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"Habaneras de Cádiz" , letra de Antonio Burgos 
Están oyendo "Habaneras de Cádiz" por María Dolores Pradera
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Cádiz dedica a Antonio Burgos una calle en la Caleta, por la letra de las "Habaneras"     Historia de las "Habaneras de Cádiz" (1984)
Luis Manuel Fuentes: "A.B. hijo adoptivo de Cádiz"  
"Tó Cádiz, la Catedral, La Viña y el Mentidero.." "Las rocas de la Caleta, que es plata quieta, rompían contra las rocas de aquel paseo..."
No es el Malecón de La Habana: es el Campo del Sur. No es el faro de La Caleta: es El Morro habanero.
Letra: Antonio Burgos
Música: Carlos Cano  
Antonio Burgos: "A la libertad le tengo puesto el nombre de Cádiz" Entrevista en el boletín "Algo diferente", de La Gloria de Cádiz
Antonio Burgos: "La letra de la "Habanera" fue una  declaración de amor a Cádiz" (entrevista en la revista "Escaparate")  
"La frase correcta es: "Que la gente de Cai nacemos donde nos sale de los cojones", que entra mejor en el tres por cuatro"  
HISTORIA DE UNA CANCION.- El poema "Habaneras de Cádiz" (1984), al que Carlos Cano puso música, es desde hace veinte años como un popular pregón universal de la ciudad de Cádiz, con infinidad de grabaciones e interpretaciones por todo tipo de solistas  y conjuntos. Ha sido grabada y cantada, entre otros intérpretes, por el autor de su música, Carlos Cano, María Dolores Pradera, Pasión Vega, Chano Lobato, Nati Mistral Los del Río; la coral polifónica Canticum Novum; Coral San Buenaventura;  los grupos mediterréneos de habaneras Port Bou, Nubiola, Mar Endins, Aires del Vallés, Agua Dulce, Arrels de la Terra Ferma, Mestre d'Aixa  y Els Cremats, entre otros; el coro gaditano de Julio Pardo o el coro de La Viña, entre muchas otras agrupaciones carnavalescas, Liuba María Hevia, etc. y figura en el repertorio de muchas bandas de música, como la del buque-escuela "Juan Sebastián Elcano" y de diversas  tunas universitarias, como Telecomunicaciones de Valencia, Empresariales de Jerez, Tuna de Torrox o la Tuna Femenina de Derecho de Alicante. El Ayuntamiento de Cádiz ha dedicado a su autor en el año 2004 una calle en La Caleta, camino del castillo de Santa Catalina, con un verso del poema esculpido en el mármol de rotulación "Las olas de la Caleta que es plata quieta..."  Historia de la creación de las "Habaneras de Cádiz" (1984)   Su letrista
      Autor de la letra: Antonio Burgos   
                    
                          I
Desde que estuve, niña, en La Habana
no se me puede olvidar
tanto Cádiz ante mi ventana, Tacita lejana,
aquella mañana pude contemplar...
Las olas de la Caleta, que es plata quieta,
rompían contra las rocas de aquel paseo
que al bamboleo de aquellas bocas
allí le llaman El Malecón...
Había coches de caballos, que era por mayo,
sonaban por la Alameda, por Puerta Tierra,
y me traían, ay, tierra mía,
desde mi Cádiz el mismo son...
El son de los Puertos, dulzor de guayaba,
calabazas, huertos...
Aún pregunto quién me lo cantaba...
 
                      Estribillo
Que tengo un amor en La Habana
y el otro en Andalucía,
no te he visto yo a ti, tierra mía,
más cerca que la mañana
que apareció en mi ventana
de La Habana colonial
tó Cádiz, la Catedral, La Viña y El Mentidero...
Y verán que no exagero
si al cantar la habanera repito:
La Habana es Cádiz con más negritos,
Cádiz, La Habana con más salero.
 
                            II
Verán que tengo mi alma en La Habana
no se me puede olvidar,
canto un tango y es una habanera,
la misma manera
tan dulce y galana y el mismo compás.
Por la parte del Caribe así se escribe
cuando una canción de amores, canción tan rica,
se la dedican los trovadores
a una muchacha o a una ciudad...
Y yo, Cádiz, te dedico y te lo explico
por qué te canto este tango que sabe a mango,
de esta manera esta habanera
de piriñaca y de Carnaval...
Son de chirigota, sabor de melaza,
Guantánamo y Rota...
¡Que lo canta ya un coro en la plaza!
              Al estribillo y final

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Otro midi de las "Habaneras de Cádiz" (67K)

Otro midi más de las "Habaneras" (85K)

HISTORIA DE UNA CANCION.- El poema "Habaneras de Cádiz" (1984), al que Carlos Cano puso música, es desde hace veinte años como un popular pregón universal de la ciudad de Cádiz, con infinidad de grabaciones e interpretaciones por todo tipo de solistas  y conjuntos. Ha sido grabada y cantada, entre otros intérpretes, por el autor de su música, Carlos Cano, María Dolores Pradera, Pasión Vega, Chano Lobato, Nati Mistral Los del Río; la coral polifónica Canticum Novum; Coral San Buenaventura;  los grupos mediterréneos de habaneras Port Bou, Nubiola, Mar Endins, Aires del Vallés, Agua Dulce, Arrels de la Terra Ferma, Mestre d'Aixa  y Els Cremats, entre otros; el coro gaditano de Julio Pardo, la comparsa España La Nueva, entre muchas otras agrupaciones carnavalescas, Liuba María Hevia, etc. y figura en el repertorio de muchas bandas de música, como la del buque-escuela "Juan Sebastián Elcano" y de diversas  tunas universitarias, como Telecomunicaciones de Valencia, Empresariales de Jerez, Tuna de Torrox o la Tuna Femenina de Derecho de Alicante. El Ayuntamiento de Cádiz ha dedicado a su autor en el año 2004 una calle en La Caleta, camino del castillo de Santa Catalina, con un verso del poema esculpido en el mármol de rotulación "Las olas de la Caleta que es plata quieta..."  Historia de la creación de las "Habaneras de Cádiz" (1984)   Su letrista
 
 
"Cuaderno de coplas"

Esta canción fue grabada por vez primera por Carlos Cano, autor de su música, en el disco "Cuaderno de coplas" (1984)

María Dolores Pradera ha grabado la "Habanera" en sus discos "Reverdecer", "Toda una vida" y "A Carlos Cano"

 

 

María Dolores Pradera: Una habanera posible para Carlos Cano 

María Dolores Pradera: "A Carlos Cano"  

María Dolores Pradera, toda la vida 

María Dolores Pradera ha grabado las "Habaneras" en sus discos "Reverdecer", "Toda una vida" y "A Carlos Cano"

 

HABANERAS DE CÁDIZ (C. Cano - A. Burgos)
En directo por Luiba María Hevia
Teatro del Casino de Arona
Videio Real Audio. 678 Kb

 

HABANERAS DE CÁDIZ
En directo por Luiba María Hevia
Teatro Chico de La Palma
2000
Video Real Audio. 1.283 Kb.

 

Antonio Burgos hizo los versos, Carlos Cano la música y Cádiz pasó 25 años cantando de la Habana a Cádiz

Antonio Burgos, disfrazado del indiano de las Habaneras, y "Chatín", el histórico componente de la comparsa de Paco Alba, con el tipo de "Los hombres del Mar" durante el pregón de Carnaval de Cádiz a cargo del primero, en 1988

Las Habaneras de Cádiz cumplen sus bodas de plata

"La Voz de Cádiz", 4 octubre 2009

E l festival de habaneras que llegó por primera vez al Falla la semana pasada lo tenía todo para celebrarse en Barcelona. No ocurrió. Los responsables de actividades de la UNED cambiaron el escenario. Habían sabido de una canción de nostalgias y lejanías, de mar y de horizontes: Habaneras de Cádiz. No hacen falta presentaciones.
En Internet, en los escenarios de los bares, las barras del Carnaval y en las cabezas de los gaditanos de dentro y los del exilio, nativos y adoptados, suena el comienzo de un tango que parieron los versos de Antonio Burgos y los acordes de Carlos Cano. «Desde que estuve, niña, en La Habana no se me puede olvidar tanto Cádiz ante mi ventana, Tacita lejana, aquella mañana pude contemplar...» A solas. La cantaban sin orquestas, ni bandurrias, ni bateas, más que las que los sostenían en su cabeza. Matalascañas, 1984. Nacía un himno.
«Una vez fue que me movió la luz del faro, y le escribí a Cádiz un poema de amor -explica el escritor sevillano-. Y una vez fue que Carlos Cano le puso música a aquel poema de amor, porque en la lejanía de las mulatas del Tropicana habíamos recordado a la misma novia, Tacita, lejana Y una vez fue que Cádiz entero se puso a cantar aquella copla».
La creación
Ese es el resumen literario, aunque la cosa pasó de manera parecida. «Carlos Cano -fallecido en 2000- quería que hiciéramos un trabajo juntos hacía mucho tiempo», cuenta Burgos. Claro, que los viajes tienen finales inciertos. Ambos habían viajado a La Habana por su lado y ambos habían venido con los ojos llenos «no de Cuba, sino de Cádiz». Nunca vieron tanto Campo del Sur «como en el Malecón» y allí se encontraban con una Andalucía no real, pero sí soñada. «La Cabaña recordaba a la Torre Tavira» y las caderas de las mulatas del Tropicana «tenían un algo de pecadoras grupas de las periquitas del Pay Pay».
Así que escribieron la habanera, primero la letra y después la música, pero «había que meterse en Cádiz». Burgos se había metido musicalmente una noche que vio por televisión el certamen de habaneras de Torrevieja. «Aquello sonaba a coro, más sin gracia».
Volvió a José María Pemán en un librito con el texto de La viudita naviera, que tenía varias habaneras. «Sólo había que cogerle el compás, como quien escucha un cuplé en una tienda y se lo quiere aprender. De allí salió el ritmo interior de la habanera, una idea métrica».
Le faltaba la gracia, así que se acordó de Lola Flores vestida de La Legionaria de Quiñones, del brazo de Jesús Fernández Palacios y de lo que le contó Carlos Cano. A la vuelta de cantar en la Cuba de Batista, había dicho aquello de «Hijo, esto es como Cádiz, pero con más negros y con más palmeras que las que hay en el Parque Genovés». La Habana ya era Cádiz con más negritos, Cádiz la Habana con más salero.
Burgos le había leído la letra por teléfono. Otoño 1984. Mataban a Indira Gandhi, se recrudecía el conflicto de Astilleros y los dos autores decidieron pasar un fin de semana en el Coto de Doñana, en Matalascañas, a «rematar y componer».
Carlos iba componiendo verso a verso la música «ante la misma mar de Cádiz». Una hora después, la habanera estaba compuesta. Entonces la cantaron los dos. «Nunca un coro ha tenido menos voces, pero más enamoradas que aquellas dos».
La sorpresa
Entonces, ninguno de los dos se imaginaba el alcance de lo que acababan de conseguir. Ni barruntaba el sevillano que Cádiz le daría una calle entre El Mora y la Caleta y el título de Hijo Adoptivo. No lo sabía, y menos desde que ni la propia casa en que Carlos Cano grabó la primera versión «no le dio la menor importancia frente a otras de Cuaderno de coplas». Estaba metida «de relleno», frente a otra con más proyección comercial.
Sin embargo, el single que la compañía envía a la ciudad es desde el primer momento un pelotazo en Cádiz. En febrero, el Coro de La Viña lleva el estribillo en su popurrí de La Plastilina, con la letra de Antonio Martín. Burgos recuerda cómo, después, una noche Alejo García la pinchó en la Espuela, grabada por María Dolores Pradera.
Las versiones
Ya era más que un pelotazo. Muchos y muy distintos se dejaron seducir por las Habaneras, la cantaron y grabaron sus propias versiones. María Dolores Pradera, Pasión Vega, Chano Lobato, Nati Mistral, Los del Río, la coral polifónica Canticum Novum, Coral San Buenaventura; los grupos mediterráneos de habaneras Por Bou, Nubiola, Mar Endins, Aires del Vallés, Agua Dulce, Arrels de la Terra Ferma, Mestre d'Aixa y Els Cremats, la comparsa España La Nueva, entre muchas otras agrupaciones carnavalescas, Liuba María Hevia. De la larga lista, las dos versiones preferidas de Burgos fueron las de María Dolores Pradera y la que hizo el año de La Torcida el coro de Julio Pardo, que acompañó en multitud de ocasiones tanto a Cano como a María Dolores Pradera.
No da una cifra exacta de lo que le dejaron aquellos 42 versos en derechos de autor. Lo habitual en España, «poco». Y recuerda lo que le dice Felipe Campuzano, que si vivieran en Estados Unidos, viviría de Las salinas y Burgos de las Habaneras. «Y estaríamos todo el día rascándonos la barriga en una pedazo de piscina en Beverly Hills».
Los premios fueron otros. La calle, el título de Hijo Adoptivo de la ciudad, el pregón del Carnaval. «Total, por un piropo que escribí. Como la noche en la canción de Ana Belón, creo que a Cádiz se le fue la mano conmigo. Sobre todo, que los gaditanos me consideren paisano».
Un honor. Así considera el autor que sus Habaneras entre en el círculo glorioso de los himnos que elige una ciudad, no los que vienen impuestos. «Sobre todo pensando que los otros himnos oficiosos son Los duros antiguos, o Gaditana de La Fantasía de Quirós, sin olvidar Me han dicho que el amarillo de Manolito Santander».
Si tuvo el premio de la ciudad adoptiva, también sufrió la pelusa de la nativa. «Sevilla tiene guasa, porque aunque se tiene por la Ciudad de la Gracia, es la Ciudad de la Guasa». Aunque no vino de ahí lo de la «segunda salida de Don Quijote en versión de El Bati», que fue Habaneras de Sevilla. Tarde. Las habaneras ya eran las de Cádiz, aunque fueran un tango, «la misma manera, tan dulce y galana y el mismo compás». Desde entonces lo canta ya un coro en la plaza.
Nadie sabe, excepto el autor de aquellos versos, cuando se dio cuenta de lo que había parido. Pero era el texto de su vida. Pasados los años, con la dimensión y el horizonte del tiempo, si tuviera que salvar un solo folio de los cientos de miles que ha escrito, «sería ese».
No quiere decir que fuera perfecto. No hay textos de esos que dejan a un autor absolutamente satisfecho, siempre se pueden corregir. O quizás no haya autores de esos. ¿Cambiaría una coma? «Si acaso un verso que Fernando Quiñones siempre me corregía, y que me recordó hasta la última vez que nos vimos, en el salón de plenos del Ayuntamiento, ya él con media en las agujas, el pobre». Le decía siempre: «En vez de canción tan rica/se la dedican los trovadores tenías que haber puesto cosita rica, que es mucho más antillano (añado que sin premio lo de antillano, no me vaya a pasar como a Mariano Baquedano en el cuplé del Callejón de los Negros)».

 

El Cádiz de Burgos

ABC, 11 agosto 2007

Yo nunca estuve, niña, en la Habana; y, tal vez por eso, no se me puede olvidar...Sin embargo, he estado en Cádiz, en ese Cai que, a fuerza de piropos, Antonio Burgos ha conseguido despertar en mí. He caminado por La Caleta, contemplando esa plata quieta que al son de las olas mansas viene y va. He estado en el Mentidero, que no es más que un quesito de plaza en el que dicen que se «graznan» todos los cotilleos de los «cursis», los «papafritas», los «bacalaos», los «siesos» y los «babuchas» que deambulan por Cádiz como si la pasearan. He recorrido su catedral que es una Venus de Milo vuelta de espaldas, con sus hombros altos y su cabellera rubia, ofreciéndose al mar todo el día, pero sin entregarse en cuerpo ni de noche... ¡o quién sabe! Y, cómo no, me he perdido en ese barrio marinero de la Viña en el que, como en un juego de guiños y gracietas, los «gaditas» han parido el neodespotismo ilustrado de los carnavales, que es esa guasa en la que todo es para el pueblo, pero con el pueblo, ¡presente!
En esta ciudad donde el viento es una asignatura que se aprende en la cuna, me he sentido, como Antonio, un «colao» con ganas de escribir una habanera inmortal. Tiene Cádiz un aire de colonia española y huele a Caribe. Hay en toda la ciudad vieja un algo de reconquista, el eco de una botella devuelta desde las tierras de ultramar. Como si de aquellos años de la Casa de Contratación hubieran quedado atrapadas en ciertos rincones, en muchas fachadas y en no pocos rostros las huellas de la madre americana. Como dijo Pemán, Cai es la señorita del mar, la novia del aire que nunca se casa con nadie y se exhibe por esas calles que aquí son tan libres, tan constitucionales y tan solidarias que todas, como los ríos de aquel poeta, van a dar a la mar que aquí, por suerte, no es el morir, sino la vida y el bulle-bulle de un pueblo que se siente de fiesta hasta en los duelos.
En Cádiz se habla un andaluz con gracia que suena a castellano apolvoronado y tartaja. Un decir que es una «jartá» difícil de «penetrá» y «descifrá» para quienes no estamos acostumbrados a hacer de consonantes y vocales una vianda más. En Cai la «mojarra» parece que se apelmazara entre el paladar y la quijada; y como que moverla fuera un sacrificio inhumano para quienes, por hacer reír, son capaces de llorar como los títeres de la Tía Norica. El castellano de Cai es un español a su manera. Y quién te dice a ti que, conociendo a los gaditanos, no hicieron el habla oscura a propósito sólo para «putear» a esos ingleses «carajotes» que venían a hacer el agosto y, de paso, a cambiarle el nombre al jerez por esa cosa tan cursi y lacia del sherry.
Desde que atraviesa Puerta Tierra y se adentra en ese Cádiz que fue Gades para los romanos, uno entiende por qué Lola Flores le dijo a Batista que su Habana era como un Cádiz con más negritos. Metidos a comparar, tampoco extraña que a un «miarma» sevillano como Burgos le haya conquistado el duende y la serena calma de esta Habana con más salero. Una ciudad que a su manera es también, como tantas otras, una ciudad de dos mares: «la mare que parió al poniente» y «la mare que parió al levante», que son los dos vientos que alternativamente y en constante sucesión se disputan la supremacía de los aires gaditanos. Una ciudad en la que por poca «panoja» sale uno «arreglaíto» y con una auténtica «jartura» de gambas de cualquier «cusitrí» o restaurante de tronío. Y es que Cádiz o Cai es como el Betis: mucho Cádiz. Bien seguro es que a mí, por este artículo, ni me dedicarán una calle ni me harán hijo adoptivo, pero ya voy entendiendo, niña, por qué tiene Antonio Burgos dos novias. La otra se llama Isabel.
Fernando Conde

 

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"La frase correcta es: "Que la gente de Cai nacemos donde nos sale de los cojones", que entra mejor en el tres por cuatro"  

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