Yo soy mucho del Beni de Cádiz y del Beni de Roma. Al Beni
de Cádiz le llamaban Beni porque lo bautizaron como Benito,
Benito Rodríguez Rey. El Beni de Roma se llama Joseph
Ratzinger y se dio a si mismo el nombre de Benedicto XVI
cuando fue elegido Papa. Benedicto es Benito, Beni, en
latín. Y como mi respetado y admirado Benedicto sabe hasta
latín, pues yo, al tenerlo en el altar de mis devociones,
como al otro, le llamo Beni. Y como es Obispo de Roma, Beni
de Roma. --PUNTOAPARTE--
Bueno, pues a mi querido Benedicto XVI no digo yo que se le
haya ido el santo al cielo, pero el ángel del portal de
Belén sí que se le ha ido "ad excelsis cum Deo". ¿Qué le
habrán hecho los bueyes y las mulas a este hombre de Dios
para que quiera acabar de un plumazo con ellos en la
iconografía de la religiosidad popular navideña? Y me
extraña mucho que haya dicho que en los Evangelios no se
habla ni de la mula ni del buey del Nacimiento por parte
ninguna, cuando este santo varón tiene más que demostrado
ser muy amante de los animales. De los animales de los que
nadie se ocupa y que tienen además muy mala prensa. Es el
Papa de los gatos. Cuando era cardenal raso, vivía en su
apartamento de Roma con unos cuantos gatos, que no sé qué
habrá sido de ellos al convertirse en Vicario de Cristo en
la tierra, si se los llevó al Vaticano o los colocó con unas
monjas. Y cuando iba todas las mañanas andando desde su casa
al Vaticano, cuentan que se paraba a hablar y a dar de comer
a los gatos callejeros con los que se encontraba en esa Roma
que mima y cuida a sus felinos, a los que tiene declarados
como poco menos que Patrimonio de la Humanidad.
Por eso me extraña que en su libro sobre la infancia de
Jesús el Papa haya quitado a los animales que había en el
portal y, en cambio, no haya dicho ni palabra de los gatos
que seguro que San José tenía en su carpintería para coger
ratones, y a los que fijo que acariciaba y alimentaba el
Niño Jesús. Con lo que le gusta a este Papa una tradición,
me extraña también que no haya revalidado la vigencia no
sólo del buey y de la mula, sino de todos los elementos que
la religiosidad popular puso en el portal: el viejo haciendo
gachas, el pescador sentado a la orilla del río hecho con
papel albal, los armaos del castillo de Herodes y hasta el
mal gusto de los catalanes con un tío jiñando con el culo en
pompa. Pero me sorprende más que nada que el Papa le pegue
este repaso a nuestras muy católicas y romanas tradiciones
navideñas y no diga ni palabra de la ola de laicismo
anglosajón de Christmas que nos invade. ¿Qué ola ni ola? ¡Un
sunami!
Iba yo ayer por la calle Cuna y estaba ya adornada de
Navidad. ¿Saben con qué? Pues el Ayuntamiento de Sevilla,
presidido por un alcalde que gracias a Dios cree en Él,
anuncia la Navidad en la calle Cuna con unas bolas enormes
con estrellas. ¿Es que lo del Nacimiento de Dios es una
bola? Eso es lo que parece. Y de Papa Noel y de sus renos,
ni te cuento. Mi nieta Ana, que vive en la muy católica
Baviera del propio Joseph Rantzinger, me dio el otro día una
lección. Me dijo por teléfono desde Munich, soñando ya con
la Cabalgata de Sevilla:
-- ¿Por qué aquí en Alemania no hay Reyes Magos, si los
Reyes Magos vienen en la Historia Sagrada y en cambio Papá
Noel, que es el que hay aquí, no viene?
Por ahí tenía que haber empezado el Papa, por donde mi
alemanita, su paisana. Haber aprovechado el libro de la
infancia de Jesús para defender el carácter cristiano de la
Navidad y pegarle un repaso a Papá Noel, a los renos y a su
puñetera madre. ¿Por qué Vuestra Santidad no ha dicho nada
de los renos que nos amenazan en todas las decoraciones de
estas fechas y desplazan al Niño Jesús con el viejo gordo
que parece el Gambrinus de la Cruzcampo con barbas? Como
diría el otro Beni citando a Caracol del Bulto, si es por
animales de la Navidad, esa inquina contra la mula y el
buey...¡contra el Despeñaperros de los renos de Papá Noel,
Santidad!
(Como verán, soy más papista que el Papa).
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