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De rosa y oro 

                                            por Antonio Burgos


Num. 3076 - 24 de julio del 2003                                    Ir a "¡Hola!" en Internet
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En España y en el mundo hay muchas y meritorias ONG, Organizaciones No Gubernamentales que se dedican a hacer el bien a la Humanidad y a ejercer la solidaridad. Tantas, que no sé si estará ya constituida oficialmente una cuyo filantrópico altruismo acabo de comprobar una vez más: la de los ópticos. Con el sudor del verano se me había roto una de las piezas de plástico que recubren las patillas de estas gafas metálicas montadas casi al aire que llevamos todos. Cada trozo había salido por su lado, y dejaba un reborde roto y cortante, que me fastidiaba bastante tras la oreja. Le entoné el "adiós, pampa mía" a las gafas, con lo cómodas que eran y lo nuevecitas que estaban, hasta que pensé que quizá tendrían arreglo. No sé si han advertido que estamos ya en la civilización de "usar y tirar": cada vez llevamos menos cosas a reparar. Las tiramos y nos compramos nuevo lo que se ha roto, hartos de que en los talleres de reparación los collares cuesten más que el perro.

Con este convencimiento me acerqué con incredulidad a la óptica del barrio, para ver si tenía arreglo aquella "extensión", como me enteré que se llama técnicamente esa pieza. La tomó el óptico, me dijo que, en efecto, ese plástico se resquebraja y rompe del sudor, y que por descontado podía poner un nuevo recubrimiento a las patillas de mis amadas gafas.

-- ¿Y cuándo las tendrá usted terminadas?

Me dijo, para mi asombro:

-- Ahora mismo, eso no tarda ni cinco minutos.

Fueron apenas tres, al cabo de los cuales volvió de su taller de la trastienda, sacó un líquido limpiacristales, me dejó las lentes de dulce y me colocó las gafas como de estreno con esa destreza con que sólo ellos se las ponen a otra persona. Y seguí recluido en lo más profundo de mi asombro cuando al preguntar cuánto era, me dio la respuesta que ya había oído muchas veces de un óptico en semejante trance de socorro altruista:

-- No, por favor, eso no es nada...

Ni un euro, ni una antigua peseta. Ante tanta generosidad, remoloneé cuanto pude antes de volver a la óptica con Isabel mi mujer, para que el titular le centrara unas gafas Armani que le estaban haciendo daño de lo descuadernadas que estaban. Otra vez tomó las gafas, se fue con ellas para su trastienda de los prodigios, las puso perfectas, y de nuevo cuando le pregunté cuánto era me dio la misma respuesta con la misma sonrisa:

-- No, por favor, no es nada...

Y pensé que de hoy no pasaba tributar este homenaje a los ópticos, por esa ONG que tienen montada en cada una de sus oficinas en todo el mundo. Se me ha perdido un tornillito de las gafas en San Juan de Puerto Rico y el óptico me lo ha puesto cobrándome los mismos honorarios que el de mi barrio: nada. Se me han desajustado las frágiles piezas de las gafas montadas al aire en Londres y el óptico me ha cobrado lo que el de mi barrio: nada. Debe de ser que los ópticos tienen esta ONG para hacer el bien a la humanidad miope o astígmata en trance de necesidad de ayuda y no lo sabemos. Porque son unos auténticos mirlos blancos en su desinteresado servicio al público. Se te avería la corona de poner en hora el reloj y cuando lo llevas a un taller, primero que lo tienes que dejar lo menos quince días y después, que te cobran casi tanto como vale tu peluco. No hablo de la señora a la que se le rompe el broche del collar y lo lleva al taller de joyería: el mes de espera y los cien euros de reparación se los quita nadie. Y nada digo de los coches, lo que te cobran en el taller por apretar un simple tornillo del limpiaparabrisas que se ha desajustado, y lo que te tardan encima.

No solamente no les damos a los ópticos el homenaje que se merecen por su espléndida y desinteresada Ayuda en Carretera o en Ciudad, sino que encima nadie habla de los "top gafas". Lo explico: aquí mucho perseguir la piratería de los discos, pero los manteros de las falsificaciones clandestinas te venden en la calle toda clase de gafas de sol de imitación de la marca que quieras. Y si sólo fueran los manteros... Sin el menor control de un óptico titulado, gafas de sol te venden hasta en el supermercado de la esquina. O esas horribles lentes para autorrecetarse gafas "de vista cansada" que dicen, eligiendo a ojo, y nunca mejor dicho, si te vienen mejor de una dioptría o de dos. Gafas que luego, encima, cuando se te averían, se las llevas al óptico del barrio para que te las componga sin que te cobre un ojo de la cara y encima te regale una sonrisa en un mundo tan falto de ellas. Como diría el recordado Tip: ¿los ópticos? ¡Santos varones!

También sobre Opticos, en El RedCuadro: El tornillito del óptico

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