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Textos de Antonio Burgos sobre Cádiz

"Habaneras de Cádiz"

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Antonio Burgos y el coro de Julio Pardo presentan el Carnaval 2004 en Madrid  

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SECCION
15 febrero 2004

Antonio Burgos se inmortaliza en su tierra
La Comisión de Nomeclátor acordó en enero que la calle que conecta el Paseo de la Caleta con el Castillo San Sebastián lleve el nombre del autor de las Habaneras de Cádiz.


JUSTO MATA CáDIZ
La tarde de ayer sábado no quedará en el olvido para el letrista de las famosas "Habaneras de Cádiz" a la que otro gaditano de adopción, Carlos Cano, -su compañero en el pregón del Carnaval de 1988- le puso la música, ya que el nombre de Antonio Burgos quedó inmortalizado para siempre en una arteria del casco antiguo de la ciudad, cuya rotulación se debe a un acuerdo que alcanzó la Comisión de Nomeclátor del Ayuntamiento gaditano en enero de 2002.

La alcaldesa de la ciudad, Teófila Martínez, acompañó en todo momento al conocido escritor y periodista sevillano en el acto de inauguración oficial de la nueva calle que conecta el Paseo de la Caleta y el Castillo Santa Catalina, arteria que se encuentra situada muy cerca de la emblemática Viña, un barrio muy querido por el autor carnavalesco, por algo fue el letrista de su coro durante varios años. La primera autoridad municipal y el Hijo Adoptivo de la Ciudad desde 2003, fueron los encargado de descubrir el monolito que da nombre a esta calle caletera.

Estuvieron con Burgos y su esposa un buen número de fieles amigos, entre los que se encontraban Curro Romero y su esposa Carmen Tello, la duquesa de Alba; el presidente del Ateneo, Ignacio Moreno Aparicio, junto a varios miembros de la institución, y muchos concejales de equipo de Gobierno popular. También acudieron a la cita algunos componentes de su coro viñero y del de Julio Pardo.

Una vez terminado el acto, los coristas, junto a muchos de los asistentes, guitarra y bandurria en mano, entonaron la letra de las Habaneras de Cádiz en homenaje a su autor. El popular tema no podía tener un fondo más adecuado que un atardecer en la emblemática playa de la Caleta, un rincón gaditano que está en el corazón de Antonio Burgos.

Esta zona va a experimentar, a medio plazo, una profunda remodelación por cuanto las antiguas viviendas militares que ocupan una de las aceras de la calle van a ser demolidas y en su lugar se va a abrir una gran plaza que servirá como pórtico al Castillo Santa Catalina, que igualmente está siendo rehabilitado y ya funciona como centro para actividades relacionadas con la cultura, el turismo y la artesanía.


Recordó a los ‘colaos’ en el corazón de Cai
Antonio Burgos, tras escuchar las emotivas palabras que le dirigió la alcaldesa al término del acto de inauguración de la nueva calle caletera, sacó una ‘chuleta’ y comenzó a desgranar sentidas palabras dedicadas a Cádiz. Burgos comenzó piropeando a la ciudad: “Yo tengo dos novias bonitas que el ‘sentío’ me quita las dos por igual, una se llama Isabel, y la otra, que nació como Venus entre la espuma, que se llama Cai”. Luego agradeció la distinción e hizo un recorrido por su tierra de adopción, deteniéndose en dos paraísos, “uno que hizo el hombre, el del Falla y el otro, hecho por Dios, al que se le llama Caleta”. Burgos terminó recordando a esos ‘colaos’ en el corazón de Cádiz, como “Paco Alba, que nació en Conil; Fernando Quiñones, en Chiclana y Carlos Cano en ‘Graná’, junto a los que estamos ‘colaítos’ por Cai”.

Los colaos del paraíso de la Caleta
Texto íntegro del discurso de Antonio Burgos

Este hermoso Cádiz liberal y trimilenario se nos aparece dual como las dos torres del Carmen mirándose en el mar de la Alameda.

Es el Cádiz de... los fenicios y los romanos; San Servando y San Germán; San Alberti y San Pemán; La Virgen del Rosario y la Virgen de la Palma; el maremoto y la explosión; la marea llena y la marea vacía; las Puertas de Tierra y las Puertas del Mar; el puente Carranza y el puente Canal; el Arco de los Blancos y el Arco de la Rosa; La Viña y Santa María; Manuel de Falla y El Tío de la Tiza: Cádiz- Cádiz y El Trasmuro; ese castillo de San Sebastián y este castillo de Santa Catalina.

En Cádiz también son duales los paraísos. Uno hecho por el hombre y otro por Dios. El paraíso del Falla y este paraíso que llamamos Caleta. En el paraíso del Falla, los elegidos de la esencia oyen esos tangos que son como una nana que mece a la Libertad en su cuna... En el paraíso de la Caleta, los tocados por la gracia gozan en cada aguaje de la hermosura de la obra perfecta del Dios que creó mares de barquillas y tierras de piedra ostionera.

El paraíso del Falla tiene la tradición de los colaos. Ser colao en aquel paraíso es la esencia de la ciencia del pueblo. Este otro paraíso de la Caleta también tiene sus colaos, con sus nombres. Los que nos colamos en el corazón de Cádiz. Gracias, Cádiz; gracias, paisanos gaditanos; gracias, excelentísima señora alcaldesa; gracias, Ayuntamiento Constitucional, por dejarme entrar en este paraíso caletero, donde ninguno de los colaos hemos nacido aquí, por aquello de que la gente de Cai nacemos donde nos sale del alma. Junto a un colao, Paco Alba, que nació en Conil. Junto a un colao, Fernando Quiñones, que nació en Chiclana. Junto a un colao, Carlos Cano, que nació en Granada. Junto a los que estamos colaítos por la amada Cádiz.

Y gracias porque mi sitito como colao del paraíso del corazón de Cádiz esté precisamente en este ancho camino que conduce al castillo donde los absolutistas encarcelaban a quienes luchaban por la Libertad. Si cuando no la había, o cuando los asesinos la amenazan en esta España a la que llamamos Andalucía, siempre me sentí por la parte de dentro de ese castillito que encierra el símbolo de la Libertad, más ahora, cuando "las olas de la Caleta que es plata quieta/rompían contra las rocas de aquel paseo que al bamboleo de aquellas bocas" le han puesto mi nombre. Al fin y al cabo, Cádiz es el nombre que le tengo puesto a la Libertad.


Clic para ver el Diario del Carnaval14 febrero 2004

Dos décadas de 'Habaneras'
La conocida copla fue escrita hace 20 años por Antonio Burgos, hijo adoptivo de Cádiz y que hoy, a las seis y media, inaugura una calle con su nombre junto a La Caleta y el Castillo Santa Catalina
 

Inmaculada Macías.   

Eran los primeros días de otoño del año 1984 cuando Carlos Cano y Antonio Burgos aprovecharon un fin de semana para irse juntos al Coto de Doñana a 'parir' lo que durante un tiempo habían estado gestando con tanto mimo y cariño:
"Habaneras de Cádiz"
Así nacía una de las coplas más conocida y que han cantado voces de la calidad de María Dolores Pradera, Pasión Vega, Nati Mistral, Chano Lobato o Los del Río.

Antonio Burgos, en un artículo publicado en la revista Andana y que este periódico recogió íntegramente en sus páginas un 7 de noviembre de 1985, contaba cómo estos dos andaluces compusieron esta copla guiados por el Cádiz que habían retenido en sus ojos en su visita a Cuba.

Escribieron primero la letra y luego vino la música, "pero había que meterse en Cádiz", recuerda en el artículo Antonio Burgos y "no había más remedio que volver a Cádiz" y a "don José María Pemán" y a su "Viudita naviera", que cantara la comparsa de Paco Alba, para completar la obra musical. Con "la viudita que se va a casar por poder.... por poder tener un marío que la lleve a la Alamea, y con el chisme que es como un jazmín que se convierte en palmera...", este letrista empezó a comprender el Carnaval. Cuenta que de "allí salió el ritmo interior de La Habanera" y luego "ya solo hubo que dejar hablar al corazón que Carlos y yo habíamos encontrado en La Habana". Pero le faltaba la gracia del cuplé. "Había que meter una salina de don José Carranza a modo de estribillo de cuplé para rematar la copla", escribía en el artículo en el que contaba el proceso de inspiración de la copla. Entonces, Burgos se acordó de Lola Flores: "Carlos Cano había venido diciendo de Cuba que quien tenía razón era Lola. Cuando fue a cantar a La Habana de Batista y le preguntaron qué le parecía aquello dijo: 'Hijo, esto es como Cádiz, pero con negros y con más palmeras que las que hay en el Parque Genovés" y, por ello, "había que meter la genialidad de Lola, que no era otra que la gracia de Cádiz".

Y en Matalascañas, ese otoño de 1984, "Carlos, con su guitarra, tomando notas, iba componiendo verso a verso la música de mi letra... Y no había pasado más de una hora de aquella borrachera de Hércules y de los leones, La Habanera estaba compuesta y, entonces, nos abrimos a cantarla". Después vendrían veinte años de éxitos.

Hoy Cádiz le devuelve un trozo de aquella habanera en forma de calle. Hoy se le rendirá un nuevo tributo a este escritor con la inauguración de una calle que lleva su nombre y que perpetuará su arte y amor por la ciudad.


Clic para ver el Diario del Carnaval 15  febrero  2004

homenaje

Cádiz ya tiene un 'cachito' de Burgos
El escritor sevillano Antonio Burgos inaugura una calle que lleva su nombre junto a La Caleta

MARIBEL GUTIÉRREZ.  

CÁDIZ. El paseo que une a la playa de La Caleta con el Castillo de Santa Catalina ha sido el lugar elegido para que uno de los hijos adoptivos de la ciudad, y de los que más piropos y pleitesía le profesa, tenga su propia calle.

Antonio Burgos asistía ayer por la tarde, en uno de los más bellos momentos que se pueden vivir en la playa gaditana, cuando el atardecer está a punto de teñir de colores anaranjados el cielo, a la inauguración del monolito en el que se podía leer "Calle de Antonio Burgos" y una de las letras de las Habaneras que él mismo creó: "Las olas de La Caleta, que es plata quieta...". No podía ser en otro sitio.

Antonio Burgos decía que Cádiz era "una muchacha en forma de habanera y esta ciudad al contrario de la mayoría de las muchachas me dijo que sí, prueba de ello es que primero me hizo su Hijo Adoptivo y ahora ha puesto mi nombre a un trocito de este paraíso que es La Caleta".

"Hay veces que la realidad imita al arte y el arte a la realidad. Yo escribí que las olas de La Caleta es plata quieta y ésta es la demostración de que hay veces que la mejor lógica es la de la poesía y la poesía no se equivoca. Cádiz, que es tan generosa, me ha pagado con creces", relataba un feliz Antonio Burgos.

A la pregunta de si era posible que de su pluma salieran más piropos a Cádiz, el escritor comentaba que sus amigos del mundo del Carnaval ya le han pedido que vuelva a escribir letras para cantarlas en el Falla y que no se podía poner límites a "la Divina Providencia" puesto que Cádiz es "una mujer de más de tres mil años que no envejece, no le hace falta ningún 'lifting', sino que parece que acaba de nacer entre las olas", por lo que no le van a faltar los piropos.

No sólo del mundo del Carnaval se rodeó Antonio Burgos ayer, ya que asistieron personalidades del mundo de la política, la aristocracia o los toros.

La alcaldesa de Cádiz, Teófila Martínez, acudió acompañada de un gran número de concejales entre los que se encontraban Enrique García Agulló, Francisco Vivas, Eloísa Zilbermann o Juan Antonio Guerrero; también se acercaron Rafael Román con su mujer; el alcalde de Huelva, Pedro Rodríguez; dos hosteleros de 'renombre' como son José Ruiz 'El Manteca' y Gonzalo Córdoba, propietario de 'El Faro'; un gran amigo del escritor, el torero Curro Romero, que quiso demostrarle su cariño y comentaba que estaba "muy contento porque Antonio se lo merece. Él se pierde por Cádiz y lleva a gala a la ciudad."

La duquesa de Alba también acompañó a Burgos y declaraba, como Curro Romero, que "lo que ha hecho Antonio durante toda su vida ha sido ensalzar Cádiz".

A este emotivo homenaje no faltaron muchos ciudadanos gaditanos que quisieron mostrar su simpatía a Burgos y junto a todas las personalidades, más parte del coro de Julio Pardo y con el autor Antonio Martín, entonaron parte de las famosísimas "Habaneras de Cádiz", una vez que el escritor sevillano había pronunciado un hermoso discurso en el que hacía un repaso a la historia y a los rincones más bellos de la ciudad, y afirmaba que "la gente de Cai nacemos donde nos sale del alma".

Tras el homenaje, Antonio Burgos y sus amigos se dirigieron a 'Casa Manteca', donde disfrutaron de los placeres de la gastronomía y de una animada charla.


el palillero

Las ciudades que enamoran

José Joaquín León

Hay ciudades que enamoran, no se sabe por qué, y Cádiz es una de ellas. Por eso el día de San Valentín debería ser fiesta local. Ayer perdimos la oportunidad, pero al menos quedó el consuelo de celebrarlo con la dedicatoria de una calle junto a la Caleta a Antonio Burgos, que es un enamorado de Cádiz. El autor de las habaneras tiene con esta ciudad un amor correspondido, pues él ha dado mucho y tampoco ha salido malparado: ha ganado premios como letrista del coro de la Viña -aunque se retiró a tiempo y se ha evitado el cajonazo de este año-, ha sido pregonero del Carnaval, es Hijo Adoptivo y ya tiene una calle dedicada sin pasar por el engorroso trámite de estar en los cielos siguiendo las músicas celestiales del concurso junto a Paco, que puede esperarlo allí mientras llama El Libi, y que sea por muchos años. Mejor disfrutar la calle para celebrarlo en El Manteca un 14 de febrero, día de San Valentín.

Meditemos sobre la piedra filosofal de una roca caletera por qué Cádiz es de las ciudades que enamoran. Hace poco escribí que ahora esos que van a Fitur y se ponen más morados que la túnica de un penitente del Medinaceli suelen reducir el turismo a las cifras de ocupación hotelera, cuando lo que interesa no es si los hoteles están al 40 por ciento o al 50 por ciento, sino enamorar al viajero. La ventaja de estos amores con las ciudades es que pueden ser polígamos o poliándricos, o lo que sea. Quiero decir que nos podemos enamorar de muchas. Yo, por ejemplo, estoy enamorado de 20 ó 30, no las he contado con exactitud, pero este donjuanismo turístico tiene matices. Hay ciudades que son para toda la vida, hay otras que te entusiasman y te aburren pronto, hay aquellas con las que te equivocas, hay algunas de las que te olvidas, y no faltan las que te enfadan hasta que un día recuperas un viejo cariño.

Hay ciudades de las que te vas y te alejas, pero sabes que volverás, porque te marcaron para siempre. Cádiz es así. Por eso el gaditano no sólo nace donde le sale de los cojones, como afirmó Antonio Burgos, sino que quien se enamoró de ella vive donde le da la gana o donde puede, pero sabe que su espíritu está siempre presente en el cielo de Cádiz, que es el reducido espacio comprendido entre Cortadura y la Caleta, y que a veces confundimos con la eternidad. Y por eso los poetas, que son grandes amantes, nunca se olvidan de su viejo amor, que está idealizado, como le pasa a Carlos Edmundo de Ory en su voluntario exilio, o a Álvaro Mutis, gaditano de Colombia, trotamundos infatigable de una remota fuga.

Dicen que la suerte de la fea la bonita la desea. Puede que pase también con la suerte de las ciudades, porque ahí están el Villarreal y el Albacete, en Primera División. Pero estos amores no se fundamentan en la belleza, sino en el encanto, como los hoteles que quieren abrir para el turismo de calidad. El encanto es lo que cautiva. Desde los tiempos de los fenicios, muchos sintieron ese flechazo, que no es un dardo de Cupido, sino un soplo de poniente que estremece, un aire fresco, de libertad.

Y así Cádiz es una ciudad en la que se reúnen forasteros por los siglos de los siglos, hasta creerse gaditanos, sin darse cuenta de que sólo son amantes de Cádiz.
 

 


15 febrero 2004

Burgos ya tiene una calle en Cádiz


 

ABC

El escritor y periodista Antonio Burgos, acompañado de la alcaldesa de Cádiz, Teófila Martínez, asistieron ayer a la inauguración oficial de la calle que, junto a la playa de La Caleta, dedica la capital gaditana al autor de la letra de las «Habaneras de Cádiz», que son desde hace 20 años como un pregón universal Cádiz. Aunque nacido en Sevilla, Burgos, desde su infancia, está muy vinculado a Cádiz, que en 2003 lo nombró Hijo Adoptivo de la ciudad, atendiendo la petición formulada por las firmas de más de 5.000 gaditanos.

 


16 febrero 2004

Calle Antonio Burgos

Por SALVADOR FERNÁNDEZ JULBEZ

Desde Sevilla a Cádiz y desde Cádiz a Sevilla, siempre hubo, hay y habrá un flujo de coplas, que surcando el Guadalquivir, en el más hermoso de los veleros, han ido de aquí para allá, como esos cantes de ida y vuelta que navegaban por la mar océano, desde las Antillas hasta desembarcar en la «Tacita de Plata». Coplas que a veces fueron tanguillos y que en otras ocasiones se hicieron habaneras, piropos cubanos oliendo a malecón, a barco carbonero y a cigarros puros, que al llegar al muelle gaditano se transformaban en pasacalles chirigoteros al compás de bombo y caja, en un singular tatachín que se perdía entre los mil y un recovecos del barrio de La Viña.

Y alguien tenía que venir para darle vida, precisamente en una copla, a esta eclosión antillana-gaditana, para deleite y ensoñamiento del mas fino de los paladares.Y llegó un hombre sencillo, cabal, sevillano hasta las mismas entrañas, andaluz por antonomasia y gaditano hasta los huesos, tanto que su corazón comenzó a dividirse en dos anchos ríos por el que navega un barquito de velas blancas, que en su mascarón de proa lleva fundido, en el más entrañable de los abrazos, los nombres de Hispalis y Gades, como si de una trirreme romana se tratara.Y un día aquel marinero en tierra le regaló a su viejo y querido amigo Cádiz, una habanera, mezcla de melaza y guayaba que se convirtió por obra y gracia de su pluma en el más hermoso de los tangos de Carnaval: «Que tengo un amor en La Habana/y el otro en Andalucía....».

Querido Antonio Burgos: El sábado tu amor por Cádiz quedò, para siempre, plasmado en el rótulo de una calle que los gaditanos te han dedicado con su mayor cariño, lo mismo que este humilde aprendiz tuyo te dedica este pasodoble, con la musiquita del vaporcito y con el corazón en la mano. «Tiene una calle mi Cádiz/que no se puede aguantar/que es muy chuiquita y bonita/y está cerquita del mar/¡ay¡ mire usted si esa calle es tan graciosa y coqueta/que está justito al «laito» de nuestra hermosa Caleta/calle de corales/calle que tan sólo huele a carnavales/calle marinera que hoy una habanera quisiera cantar/calle que rezuma arte y poesía/y a la que la bruma quisiera besar/calle del arte, de un arte fino/de un sevillano que un día aquí vino/a decirte mil piropos y a volverse loco con «toas» tus cosillas/a embriagarse con tu brisa y con la sonrisa de aquella barquilla/ gaditano y sevillano que vas navegando en ese velero/¡ay¡ que bonito detalle/que te hayan puesto una calle/con sabores marineros».

 


10 febrero 2004

Calle en Cádiz para Antonio Burgos

Por JOSÉ LUIS MONTOYA

Generalmente, cuando escribo sobre honores concedidos a alguien, suelo hacer una breve semblanza sobre la persona de que se trate; pero como no hay regla sin excepción, esa excepción se produce hoy, sencillamente porque como voy a referirme al escritor y maestro de periodistas, amén de admirado y querido amigo, Antonio Burgos, su sólo nombre ahorra comentarios acerca de currículo y merecimientos, porque están en la mente de todos.

¿Que por qué escribo hoy de Antonio? Pues sencillamente porque en Cádiz, esa ciudad que este sevillano ama y defiende tanto, a la que dedicó la popularísima "Habanera", y de la que es Hijo Adoptivo, va a tener desde el próximo sábado una calle con su nombre en una zona tan clásica como es La Caleta. Enhorabuena Antonio.

 


Clic para ver el Diario del Carnaval 27 enero 2004

El Pinsapar

Ya sólo faltarán las habaneras

Por Enrique Montiel

Cádiz ha hecho feliz a Antonio Burgos, muy feliz. Él, que es un tímido que se atranca, lo ha dicho a su modo: "¿Qué se debe aquí?". Porque es el padrino de sí mismo, el padrino de bautizo y el padrino de boda y el padrino de confirmación. Y quiere pagá la convidá. "¿Qué se debe aquí?". Lo dice siempre que viene a Cádiz a hacer lo que le pidan. Como forma de decir que no le deben nada, que él siempre es el deudor. Y es sincero. Vamos, que se desgañita en lo alto de la batea del coro de los que aman a Cádiz. Cantando en la plaza o cantando en Madrid o cantando cuando se afeita, si se afeitara. Es una cosa digna de ver esto de Antonio con Cádiz, este flechazo, esta pasión irrefrenable, antigua, constante, instante y plena. Este matrimonio.

Antes de que Teófila le diera los papeles, venía en una patera, la Patera de Mangoli, que salía desde las gradas del Guadalquivir remando al viento, daba la vuelta por Sanlúcar y se metía a estribor del faro de Las Puercas buscando la canal del puerto, el puerto del "Juan Sebastián de Elcano". O se entraba a babor y encallaba en las arenas de La Caleta, que es el puerto de las mojarritas y de las caballasá con piriñaca de Cai-Cai. Y de los simpapeles porque Fernando Quiñones, antes de ser de bronce y gloria bendita, era el que limpiaba el playón de la magia de Cádiz. De papeles de malos ejemplos.

Por eso, ya decía. Cádiz ya hacía feliz a Antonio Burgos mucho antes de que le dieran los papeles, los papeles del camión en donde viene de cosario a Cádiz, en donde trae todas las palabras que hablan de amor. Era feliz desde que su padre le dijera al Goma, su amigo de las trincheras de la Guerra Civil, que le apañara algo en Cádiz para el carnaval. Antonio con pantalón corto escuchando los coros en la plaza, que ya entonces cantaban los coros en la plaza y por eso puso al coro en la plaza en las habaneras que le mangó Carlos Cano, que santa gloria goce, las habaneras de Antonio Burgos. Más que nada dejándose querer, que vestía mucho eso de "las habaneras de Carlos Cano", que es el agua que sigue rodando, eso que dice Pasión Vega muy propia, como se pone ella, muy metida en lo suyo: "Y ahora me gustaría cantarles... Las Habaneras de Carlos Cano". ¡Toma ya! El tarirororiro tariroriro, que es la música de Carlos Cano, sin el magnífico poema del maestro Burgos, ¿qué hubiera sido? Y sin el coro en la plaza, el coro del Gordo, que es un coro de Cádiz, no son Los Sabandeños ni una panda de Verdiales.

Por eso decía que ya sólo le quedan las habaneras. Porque tiene los papeles para la aduana de Portatierra o de la Caleta, y va a tener una calle de arte, una calle junto al castillo de San Sebastián. A ver si Cádiz se las da también, las habaneras, diciéndolo siempre: las habaneras de Cai de Antonio Burgos. Eso.

 

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