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De rosa y oro 

                                            por Antonio Burgos


Num. 3026 - 8 de agosto del 2002                                    Ir a "¡Hola!" en Internet
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"Jazmines en el ojal", editorial La Esfera de los Libros, prólogo de María Dolores Pradera   

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Sinforiano de Mendieta es uno de tantos desconocidos compatriotas que, como decía Federico García Sanchís, andan por el mundo españoleando, palabra ya desusada de un escritor olvidado. Mendieta es un empresario establecido desde muy joven en Suiza, donde ejerce prósperamente como "broker" por todo lo alto en el comercio de materias primas para la industria helvética. Y ha presidido Mendieta con éxito una veterana institución española que ha revitalizado, la Cámara de Comercio Hispano-Suiza. La Cámara fomenta los intercambios económicos entre ambos países y no se olvida de aspectos humanitarios, como una cena de gala anual para recaudar ayudas para niños de zonas deprimidas de la América hispana.

Era algo así como el mes de noviembre cuando Mendieta me llamó desde Zurich y me dejó completamente desconcertado:

-- ¿Tienes pensado venir por Suiza el viernes 23 de marzo?

-- Hombre, así a bote pronto, ahora mismo... ¡Dios sabe lo que puede ocurrir de aquí a marzo!

-- Es que ese día celebramos nuestra cena de gala, y como hemos invitado al Duque de Lugo para que la presida, nos gustaría mucho que pudieras acompañarnos...

Todo esto, en noviembre. Cuenten con los dedos, como en los pueblos los embarazos de las novias sospechosas de haber ido encintas a la boda: noviembre, diciembre, enero, febrero, marzo... ¡Con cinco meses de antelación me invitaba Mendieta a la cena suiza! Para nosotros, de dejarnos sentados, pero de extrañeza, antes de que llegue la cena. En Europa, lo más normal y lógico. Quizá a los países del resto del continente los llamen "sociedades avanzadas" por la anticipación con que lo hacen todo. Para la cena de marzo, Mendieta me invitaba en noviembre, como quien celebra su cumpleaños en diciembre te invita en octubre a la fiesta que está organizando. Organizando, no improvisando, que es lo que hacemos aquí. Por ahí, las agendas echan humo, apuntando todos citas a cuatro, a cinco meses vista. Aquí, en la suprema capacidad de improvisación, todo se decide de un día para otro. Algo va cambiando. Por ejemplo, las reservas para el restaurante. Aquí, hasta hace unos años, nadie reservaba días antes mesa para ir a cenar con unos amigos. Entre otras cosas, porque no sabías que ibas a cenar con ellos hasta horas antes:

-- ¿Os apetece venir esta noche con nosotros a cenar?

Y allá que ibas al restaurante, y como todo el mundo hacía igual, encontrabas mesa, porque los libros de reservas estaban como el de los gustos: en blanco. En las cenas de trabajo o de amigos ya estamos completamente europeizados. Hasta elogiamos a algunos restaurantes con esos parámetros continentales de la previsión:

-- Para poder cenar aquí tienes que reservar mesa con quince días de antelación.

En poco más hemos hecho la convergencia con la previsión europea. En las bodas, si acaso. Las invitaciones de boda sí que se reciben cada vez con mayor antelación. Pero salvo estas excepciones, el español sigue yendo a su aire, guiándose por el meridiano de Madrid, el de la improvisación, que no tiene nada que ver con el cuadriculado meridiano de Berlín. Quizá España sea el único país de toda Europa donde aún, en pleno agosto, se siguen anunciando ofertas de viajes para estas Vacaciones 2002. Ver los periódicos en estos días, con la publicidad de las ofertas, es todo un análisis de la nula capacidad de previsión del español. Todos los españoles que han ido a esa nueva moda del Vallarta mexicano lo han decidido sobre la marcha, una semana apenas antes de emprender el viaje. Cuando hayan llegado a la tumbona tropical, se habrán encontrado con los previsores alemanes, que el año pasado, cuando estaban aún gozando de la oferta baratita de nueve días y ocho noches en Isla Mauricio, ya sabían, como una obligación ineludible, que en este agosto del año 2002 les tocaban siete días y seis noches en Vallarta, con extensión a México D.F.

 

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