ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Gradas que desagradan

       Si usted dice en Sevilla "las Gradas", no tiene que aclarar que no se está refiriendo en absoluto a las de la plaza de los toros, ni a las gradas de sol ni a las gradas de sombra. Gradas "maestrantes", que diría un crítico taurino cursi o un letrista de sevillanas sensible, como si las gradas hubieran probado sus cuatro apellidos ante la Junta de Recibidores.
-- Qué bonito eso de "Recibidores". En casa de mi abuela había uno de ellos...
-- ¿Cómo, un maestrante?
-- No, un recibidor. Había un cuarto al que mi abuela le decía "el recibidor".
Esas gradas de la plaza de los toros ya no se llaman oficialmente así. En los programas con el precio de las localidades han vuelto a su real, antigua e ilustre denominación de origen de "Sombra Alta" y "Sol Alto". Si usted dice en Sevilla "las Gradas" (casi) todo el mundo sabe que se está refiriendo a las de la Catedral. "Grada", según el Diccionario de la Real Academia es peldaño; o asiento a manera de escalón corrido; o conjunto de estos asientos en los teatros; o tarima que se suele poner al pie de los altares; o conjunto de escalones que suelen tener los grandes edificios delante de su pórtico o fachada. Ninguna de esas definiciones sirve para Sevilla. La que sirve es la de Mateo Alemán: "Un andén o paseo hecho a la redonda de la Catedral por la parte de afuera, tan alto como a los pechos considerado desde lo llano de la calle, todo cercado de gruesos mármoles y fuertes cadenas". Gradas era el antiguo nombre de la Avenida desde La Punta del Diamante al Arco del Almirantazgo. Y Gradas Altas, el de la calle Alemanes, donde se asentaban los mercaderes antes de pasar a la Casa Lonja, cuya expulsión del templo recoge el relieve de la Puerta del Perdón. Don Santiago Montoto solía recordar el esplendor comercial de las Gradas de los Alemanes con unos versos de Torres Naharro en 1517 sobre cuatro maravillas sevillanas: "Un templo de majestad/sin segundo./Un Guadalquivir jocundo./Un gran campo de Tablada./Y unas Gradas, que una grada/vale más que todo el mundo".
Bueno, pues se han cargado toda la fachada catedralicia de las Gradas de la calle Alemanes. Este maestro mayor de fábrica del templo metropolitano, hasta que no acabe de cargarse el Museo de los Canónigos, digo, la Catedral, no va a parar. Han dejado la fachada catedralicia de Alemanes disfrazada de iglesia mudéjar, en esta manía o moda del ladrillo visto y la piedra pelada. Como un anuncio de polvitos de lavar de Persán: blanca, blanquísima. Maese Alonso Jiménez está haciendo triste realidad en la Magna Hispalensis el título del libro de Le Corbusier que leería en la Escuela de Arquitectura: "Cuando las catedrales eran blancas". Como dejó toda la fachada catedralicia de la Avenida, puro escaparate de Ochoa, está dejando la de las Gradas: no sólo blanca, sino irreconocible, en esta manía de las restauraciones, de reinventarse los edificios según los arquitectos creen que eran e imponen que deben seguir siendo. Merengues hay en el escaparate de la Confitería La Campana menos blancos que esta fachada absurda e inventada de las Gradas.
Como para opiniones estéticas eso que suena a local con lucecitas, "para gustos, colores", no me gusta absolutamente nada como nos han dejado las Gradas de la calle Alemanes. Parece que no han tenido dinero para enfoscar sus muros como siempre estuvieron. Y de dinero, han derrochado más que en el poema de Torres Navarro. De la Punta del Diamante a la Colombina el Cabildo Catedral se va a gastar 1,7 millones de euros en reinventar una fachada a la que sólo le hacía falta repellar los desconchones, un buen blanqueo y dejarse de experimentos sin gaseosa. 1,7 millones son 282 millones de pesetas. Y luego dicen algunos curas que con las necesidades que hay, las cofradías tiran el dinero en mantos y bordados... ¡Pues anda que los canónigos! ¿Se imaginan que el Banco de Alimentos hubiera cogido esos 1,7 millones de euros?

 

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