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De rosa y oro 

                                            por Antonio Burgos


Num. 3052 - 6 de febrero 2003                                    Ir a "¡Hola!" en Internet
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"Jazmines en el ojal", editorial La Esfera de los Libros, prólogo de María Dolores Pradera   

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Antes de marcharse a Galicia como nuevo consejero de la Xunta, Alberto Núñez Feijoo, que hasta entonces era presidente de la Sociedad Estatal Correos y Telégrafos, me envió una corbata de regalo, preciosa por cierto. Y como suelen ser ahora las corbatas de regalo: con el logotipo de la casa. A los caballeros nos encanta que nos regalen corbatas, como bien saben los hijos a efectos del Día del Padre o las suegras a efectos de la Navidad y los Reyes Magos. El regalo más socorrido es al hombre lo que el frasco de perfume a la mujer. Con una corbata nunca quedas mal. Y las empresas se han debido de enterar de estas preferencias, porque muchas regalan corbatas con el escudito o el símbolo de la casa. A poco relacionado que estés, pones a cero tu presupuesto de corbatas e incluso siempre tienes en el armario algunas por estrenar. Ahora que todo el mundo sale del armario, a mí las que me salen del armario, y solas, son las corbatas. Cada vez tengo en el corbatero del armario más corbatas con logotipo, enviadas como atención de la casa por toda suerte de empresas mercantiles o entidades públicas.

Con esta moda de las corbatas de propaganda o por lo menos de relaciones públicas de quienes nos las regalan, los señores comprendemos completamente y justificamos del todo lo que antes nos parecía inexplicable: que las señoras se gastaran auténticos dinerales en cosas de vestir, ropa o complementos, que llevaban bien visible la marca del fabricante. Que a las señoras les encantara ponerse cosas con el logotipo o el escudo de la casa de diseño que las había fabricado. A mí, la verdad, eso de la ropa, los bolsos, los pañuelos o los cinturones con el logotipo o la marca del fabricante me parecía siempre como esa señora metomentodo que le dice a la amiga, con toda crueldad:

-- Ese chaleco nuevo te sienta muy bien. Vas muy bien con él y te entona mucho con esa falda. Pero, hija, a ver, espérate, que te quite la etiqueta, que te la has dejado y se te ve por aquí detrás por el cuello...

Aparte de una ordinariez, eso es una auténtica faena. Porque la señora desprovista por las bravas de la preciada etiqueta de su chaleco no se atreve a decir lo que piensa, mientras por dentro va maldiciendo a la amiga:

-- Anda, y yo que pensaba descambiar mañana mismo este chaleco después de ponérmelo hoy, y traerme aquel otro que estaba al lado y que me gustaba más...

Que las señoras fueran con la palabra "Moschino" en las letras que la componen enhebradas en el cinturón, o con la CD de Christian Dior en el bolso, o con la L de Loewe en el pañuelo, me parecía que era como dejar a la vista la etiqueta a las prendas. Hasta que han venido las corbatas de propaganda y los hombres hemos hecho buenas las costumbres de culto iconográfico que las señoras le dan al logotipo del diseñador de prestigio o caro, caro, caro. A nadie le importa ir con una corbata de propaganda de lo que sea. Al fin y al cabo, son como las corbatas llamadas regimentales, a listas, que son como de propaganda de los regimientos militares de Su Majestad británica. Mi experiencia es que quien luce una regalada corbata de propaganda despierta la envidia de los demás. Alvaro Mutis, el último premio Cervantes, despertó muchas envidias en Palacio durante la recepción regia del 23 de abril. Llevaba Mutis una corbata azul marino con los nombres de todos los pueblos de la provincia de Cádiz, la tierra de sus ancestros. A todo el que le preguntaba por la curiosa corbata, el escritor colombiano decía:

-- ¿A que es linda? Pues me la ha regalado este señor, el presidente de la Diputación de Cádiz...

Y como el presidente de la Diputación de Cádiz estaba a su lado, todo el mundo le pedía una igual. Me acuso, padre, que yo también lo hice, y que Rafael Román me mandó gentilmente la corbata. Hasta me imagino que Román, que es un caballero cumplido y ceremonioso, se la enviaría a Su Majestad el Rey, que seguro que también le preguntó a Mutis por la corbata con los nombres de los pueblos gaditanos.

Otra corbata de propaganda que despierta mucha envidia es la del Club Cocherito de Bilbao, con sus dibujos de toritos bravos. Me la pongo cuando voy a un acto relacionado con la Fiesta. Y suelo coincidir en la elección con Manolo Vázquez, a quien también le regalaron otra los amigos del Club Cocherito. Y cuando nos ven a los dos con las corbatas iguales y les explicamos la causa de la coincidencia, no falla, todos dicen:

-- ¿A quién le tengo yo que pedir que me mande una así?

Me han preguntado por el presidente del Club Cocherito, me han preguntado por el alcalde del Puerto de Santa María cuando me han visto la corbata con el vapor "Adriano III" y me preguntarán ahora por el presidente de Correos cuando estrene la última llegada a la colección. Tendré que decirles que el donante ya no está en Correos, sino en la Xunta. Pero les dará igual. Anotarán su nombre para pedirle a su secretaria que les mande una corbata de la Xunta de Galicia. El caso es estrenar corbatas bonitas y curiosas, y encima de balde.


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