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De rosa y oro 

                                            por Antonio Burgos


Num. 3028 - 22 de agosto del 2002                                    Ir a "¡Hola!" en Internet
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"Hasta aquí llegó el agua desbordada del río Guadalquivir en la noche del 3 de febrero de...", dice una raya pintada en un azulejo en muchas ciudades ribereñas de Andalucía. Los que llaman "azulejos de riadas" marcan por Sevilla y por Córdoba negros recuerdos de campos arrasados y calles anegadas.

Yo he visto aquí en Puerto Rico, desde donde escribo, uno de esos azulejos de riadas. No se trataba de una riada devastadora, sino de una generosa inundación de fama y fortuna. Estoy de vacaciones en la playa puertorriqueña de Isla Verde, pagándolo de mi bolsillo, no porque me haya tocado acertando la edad de Antonio Banderas en el programa de Anne Igartiburu. Sin otro orden del día que mar tropical, piña colada y banda sonora de salsa y música guajira, estoy en la tumbona bajo un cocotero, y tengo en las manos el diario sanjuanero "El Nuevo Día". En los honores de la página 3 del periódico escrito en el hermoso español boricua, me encuentro con el referido azulejo de riadas y le digo a mi mujer:

-- Mira, Isabel, hasta aquí llegó el agua de la boda de Jesulín...

Aquí que está Jesús Janeiro en persona, de figura en la tierra de Ricky Martin y de José Feliciano, no sólo por la noticia de su boda, sino por la danza de millones de su exclusiva. En estos días ha habido muchas noticias de muchos otros diestros. De ninguno de ellos ha venido una sola línea en "El Nuevo Día" de San Juan, que habla de Jesús Janeiro como alguien de la familia. Ni Belmonte que hubiera vuelto a la vida desde su leyenda y se hubiera casado hubiera alcanzado estas lejanías caribeñas con su fama. Ni con el mito del "Llevarás luto por mi" acuñado por Lapierre y Collins hablaron así de "El Cordobés" los diarios de estas naciones donde no hubo corridas de toros ni en tiempos de la colonia española.

¿Por qué todo esto? Porque Jesús Janeiro ha sido tocado por el cielo con unas bolitas con que señala el Creador a pocos de los mortales, como decía la recitadora Gabriela Ortega sobre el arte. Dios ha dado a Jesulín la taumaturgia de la fama. Es un Midas de la fama. Da fama a todo cuanto toca, le es relativo o le pertenece. Se habla de su boda en estos sitios donde Colón perdió el gorro, después de descubrirlos en uno de sus viajes, donde no saben qué es un torero, ni por dónde cae la Hacienda Benazuza, ni mucho menos que antes que hotel fue el cortijo de la taurinísima familia Pablo-Romero.

Bajo este cocotero, mirando el "hasta aquí llegó el agua" de esa boda, pienso que Jesulín hizo famoso a su pueblo, que antes apenas si se conocía por su industria marroquinera. Hasta el punto de que hasta que se lo puso como artístico nombre de guerra muchos creían que el "ubrique" era un animal utilizado para carteras y billeteros, que se decía "piel de Ubrique" como "piel de cerdo" o "piel de serpiente". Jesulín hizo famosa a su hermana Carmen, a la que elevó a la Pasarela Cibeles del corazón. A su hermano Víctor, a quien vi torear con muy buenas maneras en la plaza de Sevilla. Y luego siguió haciendo famosa a Belén Esteban, la madre de su hija, a la propia niña Andreíta, a más de media docenas de novias anteriores y posteriores. Famoso es su padre, por el mero hecho de serlo, y desde en esta playa borinqueña me acuerdo que se llama Humberto. Hizo famosos a sus apoderados, al anterior, Morillas, y al actual, José Luis Segura, cuando, por ejemplo, nadie sabe fuera del mundillo taurino quién lleva a José Tomás o El Juli.

Rara estirpe española la de los Midas de la fama, auténticos cabezas de estirpe de dinastías de papel. Dios les dio esa gracia de hacer famosos a cuantos los rodean. ¿Cuántos personajes de rosa y oro han sido creados por su cercanía familiar con Julio Iglesias, con Rocío Jurado? Siendo Plácido Domingo otro español universal, no tiene este don de Midas. Apenas se conoce a nadie de su familia, aunque sus padres fueran grandes artistas líricos. Para transmitir fama y poner en regadío de fortuna a familias enteras hay que llamarse Jesús, Julio o Rocío. Ya digo, que hasta aquí a Puerto Rico llegó el agua de la boda de Jesulín...

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