ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 
ABC,  18 de octubre de 2013
 
Vendedores de humo
 
 Contaban en Madrid que el otoño no empezaba hasta que alguien publicaba en algún diario el tradicional artículo de las castañeras. No cuando humeaban los puestos en las esquinas, no, sino cuando salía el típico y tópico artículo a lo Estébanez Calderón sobre las castañeras. Cómo será el tópico del artículo de las castañeras de Madrid, que hasta un cante nada otoñal como los caracoles hace en verso su columna sobre la castaña: "Porque vendes castañas asás/aguantando la nieve y el frío". (Letra de pregón cantado que dicen los eruditos, los que Felipe Campuzano llama "los flamencólicos", que el cante tomó prestada de la zarzuela titulada "Jeroma la Castaña", estrenada en Madrid en 1843").

Es raro que aquí en Sevilla la rancidez periodística no tenga establecida como obligatoria tradición otoñal el artículo de las castañeras. Que quizá por aquello de la dictadura de la igualdad de género que está arrasando la gramática, aquí son castañeros. Castañeras de Madrid, castañeros de Sevilla. Más o menos como el dicho: "Señores de Sevilla, señoritos de Jerez, gente de Cádiz". O como diría Susana Díaz en un discurso: "Castañeros y castañeras". O sea, la Ciudadanía de la Castaña, que tiene castaña la tontería de decir "ciudadanía" para no caer, dicen los cretinetes que la usan, en el agravio de géneros. Que dllaman género cuando quieren decir sexo y de paso se cargan los géneros gramaticales. Pero ésa es otra.

No es que yo quiera inaugurar el rito del Artículo de los Castañeros con su carrillo de mano, con los marrones frutos serranos extendidos en su batea y con el humo de la complicada tecnología de la olla de asar, blanca como una pared de Arcos de la Frontera. Estos carrillos-batea de los castañeros tienen algo de barco de vapor. Si González Ruano dijo que los coches de caballos, los peseteros de alquiler, eran las góndolas del asfalto, los puestos de castañas son los vapores que navegan por el río de las esquinas: "Castañero, que se va el vapor", podía ser otro cante agaditanado así como por caracoles, que a poco que se propusiera hacerlo Miguel Poveda, lo bordaría.

¿Por qué todos los puestos de castañas son iguales? ¿De dónde salen los puestos de castañas? ¿Es un mayorista que les da la mercancía y el vehículo a los vendedores, como la mafia que dicen que hay detrás de los negros que venden clínes en los semáforos? Primos hermanos de los vendedores de incienso, los castañeros forman unos jumeríos tela importantes en La Campana, en la Puerta Jerez, en la Encarnación o en los barrios. Da gloria verlos. En esta Sevilla donde todas las fábricas cerraron, no nos quedan más chimeneas industriales que las de los puestos de castañas. La cosa tiene castaña. Tanto humo echan los puestos de castañas, que hay riesgo que a sus honrados asadores los confundan con otro oficio que sí que es sevillanísimo: el vendedor de humo. Los castañeros son como los vendedores de humo, pero con un carrillo de mano de verdad y castañas de verdad, que he quincado que no son de Galaroza como en el cante, sino gallegas, y que vienen en bolsas de malla como los caracoles del moro o los mejillones.

El vendedor de humo sevillano sí que tiene su artículo de la castañera cada día en el periódico. Qué predicamento tienen, hijo. Un día llega un vendedor de humo y te vende a Sevilla como Ciudad de la Aeronáutica. Otro día otro te vende a Sevilla como Ciudad de la Ópera. O como Ciudad del Cine. O cono Ciudad Universitaria. O como Ciudad de Cruceros. Siempre como Ciudad del Camelo. Tantos camelos, que estoy deseando que llegue un vendedor de humo que nos quiera vender a Sevilla como la Ciudad de Sevilla, no la de Esto o de lo Otro.

A lo mejor el tío de las castañas, con su humo, es el que la vende así, a Sevilla como Ciudad de Sevilla. Pero el pobre, como el coronel del otro, no tiene quien le escriba el tradicional artículo amadrileñado de las castañeras.

 

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