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De rosa y oro 

                                            por Antonio Burgos


Num. 3089 - 23 de octubre del 2003                                    Ir a "¡Hola!" en Internet
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Hay algo más difícil, bastante más, que encontrar una aguja en un pajar: hallar un paquete de azúcar, un simple y sencillo paquete de azúcar, en el dédalo de calles de un hipermercado.

Si me conceden la merced de leerme cada semana, me sabrán aficionado a los hipermercados como otros lo son al arte chino, al golf, a las películas de Woody Allen o a coleccionar cucharillas. Me gusta frecuentarlos porque los hipermercados son la gran metáfora de la sociedad en que vivimos, espejo fidelísimo de sus costumbres, sus hábitos, su mentalidad. Hasta de su forma de hablar. Vivo en la misma tierra que Los Morancos y cada vez que voy al hipermercado, me dejo de ir con el carrito y pego la oreja para escuchar lo que están diciendo las compradoras. Y muchas veces, ¡es como si estuviera oyendo a Omaíta! No es que la realidad imite al arte de los humoristas; para mí que Jorge y César Cadaval también pegan la oreja en el hipermercado, haciéndose los tontos para escuchar las conversaciones mientras simulan que toman del estante una lata de melva canutera. O que buscan el azúcar inencontrable. Nada, que no hay forma de encontrar dónde tienen el dichoso azúcar en este supermercado...

Ni el azúcar ni nada. A la entrada de las grandes superficies suelen entregar vistosos folletos a todo color, con las ofertas. Salen retratadas y agraciadísimas las latas de tomate, los paquetes de seis botellas de cerveza, los tambores de detergente o las cornetas de riquísimos helados. Más valiera que en lugar de esos folletos carísimos entregaran algo mucho más útil y barato: una guía práctica de dónde está cada cosa. No crean que todo está donde parece. Habitualmente está justamente al lado contrario. En los detergentes, las conservas, los chocolates, no hay problema. El problema es, por ejemplo, encontrar una bombilla. ¿Dónde tienen las bombillas en este supermercado? ¿Donde están las lámparas, al lado de las tablas de plancha y el menaje de cocina? ¿O con los artículos de ferretería? Ni lo uno de lo otro. Cuando tras mucho buscar hallas a un señor que de verdad es de plantilla del hipermercado y no el que repone los yogures y que no tiene idea de nada, ese empleado o la ansiada muchacha de la chaqueta roja te dicen, como si fuera lo más normal del mundo, en tu desesperada búsqueda de la bombilla:

-- Las bombillas están en la línea de caja...

Como si estuvieran en La Línea de la Concepción: no hay quien las encuentre. Y nada digo de algo tan simple como las pilas para la radio. ¿Dónde están las pilas, matarile, rile, rile?, es la canción infantil que entonamos, carrito en mano, anda que te anda entre los estantes. ¿Estarán donde la ferretería también? ¿Con los muebles de jardín acaso? ¿Junto a los zapatos deportivos? ¿O en la línea de caja también? Preguntas, tras mucho buscar de nuevo a una empleada que no vaya sobre patines corriendo como las locas de caja en caja, y te dicen:

-- Las pilas las tiene usted allí, en la parte de bazar.

La parte de bazar está aproximadamente en Salamanca, si se trata de un hipermercado de Cáceres. O en Cáceres, si se trata de un supermercado de Badajoz. Lejísimos. Y fuera de contexto, como dicen siempre de las palabras citadas con mala intención en los discursos políticos. Estás ya al final junto a los refrescos, y tienes de nuevo que desandar lo andado, justo por donde entraste, si esta noche quieres oír tu programa favorito de deportes, porque las pilas del transistor están dando las boqueadas.

Tienen además algo de juego de azar la disposición de los artículos dentro no ya de todos los supermercados, sino del que usted frecuenta habitualmente. Nunca las cosas están en el mismo sitio en dos visitas sucesivas. Para provocar nuevos deseos de compra o para acercar lo que estaba fuera de circuito, donde la semana pasada encontrabas el detergente para la lavadora ahora está el champú, y donde estaba el champú ahora te encuentras los rollos de papel de cocina.

Ya que la Unión Europea nos organiza la vida y nos lo regula todo, y ya que somos tan fieles observantes de las normativas continentales, deberían sacar una directiva de obligado cumplimiento, para que en todos los hipermercados las cosas estuvieran siempre en el mismo sitio y no tuviéramos que hacer "footing" empujando el carrito, adivinando dónde las han puesto esta semana. ¿No tienen todos los coches el freno de mano en el mismo sitio, y el acelerador en el suyo, y no los cambian de una marca a otra? ¿Por qué cada hipermercado ha de tener en un sitio distinto algo tan sencillo como ese simple paquete de azúcar cuyo hallazgo es siempre bastante más complicado que el de una aguja en un pajar?

 

 

 

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