Al recibir el Cavia dijo: "Mi vida periodística tuvo siempre la tentación de los pioneros y, como es sabido, a los pioneros, como en las películas, los matan los indios". Pero no hubo tribus apaches suficientes como para matar con el silencio a este pionero de tantas cosas: entre otras, de la radio en libertad en España. Dicen que la radio la inventó Marconi. Lo dudo. Será por ahí. Aquí en España, radio, radio, lo que se dice radio, lo que hoy entendemos por radio, fue un invento de Manolo Martín Ferrand en la SER de Eugenio Fontán. Allí hacía un apunte diario, "En menos que canta un gallo". Y en mucho menos que ese canto del gallo del "Pueblo" de Emilio Romero donde había empezado como redactor en los tiempos de Tico Medina y Yale, puso Martín Ferrand en pie "La Hora 25". Al cadáver de la radio de la dictadura, en fase terminal, le desenchufó el respirador obligatorio del "Parte" de Radio Nacional de España, que aunque ya no tenía el tararí del cornetín de órdenes de Fernando Fernández de Córdoba, de todas formas había que echarle valor. Surgió así la voz en la libertad de la radio en la madrugada. Como Radio París, pero "made in Spain". Como La Pirenaica, pero sin camaradas. Los "días de radio", Woody Allen aparte, por lo que respecta a España, empezaron desde entonces a tener veinticinco horas. La Hora 25 que había inventado este Marconi de la independencia y del periodismo de casta y raza en cualquier medio. Un pionero con el que no pudo acabar ni el Antenicidio. Sólo lo ha podido matar el indio de la vida.
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