldo de Invierno. Sí, son la adaptación toldera al
invierno del Currito y el Botoncito del verano. Para que la
fumadora clientela de los veladores no se muera de frío en
sus terrazas, los bares se han pasado a la modernidad, del
"Currito, dale al botoncito" del verano al "Leopoldo, aviva
el rescoldo" del invierno. El estado del bienestar sin
recortes. Lo bien y lo calentito que se está con las estufas
en plena calle...
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