Lo más turístico de Sevilla no es la Catedral, ni la Giralda, ni el Alcázar, ni los beneméritos tablaos no subvencionados, entre los que se me olvidó el otro día citar El Palacio Andaluz de la Ronda. Lo más turístico es cenar una paella, y a ser posible a las 7 de la tarde y en un velador de la Cuesta del Bacalao. Que es lo que, para no defraudarlo, le dieron de cenar en el Museo del Flamenco al ya casi coriano Príncipe Naruhito, vulgo Marujito: paella por la noche. La cena era un salmorejo cordobés, un cartucho de pescao frito como el de Pepe Luis y la paella de reglamento. ¿Y saben ustedes qué hizo el Príncipe antes de meterle mano a la paella? Mandar que le hicieran una foto, para llevársela de recuerdo. Con lo que le gusta a un japonés el arroz, ya me contarán... Y de almorzar, según pudieron leer en ABC, el alcalde le había dado a Marujito en el Alcázar gazpacho, ensalada de naranjas con puntillitas, buey y crema de poleá, já, já, poleá, con gelatina de anís de Cazalla.

De todo lo cual e infiere que Marujito se ha ido de Sevilla sin probar lo más japonés de nuestra cocina, que es el pavía de bacalao, el soldadito de Pavía de toda la vida, el glorioso pavía del Rinconcillo, los que freía Enrique en la calle San Jacinto, que habría que ponerle una lápida conmemorativa junto a la de Antonio María Fabié, de monumentales que eran sus "frituras de teleósteo", que diría un cursi mamarracho de la Nueva Cocina.

La niponidad del pavía me la ha descubierto Hugh Thomas hace poco. Cuando vino a recoger el Romero Murube lo convidé a almorzar en El Rinconcillo con los duques de Segorbe, en la incomparable mesa de la esquina de arriba, desde donde se ve la cúpula de Santa Catalina y donde si es Domingo de Ramos los apóstoles del paso de La Cena es que se te sientan al lado para que los invites a espinacas con garbanzos. Aquel día Lord Hugh Thomas of Swynnerton cogió en El Rinconcillo el pavía con las manos, como está mandado, y al morder su finísima capa de harina y darse de cara con la delicia del bacalati cofradiati vigiliati cuaresmati, exclamó:

-- ¡Pero si esto es como el tempura japonés!

Como el turismo es nuestra primera industria, y como Sevilla, que ya está llena de japoneses haciendo fotos, se va a poner hasta la corcha con los que van a venir a plantar un cerezo donde los Japón de Coria, tenemos que niponizar el pavía por razones económicas. Urgentemente. Se lo voy a proponer a mis amigos de La Isla en la Calle de la Mar, la freiduría que tiene un cartel con el adobo y los chocos en inglés. Que la traducción de "pavía" al inglés que pongan en el cartel sea: "Sevilian-Japanese Tempura". Señores, para salir de la crisis gracias a los ingresos del turismo, hay que ser emprendedores y rebautizar al pavía como "Tempura a la Sevillana". Y no andaremos lejos de su origen. ¿Saben que el tempura japonés tiene origen latino, ibérico concretamente? Duicen que lo inventaron los misioneros portugueses de la Compañía de Jesús. Para que los japoneses convertidos al catolicismo cumplieran la vigilia en Cuaresma, les enseñaron a freír pescado, muy leve de harina y muy poco tiempo en el perol. Esos fritos se tomaban en las litúrgicas «tempora ad Quadragesimae», o sea en la Cuaresma. Las "témporas" cuaresmales devinieron en "tempura" de los fritos frutos de sartén de ese tiempo litúrgico, que es cuando los japoneses sacan la papeleta de sitio para salir el Sábado Santo de nazarenos en El Sol...Naciente.

Espero que Naruhito no lea esto, porque es capaz de mandar a un propio para que le eche una foto a los pavías como a la paella la otra noche y no vean cómo los japoneses se pongan a imitaaaaaal pavías y monten un Rinconcillo en Tokío. No, hay que traerlos aquí a que se pongan hasta la corcha de Tempura a la Sevillana. A ver si nos sacan de la crisis.