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 Antonio BurgosEl Recuadro

   Antología de artículos

Diario 16, 19 de octubre de 1992

 Antonio Burgos

Hemeropatías

UNA señora magnífica que me honra con su amistad me llama atribulada. Se dedica al mundo de la moda, tiene un gusto exquisito, es una empresaria que arriesga bastante, que cada vez que nos vemos me cuenta el memorial de agravios de los facturones que le deben, por esas butís de Madrid, de Valencia. Hasta en Salamanca le deben dinero, que ya es mérito. Sus tribulaciones esta vez no son de económica materia ni de créditos que le vencen, ni de plazos de pagos fraccionarios a la voraz Hacienda, sino que me llama en una consulta estrictamente profesional. Me dice:
 
--Me han llamado del suplemento dominical de un periódico para hacerme un reportaje familiar, fíjate qué horror, con lo poco que me gusta salir en los papeles... Le he dicho que no podía hablar con ellos' que estaba atendiendo a una clienta, pero era solo una excusa, quería ganar tiempo para poder hablar contigo y que me orientes, me van a volver a llamar ahora. ¿Que les digo para que no se enfaden?
 
--Pues di lo más efectivo, la verdad...
 
--¿Así de golpe, directamente, que no me interesa salir?
 
--Bueno, diles que no padeces hemeropatía.
 
--¿Hemero... qué?
 
--Hemeropatía...
 
--¿Y qué es eso de la hemero... hemeropatía se dice, no?
 
--Pues es una enfermedad muy corriente en España, una endemia de la chuflería nacional o una pandemia del hedonismo que nos devora, en la glorificación del héroe y en la sublimación del trincón. En España hay muchos que, sin saberlo, padecen hemeropatía.
 
--¿Y qué significa ese nombre que te acabas de inventar, porque seguro que te lo has sacado de tu cabecita?
 
--Pues viene del griego, de «pathos», enfermedad, y «hemera», día, diario, periódico, revista, suplemento, fascículo, colorín, papel prensa, en suma. La hemeropatía podía ser descrita en un congreso médico como la adicción enfermiza a salir en los periódicos sin causa justificada. Los que la padecen sienten un síntoma terrible, como unos temblores, como una subida de envidia, cuando están dos semanas sin salir en los papeles y en cambio ven que otros aparecen, otros hemerópatas, se entiende. Los hemerópatas hacen lo indecible por quitarse el mono de papel prensa, cuando experimentan el síndrome de abstinencia. Organizan fiestas, bailes, desfiles de modelos, donan colecciones de arte, presentan perfumes, dan cenas a beneficio de los niños pobres, se montan en un yate, dicen que se van a separar, que se han divorciado, que se han vuelto a arrejuntar... No hay nada tan peligroso como un hemerópata suelto, y más si es de la especie más irrecuperable...
 
--¿Qué especie?
 
 --Sí, mujer, el hemerópata que llega a vivir de su propia enfermedad, mediante el cobro de exclusivas. Se convierten en traficantes de su propio ser, degenerándose cada vez más con tal de salir en los periódicos, es una enfermedad terrible, mira a Chabeli, porque se trata de un mal hereditario, que pasa de madres a hijas...
 
--Pues anda que no le sacan también cosas tus compañeros los periodistas a los hemerópatas... ¿De qué vive toda la prensa del corazón, sino de los hemerópatas?
 
--Se necesitan unos a otros. El periodista del corazón es para el hemerópata como el traficante para el drogadicto. Hay hemeropatías terribles, irrecuperables, mira a Tita, mira a Gunila...
 
--¿Entonces tú crees que no se enfadarán si les digo esto de la hemeropatía?
 
--Ya verás cómo no. Y menos después que lean este artículo que me has dado hecho.

                                                                                      Antonio BURGOS

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