Clic para ir a ¡HOLA! en Internet

Ir a "¡Hola!" en Internet

De rosa y oro 

                                            por Antonio Burgos


Num. 3018 - 13 de junio del 2002                                    Ir a "¡Hola!" en Internet
Clic para ir a la página principal

Página principal-Inicio


Clic

 
"Jazmines en el ojal", editorial La Esfera de los Libros, prólogo de María Dolores Pradera   

"JAZMINES EN EL OJAL", nuevo libro de Antonio Burgos

 

Artículos anteriores en ¡HOLA!
Recuadros
UN MUNDIAL DE PELONES Artículos anteriores en ¡HOLA!
 

Como tantos chavales de su generación, terminado el BUP, mi hijo Fernando se fue a vivir su sueño americano del COU en Estados Unidos. Al regreso de aquel curso, estábamos de padrazos esperándolo en Barajas cuando apareció con un pelado de "marine" inequívocamente americano y, qué horror, ¡con un pendiente en la oreja! Como está mandado, hicimos dos cosas. Primera, darle cuantos besos, abrazos y arrumacos pudimos. Y segunda, decirle: "Ya te estás quitando inmediatamente ese zarcillo..."

Tengo, por tanto, experiencia sobrada en ese generalizado conflicto contemporáneo del choque de intereses entre la autoridad paterna y el "piercing". Y como desde que vivió aquel sueño americano mi hijo le cogió gusto al extranjero (demasiado) y ahora está de emigrante de las nuevas tecnologías, sigo acumulando experiencia paternal sobre pendientes y modas capilares.

Los españoles nos caracterizamos porque no sabemos lo que tenemos. No sólo este paraíso de clima y de calidad de vida. Tampoco valoramos las pequeñas cosas. Por ejemplo, nuestras barberías, las mejores del mundo, y no lo digo porque yo sea paisano del Barbero de Sevilla. No sólo Fígaro es arquetipo universal en la ópera; en "El Quijote" es también gente el barbero. Europa es un sitio donde los barberos no son personajes literarios y además cuesta una fortuna pelarse. Con el precio de un pelado en Berlín puedes hacer una iguala para dos años con tu barbero. Por ahí los barberos no te dan charlita sobre el Real Madrid y además pelan muy malamente. Mi hijo Fernando tenía el otro día una reunión de trabajo en Londres y para estar en perfecto estado de revista y policía, fue a la peluquería en Zurich, uno de los sitios donde peor y más caro pelan del mundo. Venía de la barbería cuando lo llamé para otra cosa y le pregunté cómo estaba:

-- Pues muy enfadado, pelándome al cero con la maquinilla. He ido a pelarme y me han dejado tan mal, tan cateto y tan impresentable, que esto no tiene más solución que raparse al cero...

Y como no es la vez primera que se ha rapado, en esta moda globalizada de las cabezas al cero, le dije pesaroso desde mi estética Beatles de cabellos largos:

-- Hijo, ¿pero otra vez te vas a pelar como un preso antiguo?

-- No, me voy a pelar de uniforme de ejecutivo...

Como un ejecutivo, o un príncipe heredero, o un futbolista millonario, que son los que se pelan al cero. Las más ilustres cabezas contemporáneas están tan rapadas como el mármol craneal de los bustos de los emperadores romanos. El pelado al cero fue durante muchos años signo de represión. Al cero aparecen rapados los prisioneros judíos en los campos de exterminio nazi. Los ultras de su tiempo quisieron pelar al cero a Miguel de Molina, tras dar aceite de ricino a su heterodoxia. Era el rapado infamante correctivo en internados, cárceles, cuarteles. Como castigo, el P. Sobrino hizo pelarse al cero a medio curso en mi Preuniversitario de los Jesuitas. Entonces los pelones eran los réprobos; hoy, los dueños del mundo. Hablando del mundo: el Mundial de Fútbol es un desfile de cabezas rapadas; las cláusulas de rescisión modelo Roberto Carlos suman bastante más que las del modelo Karembeau. Se casa Marta Luisa de Noruega y el príncipe Hamzá de Jordania luce su pelado al cero. Como al cero va pelado Alberto de Mónaco. Igual que la barba decimonónica se hizo progre en Mayo del 68, la cabeza rapada de los castigados ha pasado a símbolo de la globalización. Llevan cabeza rapada los autores de "best sellers", los catedráticos, los "proyect managers". Relucen los cráneos como si hubieran pasado tribus enteras de indios cortando cabelleras e ideas desfasadas. A algunos, hasta se les traslucen las imperantes ideas globalizadas. Pelones hay incluso políticos, como Durán i Lleida. Claro que lo de Durán i Lleida es más bien una calva globalizada. Durán pertenece a los pelones por necesidad. Los que se vieron la calva en el espejo como Fernando mi hijo contempló su pelado desastroso de Zurich y se dijeron: "Para poca, salud, ninguna". Y, ¡zas!, se pelaron al cero.

Clic


Clic para ir a ¡HOLA! en Internet Clic para ir a la portada

Indice de artículos de Antonio Burgos en "¡Hola!"

Volver a la portada de El RedCuadroClic para ir a la página principal