Si Movistar (ella de soltera Compañía Telefónica Nacional de España) tuviera sensibilidad, me condecía su insignia de oro y brillantes, como el Real Madrid a sus socios veteranos. Aquí donde me tienen, soy socio fundador de Movistar en España. Camisa vieja de los teléfonos móviles. Pero de los de antes del Frente Popular de su masificación: de la Vieja Guardia de los Motorolas. Cuando Movistar ni había nacido. Cuando era Moviline y tu móvil empezaba por un prefijo que ahora tienen las líneas eróticas: 908. Teléfono móvil teníamos en España cuatro caprichosos. Yo lo había descubierto en Miami, donde fui a oír a Rocío Jurado en un concierto organizado por la cubanidad del destierro. Todos los cubanos ricos se dedicaban a hablar como los locos por sus enormes motorolas. Le dije a Nicolás Alvarez Domínguez, empresario del sector, que me avisara cuando los móviles llegaran a España. Me avisó y 500.000 pesetas más IVA me costó el Motorola, de grande como el zapatófono de Maxwell Smart en la serie "Superagente 86". ¡Y qué cuentones mensuales de Telefónica! Qué caro era llamar. Y a poquísimos sitios: te daban un mapa de España con la cobertura y sólo estaban en verde Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla y la ruta del recién inaugurado AVE. Yo luego vi nacer a Movistar y la tuve en mis brazos, cuando a los primitivos abonados de Moviline nos ofrecieron cambiarnos a la nueva tecnología, y Luis Lada, entonces baranda de Telefónica Móviles, me regaló un novísimo teléfono, ya Nokia, con el mismo número, pero empezando por 909.

Como pueden comprender, soy tela aficionado a los teléfonos móviles y a las nuevas tecnologías, devoto de su Patrón, San Sung. Como hay aficionados al golf o al pádel, a mí me gusta esto del teléfono móvil, que creo que recibe este adjetivo no porque lo metamos en el bolsillo, sino porque no hay nada que se mueva más que su tecnología. Igual que cuando te compras un coche los que saben te dicen que ya ha perdido valor en cuanto lo has sacado del concesionario, con los teléfonos móviles pasa algo igual, pero en tecnología. Ese teléfono móvil que te acabas de comprar creyéndote que es lo último de lo último, ya está obsoleto en Estados Unidos. No acababa de comprarme un Samsung Galaxy III con la versión 4.1.2. del sistema Android cuando me enteré que ya estaba en el mercado el IV y que el sistema operativo va ya por el numero no sé cuántos.

Bueno, pues en las prestaciones no sé si de Samsung o de Movustar, con el Galaxy III te dan gratis una segunda línea. Otro número de teléfono distinto al tuyo, pero que suena en el mismo aparato y desde el que también puedes llamar. Yo me creía que era utilísimo para dárselo a los pesados a quienes no quieres revelar la intimidad de tu número. Pero la segunda línea gratuita y discreta me ha salido rana. Con la de números que hay, Movistar me ha dado el que antes tenía un tieso, al que darían de baja por falta de pago. Un señor de nombre extranjero, como el marinero de "Tatuaje", que se ha debido de ir de España dejando deudas importantes y trampas para cazar leones. Vivía en Brunete. Lo digo porque me he hecho íntimo amigo de la directora de la sucursal de Bankia en Brunete, con la que el tieso de mi segunda línea tiene pendiente una hipoteca cuyo pago me reclaman a su antiguo número cada semana, y Bankia me fríe a SMS amenazándome con las penas del infierno si no pago. Ya que no me concede su insignia de oro y brillantes, yo le rogaría a Movistar que me cambiara el número de mi gratuita segunda línea, que no sea la del teléfono de un tieso. No es por nada, pero es que los cobradores del frac del tieso de mi teléfono, que los tiene a manojitos, me llaman siempre a la justa hora de la siesta. Vamos, como si fueran una oferta de Vodafone o de Jazztel.