Por delante, porque sé lo que pasa luego, vaya mi total admiración y respeto por el matador de toros Juan José Padilla, por el Ciclón de Jerez, por el de Fuerza Padilla, el de las patillas, ejemplo de superación y constancia, quien tras haberle pegado un toro en Zaragoza un cornalón para retirarlo de la Fiesta e incluso de la vida ha resurgido con mayor poderío que nunca y poderosa atracción sobre las masas, derrochando simpatía y logrando en el escalafón un sitio que no le han regalado, que se lo ha ganado a base de valor, pundonor, esfuerzo y sangre. Lejos de amilanarse con un cornalón como el de Desperdicios, hizo de la necesidad virtud. No dudó en ponerse un parche negro de pirata en el ojo que perdió, y ahora sus partidarios, como en Pamplona por San Fermín, llenan los tendidos de negras banderas de los corsarios del Caribe. Y todo sin despertar lástima, y abriendo el compás en el sitio que se ha ganado, de modo que antes de la cornada sólo toreaba corridas duras y ahora cuando no está anunciado con toros de Juan Pedro es porque lo está con los de Borja, todo Domecq, ¡a las ricas chocolatinas, bombones y caramelos!

El domingo Padilla toreaba en León, donde salió por la puerta grande tras entretenerse en cortarle las dos orejas a cada toro. Tras lo cual cogió el cochecuadrillas y ¿saben dónde fue? ¿Al hotel? No. ¡Al campo de fútbol de la Cultural Leonesa! Para cumplir con lo prometido a sus aficionados: hacer el saque de honor en un partido, y más cuando la Cultural está a punto de ascender de categoría. El problema fue precisamente que Padilla no pasó antes por el hotel, para quitarse el vestido de torear, pegarse una ducha y ponerse de particular. Y apareció en el terreno de juego con su terno blanco y oro, gloriosamente manchado de la sangre de los toros doblemente desorejados. No en el inicio del partido, que hubiera sido lo propio, sino al comienzo de la segunda parte. Un esperpento. Una charlotada. Vamos, como si la Cultural le pidiera que hiciera el saque de honor al señor obispo de León y se presentara el hombre en el campo revestido de casulla, con mitra y báculo. El vestido de torear es tan litúrgico y ritual como los ornamentos sagrados. Un tío enfundado en el traje de luces fuera de una plaza y de un festejo es siempre un mamarracho disfrazado de torero...o de la ópera "Carmen". Cualquiera que viera a Padilla entrar vestido de torero en el campo de la Cultural lo creerìa novio en las bromas de una despedida de soltero.

La escena de Padilla pagando una patada a un balón en un saque ¿de honor? vestido de torero me parece una profanación del traje de luces. Es como si en el campo de León hubiera hecho el saque de honor uno vestido con la túnica de nazareno del Gran Poder o con la coraza romana de armao de la Macarena, por sólo citar otros dos sagrados atuendos rituales, a los que se les debe como mínimo el respeto de no sacarlos de cacho y utilizarlos como espectáculo. Viendo a Padilla me he acordado de Jesulín de Ubrique montado en una moto vestido de torero, intentando matar en el mismo día tres corridas de toros en tres plazas diferentes, lo que otro Ciclòn de Jerez, Juan Antonio Romero, hizo con todo respeto a la Fiesta hace muchos años en Cádiz, La Isla y El Puerto. Y me he acordado de Pepe Luis Vázquez, cuando en el cincuentenario de su alternativa unos partidarios fueron a proponerle un almuerzo-homenaje en el mismo ruedo de la plaza de toros de Sevilla y les dijo:

-- Muchas gracias, pero en ese albero ha habido mucho triunfo, mucho fracaso y mucha sangre como para sentarse allí a comer.

Con ese vestido de torear ha habido mucho triunfo, mucho fracaso y mucha sangre como para deshonrarlo dándole una patada a un balón en un campo de fútbol. Hombre, si por lo menos hubiera sido en el campo del Currobetis...