ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


La penumbra reza

Antes teníamos en Sevilla unas iglesias muy oscuras y con las enfoscadas paredes muy encaladas, en las que resaltaba todavía más el dorado de los barrocos retablos o el marmoleado de los neoclásicos. Ahora son unos templos con las paredes muy descarnadas, con un ladrillo visto al que se le ve hasta el alma de lo malos que son, ladrillos de fábrica, no casi taraceados ladrillos agramilados de primor. ¡Igualito los ladrillos vistos de Aníbal González y del regionalismo arquitectónico, los del Coliseo España o los de la Plaza de España, que estos ladrillos que dejan ahora al descubierto en la moda que se ha impuesto entre los restauradores que lo dejan todo como Maese Alonso Ximénez las que fueron riquísimas Gradas de la Catedral por la calle Alemanes, y a las que les ha puesto unos resbaladeros absolutamente estilo Leroy Merlin, con losetas de cuarto de baño malo de apartamento de la playa o de terraza chungaleta de piso de VPO no, peor todavía!

Y junto a estos ladrillos descarnados, que no vistos, que el ladrillo visto es otra cosa, nos han dejado a las restauradas iglesias iluminadísimas. El proceso es el siguiente: van y restauran una iglesia, y le quitan todo su encanto, aquello que decía Goya de que "el tiempo también pinta". Y para que se vea la mamarrachada que han hecho, como en San Bartolomé, como en Santa Ana, como perpetraron en tantos templos, viene la Fundación Sevillana de Electricidad y le mete a aquello toda la luz del mundo, ¡hala!, para que el desaguisado quede mucho más a la vista.

La última iglesia que ha sufrido este proceso es San Esteban. Ha sido la ultima iluminación artística que ha pagado Endesa, ella de soltera Sevillana de Electricidad. Me ha recordado lo de don Santiago Montoto y Federico García Lorca. Un día, Manuel Barrios le preguntó a Montoto:

-- Don Santiago, usted que lo conoció: ¿García Lorca era mariquita?

Y Don Santiago, con su famoso colmillo retorcido, le dijo:

-- Demasiado, Barrios, demasiado...

Con San Esteban, igual. Delante de mí le preguntaron el otro día a un sevillano con paladar qué le parecía la iluminación que se ha estrenado en San Esteban. Y dijo:

-- Me parece demasiada luz...

Y es que nos hemos olvidado, mi querido arzobispo don Juan José Asenjo, que los templos son antes que nada lugares de oración, no museos de barrio, o de feligresía, o de cofradía. Esas luces que les están poniendo a los templos, como la locomotora de Caracol el del Bulto en Atocha, las quisiera yo ver en el Museo de Bellas Artes, o en la oscurísima exposición de las Santas de Zurbarán en el Convento al que un mamarracho socialista le puso de mote "Espacio Santa Clara" y otros mamarrachos populares se lo siguen llamando. Vamos, que donde parece que está reservado el Santísimo es en la exposición de las Santas de Zurbarán, no en San Esteban.

Olvidan que la penumbra también reza. La Catedral, antes de que en el 92 la convirtieran en la segunda pinacoteca de Sevilla y primer museo de la ciudad, te invitaba a rezar con su penumbra, en la que escuchabas resonar los pasos de las beatas sobre el mármol de la solería ajedrezada. Ahora la Catedral te invita... a sacar el tíquet de entrada, no a rezar. En cualquier iglesia, antes, se veía a lo lejos brillar la luz de la lamparilla que iluminaba el Sagrario, como un faro de devoción sacramental en un pequeño mar de aceite, como una mariposa aleteando en honor de Su Divina Majestad. ¡Cualquiera es el guapo que ve ahora la lamparilla del Sagrario en estas iglesias con más luz que una playa de la Costa del Sol! Como que más que un devocionario para rezar, a estas iglesias de la moda Endesa hay que entrar con gafas de sol...

 

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