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De rosa y oro 

                                            por Antonio Burgos


Num. 3087 - 9 de octubre del 2003                                    Ir a "¡Hola!" en Internet
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Para una restauración casera, me hallo en una misión imposible: encontrar un buen carpintero. No es que esté buscando a San José con la vara de nardo en la mano. Me conformo con uno que se sepa su oficio, para que repare unas piezas antiguas de madera de la casa. Ya sé que cuando lo encuentre el collar me va a costar más que el perro, que comprar las piezas nuevas en Leroy Merlin me saldría más barato. Pero a algunos excéntricos nos gustan estos romanticismos de restaurar piezas que dejen de ser viejas y se conviertan en antiguas.

Por lo que llevo mirado en anuncios por palabras, páginas amarillas y periódicos de ventas de segunda mano, en las ciudades ya no se encuentran estos oficios tradicionales. Y por lo que llevo oído, deben de quedar algunos en los pueblos. He comentado mis cuitas con algunas amigas y me dan dicho:

-- En Carmona es donde encuentras el carpintero que estás buscando. Allí hay unos carpinteros buenísimos, como los de toda la vida de Dios...

Dudo que se encuentren estos artesanos tan de toda la vida de Dios, que por cierto se hizo Hombre en el taller de un carpintero de Nazaret. Me hablan de esos carpinteros de los pueblos como de las cataratas de Iguazú o de los fiordos noruegos: algo raro que vieron una vez en su vida o que han oído que existe. Y quien dice un carpintero dice un ebanista, un charolista, un escayolista. Encontrar un escayolista sí que es difícil. Lo sé por todos los amigos que se han hecho una casa nueva, cuyas obras, disparadas de presupuesto, les tardaron casi dos años más de lo previsto. Todos te dicen lo mismo:

-- Es que el constructor no encontraba escayolistas y luego, cuando los encontró, vino la huelga de escayolistas...

Estamos creando una sociedad tan absurda que hay muchos más arquitectos que escayolistas y más ingenieros industriales que carpinteros. Arquitectos en el paro, naturalmente, mientras que tenemos que traer albañiles de Ecuador o de Marruecos. Como todos queremos que nuestros hijos sean universitarios porque nuestros padres, con las carencias de la época, no lo pudieron ser, estamos creando una sociedad sin oficios, sin artesanos, sin mano de obra cualificada y peonaje de inmigración. Lo comprobamos cada vez que tenemos que buscar lo que en mi tierra llamamos "un artista": un artesano de un oficio tradicional. Un señor que te pinte la salita, que está hecha una pena; un fontanero que te reemplace ese grifo de la cocina que no deja de gotear. Es más fácil encontrar un Antonio López que un pintor para la salita, un ingeniero naval que un fontanero para la cocina.

El remedio estaría en dar prestigio a la Formación Profesional. Los padres no queremos reconocer que ese muchacho que va tan mal en sus estudios universitarios de Derecho con un poquito de Economía a lo mejor sería un magnífico carpintero: ¡el carpintero que estoy buscando! Hoy por hoy, la dignísima Formación Profesional se considera una infamante Tercera División de la enseñanza. Siguen creyendo los padres que sus hijos se harán ricos como notarios o biólogos, cuando de verdad, y sin pasar por el paro, ganarían muchísimo más en los viejos oficios o en la tecnología aplicada a estas casas nuestras que cada vez son una máquina más complicada, que se rompe a cada momento. El que viene a arreglarnos la lavadora nos cobra bastante más que el notario por una escritura de poderes.

El Ministerio de Educación trata de potenciar y prestigiar la FP. Se dirige a los jóvenes para mostrarles las excelencias y las oportunidades de esos estudios. Pero, ay, parece que nos dan grima los nombres de los oficios tradicionales. Si me preocupa el desprestigio de la FP, me dejan perplejo los nombrecitos que les ponen a los viejos oficios, como para disimular lo que son. Los estudios para hacerse mecánico se titulan de "Mantenimiento y Servicios a la Producción". El señor que viene a arreglar la calefacción es un titulado en "Mantenimiento y montaje de instalaciones de frío, climatización y producción de calor". El soldador de toda la vida, técnico en "Fabricación Mecánica". El chapista que nos arregla el parachoques del coche es técnico en "Mantenimiento de Vehículos Autopropulsados". El albañil que buscamos para que nos arregle esos azulejos de la cocina que siempre se acaban combando y desprendiendo es un técnico en "Edificación y Obra Civil". ¡Y nos reíamos cuando empezaron a llamar "ayudantes técnicos sanitarios" a los practicantes o "empleados de fincas urbanas" a los porteros...! Todo es siempre empeorable. Quizá por eso mismo no encuentro mi ansiado carpintero: debería preguntar por un "Técnico en Mantenimiento y Conservación de Elementos Constructivos de Madera".

 

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