ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 
ABC,  14 de octubre de 2013
 
En modo avión
 

 Hace ya tiempo añadí títulos oficiosos a los oficiales de la Muy Noble, Muy Leal, Muy Heroica, Invicta y Mariana Ciudad de Sevilla. Por ejemplo, "Muy Difícil Ciudad de Sevilla". "O Muy Falsa Ciudad de Sevilla". O "Cobardona Ciudad de Sevilla". O "Novelera Ciudad de Sevilla". O "Cofradiera Ciudad de Sevilla". Que, dichos del tirón, no vean lo bien quedan. Hasta parecen los oficiales. Sólo les faltan los dos maceros con sus ropones rojos y su gorrete así como el que se pone Elio Berhanyer cuando viene a recoger otro premio más:

"Muy Difícil, Muy Falsa, Cobardona, Novelera y Cofradiera Ciudad de Sevilla".

Que no me negarán ustedes que suenan divinamente. Como de verdad. Y me parece que recogen mucho mejor que los oficiales cómo es Sevilla. Porque aquí de lealtad y de heroicidad, poquito. Sevilla es la ciudad menos Invicta que se despacha. Nos vence y sojuzga el primero que se nos entra por las puertas, al que nos hartamos de convidar y de bailarle el agua, y si quieren empiezo a citar casos en las cofradías, en la Feria, en la política. ¿Pues no que elegimos número 1 del PP por Sevilla como diputado a Montoro? ¿Qué diantres tiene que ver Cristóbal Montoro con Sevilla?

Tras venir de comer con unos amigos en un restaurante donde era imposible hablar, del ruido que había y de la nula insonorización del local, he pensado que debo añadir urgentemente un nuevo título a los falsos de la Ciudad: "Muy Ruidosa Ciudad de Sevilla". Sevilla presume de los silencios de la plaza de toros, del Silencio de la Primitiva Cofradía de los Nazarenos. No creo que en ninguna otra ciudad del orbe católico haya, como en Sevilla, una Cofradía del Silencio. O dos. Porque tenemos El Silencio de ruán negro y El Silencio de sarga blanca. El Silencio Blanco llaman a La Amargura. Que rinde culto a Nuestro Padre Jesús del Silencio en el Desprecio de Herodes. Advocación que me recuerda cómo a los toreros que pegan el petardo en la plaza de Sevilla no se les pita, ni se les abuchea, ni se les abronca, como en Madrid y por ahí arriba: se les obsequia con el más absoluto silencio. El silencio del desprecio. Sin Herodes, pero con muchos Judas en la sombra y algunos en el sol. "Silencio en ambos" es lo peor que pueden decir de un torero los teletipos de las caireles.

Pero todo eso del Silencio y de los silencios de Sevilla es la excepción. O un camelo. O dualidad barroca, en oposición de contrarios. Díme de qué presumes y te diré de qué careces. En Sevilla, para escuchar el Silencio, hay que esperar a que sea la Madrugada y estés en la calle Francos. O a que salga el barco de La Amargura, ¿verdad, Enrique Henares? O a que un novillero pegue el petardo en el Baratillo (como veo con gozo que Fernando Carrasco vuelve a llamar, a la sevillana, a esa Plazalostoros a la que los de Madrisssss le pusieron el mote de "La Maestranza", que es el Real Cuerpo propietario, nunca el coso en sí). O hay que esperar al silencio de nardo que se hace en la Plaza de la Virgen de los Reyes a las 8 de la mañana del 15 de agosto, cuando sale la Virgen.

Quitando esos momentos y lugares, lo demás no es silencio, como en "Hamlet". Lo demás es bullicio de más, vocerío, chillidos, ruidos, escándalo, estrépito, jaleo, algarabía. Sevilla es la ciudad donde la gente habla más alto del mundo. Lo de Eduardo Osborne, que mandaba a sus hijos a Inglaterra no para que aprendieran inglés, sino a hablar bajito. ¿Cómo dan licencia de apertura a esos restaurantes donde no se puede hablar sin quedarse uno ronco, del ruido que hay? ¿Y el murmullo de los 10.000 veladores, 10.000 que hay por Sevilla, con risotadas, gritos y voces altísimas hasta las mismas tantas, para insomnio de vecinos? ¿Calle del Infierno? Toda Sevilla es una calle del Infierno todo el año. La ciudad más ruidosa del mundo. Así que le pregunto en tiempo y forma al señor alcalde: Don Zoido, ¿no habría forma de poner a Sevilla en Modo Avión, como los teléfonos móviles? ¿Para qué sirve la Ordenanza de Ruidos?

 

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