ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


No fagamos nada

  Marchando una de realismo y de los pies en la tierra. El más que necesario baño de realidad lo ha dado el delegado de Urbanismo del Ayuntamiento, don Maximiliano Vilchez, que por cierto tiene nombre de novela de García Márquez (y yo tengo apellido de morcilla). Al presentar los presupuestos de su área para el año entrante, ha dicho:
--No haremos ningunas setas.
Óle. Y no es que yo me haya vuelto loco, ni me haya apuntado a la Hermandad del Botafumeiro, elogiando ayer al arzobispo y hoy al delegado municipal de Urbanismo. Es que Sevilla, tal como están las cosas (vulgo "con la que está cayendo"), lo que necesita es una inmersión en la realidad, dejarnos de cuentos y de grandes proyectos, y aplicarnos a que la ciudad esté, dentro de lo posible, como los chorros del oro. Don Maximiliano dice que nada de grandes obras, que ya está bien de setas, que las setas, como chipiplanchas y en La Alicantina, sentados al sol de invierno de su terraza, mientras los niños corretean tras las palomas por la Plaza del Salvador. Don Maxiliano dice que el poco dinero que hay va a emplearse en lo cercano, diario e inmediato: en reparar baches, en arreglar las calles, en reponer el alumbrado, en remediar lo que han estropeado los niñatos... Unos presupuestos, dijo, "equilibrados, realistas, austeros y dirigidos a mejorar la ciudad".
Eso es lo que hace falta, don Maximiliano, el cuidado de lo mínimo, no las grandes obras. Los primores de lo vulgar, que decía Azorín. Un profesor de Historia del Arte de la Universidad Hispalense me decía el otro día:
-- Más que "vender Sevilla" en Nueva York, el Ayuntamiento debería salvar en Sevilla lo poquito que nos va quedando de Sevilla...
Por ejemplo, haber evitado que se cargaran una de las pocas casas del siglo XVIII que quedaban intactas en la calle San Fernando, donde Isabel Rodríguez de Quesada tenía su "Agua de Sevilla" y su padre Don Ángel la consulta de Radiología, y donde un nuevo rico devenido en tabernero ha destrozado y desnaturalizado el edificio, vaciándolo prácticamente y poniendo chimeneas a las murallas del Alcázar...y al parecer con el visto bueno de Urbanismo y de la Comisión del Patrimonio. Ahí es donde hay que echar la fuerza de la Oficina de la Unesco, señor alcalde: en salvar lo que hace grande a Sevilla, no en solucionarle a La Caixa la bacalá de su Forum y de su Torre Pelli, que vuecencia es alcalde de Sevilla, no relaciones públicas de La Caixa, joé.
Ya está bien de grandes obras. Ya está bien de marear la perdiz de las Atarazanas, que están muy bien como están, sin que las destroce ningún divino. Si se restauran las Atarazanas, que sea a fondo, descubriendo y sacando a la luz esa Catedral Oculta de las enterradas naves del astillero alfonsí en toda su altura, donde cabía la arboladura de las galeras reales. Ya está bien de la suprema contradicción de que en el momento de la más grave crisis económica de la Historia se esté levantando el mayor crimen contra la Sevilla monumental de la Historia, cual la malhadada Torre Pelli. 
Ya que tiene nombre sudaca de García Márquez, debe llegar el Comandante Maximiliano y mandar parar, como ha ordenado. Sevilla aún sigue en "Estado de Expo", como si la muestra universal aún estuviera en puertas, venga gigantismos constructivos, venga proyectos. Del "fagamos una obra tal que nos tomen por locos" de los canónigos que encargaron la Catedral hay que pasar al "no fagamos ni una locura más". Y mantengamos en su pureza lo que hay. Y desmantelemos los mamarrachos que plantó Monteseirín, como las piedras de los poetas del 27 en los románticos Jardines del Cristina. ¿Qué más "fagamos" quieren que las calles bien cuidadas e iluminadas, los autobuses cumpliendo horarios, la seguridad asegurada, la circulación tan fluida como el agua de Emasesa y los monumentos preservados?

 

 

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