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De rosa y oro 

                                            por Antonio Burgos


Num. 3075 - 17 de julio del 2003                                    Ir a "¡Hola!" en Internet
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Me parece que este verano no es verano. A estas alturas de almanaque y de ofertas para irse a Lanzarote por cuatro euros chicos (nueva versión de las cuatro perras gordas), no anuncian gira alguna de Julio Iglesias. Se están perdiendo las buenas costumbres. La gira de Julio forma parte de los ritos españoles del verano, y debe ser restaurada cuanto antes. ¿No nos gastamos millones del presupuesto en restaurar catedrales góticas o conventos barrocos? Pues lo mismo debemos mantener el patrimonio inmaterial de nuestros ritos, y Julio Iglesias es parte fundamental del ceremonial del verano. Por eso, sin rubor de ninguna clase, en caso de que este verano no haya gira de Julio Iglesias por España, los poderes públicos deberían invertir lo necesario para restaurar tan sana costumbre. Igual que aquel lema de nuestros abuelos y su máquina fotográfica de cajón para hacernos retratos de niños de playa con cubito y palita, "vacaciones sin Kodak son vacaciones perdidas", ahora yo lanzaría otro, reclamando que se cumpla: "Verano sin gira de Julio Iglesias ni es verano ni es nada". Julio Iglesias forma parte tan consustancial del paisaje del verano español como la silueta de la isla de Benidorm o los dedos gordos de los pies abrasándose en la arena, en el repugnante anuncio de la cerveza.

Llegaba Julio siempre desde muy lejos y como con mucha prisa. Había cantado anoche, por ejemplo, en Hong Kong y mañana tenía que cantar, verbigracia, en Moscú. Julio Iglesias desmentía a la geometría: la distancia más corta entre dos puntos no era la recta. Era el avión privado de Julio Iglesias uniendo Hong Kong y Moscú tras pasar justamente por el campo de Mestalla, o por la plaza de toros de Zaragoza, o por el polideportivo municipal de ese pueblo cuyo ayuntamiento se entrampaba hasta las cejas para conseguir lo que no había logrado ninguno de la comarca: que Julio Iglesias cantara allí, precisamente allí. El concierto de Julio en agosto quedaba la memoria del pueblo, y la gente se refería a 1996 o a 1999 como "el año que vino Julio Iglesias". No tenía la menor pérdida en los almanaques.

Porque era un rito de la liturgia cívica estival. El verano comenzaba con las noches levantinas y catalanas de las hogueras de San Juan y continuaba con la aparición de páginas de noticias refrescantes y veraniegas en los periódicos, cuando aún no había programas del corazón. Era entonces cuando la fantástica Gunilla von Bismark terminaba su hibernación en lejanos castillos alemanes con muchas haches intercaladas en el nombre y aparecía, gloriosa y esplendorosa, en Marbella. Lo de mi querida Gunilla era como una procesión de la Virgen del Carmen por lo civil. Antes, cuando no se veraneaba, sino que se iba a tomar los baños, la temporada de verano no empezaba en la playa hasta que los marineros del pueblo habían sacado a la Virgen del Carmen en una barca engalanada que recorría el muelle en procesión naval. Lo de Gunilla era lo mismo. Mientras no apareciese ella, siempre tostadísima y rubísima, no comenzaba oficialmente el verano. Cuya certificación venía luego, con el concierto de Julio Iglesias allí, precisamente allí en la playa donde estábamos veraneando, como anunciaba la avioneta que pasaba sobre las sombrillas llevando a rastras el anuncio: "Julio Iglesias en Surfasaurus".

Esto, sin Gunilla y sin gira de Julio Iglesias, ni es verano ni es nada. A Gunilla le ha salido una competencia desleal espantosa. Gracias a ella inventé el verbo "gunilear". "Gunilear" es salir mucho en los periódicos por la única razón de que se sale mucho en los periódicos. Ahora todo el mundo "gunilea" con causa mucho menos justificada y durante todo el año hay cientos de "gunilos" y "gunilillas". Y, además, asisten a los actos cobrando, mientras que Gunilla lo hacía por amor al arte, en una especie de prestación social sustitutoria a Marbella, que era como una ONG a la que ayudaba de cooperante. ¡Qué tiempos aquellos en que nadie sabía siquiera que en Marbella hubiese alcalde! La gente creía que Marbella era una barriada del Madrid de Rodríguez Sahagún o de Tierno Galván, cuya alcaldesa pedánea era Gunilla von Bismark, musa suprema de un verano que tenía música de la gira de Julio Iglesias.

Sin anuncio de gira de Julio Iglesias y sin Gunilla dando "gunilazos" por Marbella, este año no se me apetece nada irme de veraneo. Vamos, que me parece que no es verano. La gira de los Hombres G no es lo mismo que la de Julio, y Victoria Adams no es lo mismo que Gunilla. Dónde va a parar...

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