ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 
ABC, 21  de septiembre de 2013
 
Amsterdamcía
 

  Aprovechando que como Gregorio Serrano no ha ido allí a gestionar una conexión aérea, gastándose el dinero para nada cual con Turquía, y Sevilla sí tiene ya vuelo directo con Amsterdam, me fui este verano con la jefa de mi Casa Civil a conocer aquella ciudad con fama de desenfreno. Con la puntería de que la agencia del Cortinglés nos puso la llegada...¡el Día del Orgullo Gay! Y, alojados en un hotel del centro, de la mismísima y regia plaza Dam, esa llegada fue como la del turista que viene a Sevilla el Jueves Santo por la tarde y tiene reserva en el Hotel Derby de la Plaza del Duque. Sólo que en vez de atravesando nazarenos llegamos atravesando travestís pegando plumazos por aquellos canales, orgullosísimos. Un número.

La gente suele visitar ciudades que tienen cosas que le interesan mucho. Yo fui a Amsterdam justo por lo contrario. Van Gogh y belleza de los canales aparte, Amsterdam es una antología de todo lo que no me interesa nada: la barra libre de drogas, los homosexuales, el puterío del Barrio Rojo... y las bicicletas. Pero, créanme, en pocos días me reconcilié en Amsterdam con las bicicletas. Con las bicicletas de Amsterdam, claro, que son de otra familia que las de aquí. Igual que le pregunté un día a don Antonio Delgado Roig cuántos arquitectos había en Sevilla y me dijo que más que albañiles, pregunté en Amsterdam cuántas bicicletas había y me contestaron que más que habitantes. Según cifras de julio de 2013, Amsterdam tiene 799.442 habitantes y 881.000 bicicletas. Más que albañiles, digo, más que vecinos. Pero unas bicicletas maravillosas. Unos ciclistas que van de ciclistas, no como aquí en Sevilla, que van de dictadores, avasallando. Los bárbaros no entraron en Roma con la violencia y agresividad con que los ciclistas van por la Avenida. El ciclista aquí tiene el fervor del converso. Aquí no hay cultura de la bicicleta, como en Amsterdam. Allí el ciclista, si ves que te vas por su carril, se para, te deja sitio y no te echa la bicicleta encima y te insulta y grita, como aquí. En Amsterdam el ciclismo urbano es como un Versalles con pedales, y no esto de aquí, que es la jungla.

Y en Amsterdam, oh maravilla, no hay carril bici. Al menos entendido como aquí, esa calzada como de pista de tenis que nos ha costado un dineral. En Amsterdam, como en Zurich, en Munich y en toda Europa, el carril bici es una raya pintada en el suelo con pintura blanca y listo. Y no como aquí, que según cálculos de la Consejería de Fomento, cada kilómetro de carril bici nos sale a 250.000 euros, que son 41 millones de pesetas, que se dice pronto. ¡Qué forma de tirar el dinero... que no hay!

Y más que lo van a tirar. Como el modelo político de la Junta es el Pacto de Perdedores que ya padecimos en Sevilla con Monteseirín y el Tío de la Mariscada, esto es, el PSOE atrapado por la entrepierna por el radicalismo ecologista y demagógico de IU, Susana Díaz, nada más llegar, se ha puesto a pedalear con los presupuestos. Y a Sevilla, ni un duro para lo necesario: para el Metro, por ejemplo. Nada. A Sevilla sólo le darán en 2014 para que haga 35 kilómetros más de carril bici, en los que encima tiene que pagar el Ayuntamiento el 25 %: 8,7 millones de euros en total, que son...¡144 millones de pesetas en una chorrada! Y no queda aquí la cosa. Ha presentado la Junta de Susana una mamarrachada llamada "Plan Andaluz de la Bicicleta", en el que van a derrochar 402 millones de euros de aquí al 2020. ¡Qué barbaridad! La Junta quiere poner carril bici hasta en Cádiz, como sea, a pesar de su calles estrechas y contra lo que dice Teófila. La Junta quiere convertir a Andalucía en Amsterdamcía, vengan bicicletas, y vengan ciclistas arrollando peatones. Y todo porque lo impone IU, a la que le gusta una bicicleta más que a Zoido un velador. Y al coche, que le vayan dando, porque es de derechas, como aquellos papas antiguos que tanto en Roma dieron que hablar antes que llegara Francisco con el Cuatro Latas...

 

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