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De rosa y oro 

                                            por Antonio Burgos


Num. 3097 - 11 de dicienmbre del 2003                                    Ir a "¡Hola!" en Internet
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España se nos está llenando de niños gordos como de por ahí. Antes era en el extranjero, especialmente en Estados Unidos, donde te encontrabas por la calle a esos niños con las piernas como columnas salomónicas de rollos de carne; con una especie de flotador de grasa en torno a la cintura; con tres o cuatro barbillas, una debajo de otra, en el cuello; y con esos traseros como mapamundis que no caben en los asientos de los aviones. En mis viajes a Estados Unidos, como otros se sorprenden de la altura de los rascacielos de Nueva York, las cuestas de San Francisco o los cruces de autopistas de Los Angeles, siempre me ha llamado la atención la cantidad de gordos que se ven por las calles. Esas quinceañeras con un trasero de grande que parece que llevan puesto, aparte del suyo, el que le han pedido prestado a una compañera de instituto. Esas tallas de pantalones vaqueros con todas las X y las L necesarias para que esos traseros quepan en ellos.

He estado en ambas Disneylandias, en la de Florida y en la de California, y en las dos, más que la fantasía de las atracciones del mundo mágico de Walt Disney, me ha impresionado la cantidad de niños gordos que hay haciendo cola para montarse en los cacharritos o entrar en las galerías de los prodigios. Dicen que los Estados Unidos pronto tendrán un presidente negro o hispano como representante de las nuevas mayorías sociales. Lo que me extraña es que haya habido ya un presidente inmensamente obeso, como representante de la mayoría social de los gordos. El día que junto al Partido Demócrata y al Republicano se presente un candidato por el Partido de los Gordos, acaba con el cuadro electoral. Los gordos son la verdadera mayoría silenciosa de Estados Unidos. Silenciosa porque está come que te come todo el santo día, en esa fea costumbre que tienen allí de comer y beber por la calle: todo el mundo andando con su lata de refresco en una mano y su bocadillo de mantequilla de cacahuete en la otra.

Esto que creíamos de allí, de la tierra del gordísimo Tío Sam, lo tenemos ya aquí, en la España del delgadísimo Don Quijote. Hemos importado de Estados Unidos muchas costumbres, toda una cultura, la mitología del cine, los atuendos, los pantalones vaqueros, las zapatillas de deporte, las gorras de béisbol y los hábitos alimenticios. Y, con ellos, los niños gordos. España se está llenando de gordos inequívocamente americanos, frescos y recién importados de los Estados Unidos, ahora que las leyes antitabaco han descabalgado al jinete de Marlboro. En la tarde del domingo de cualquier gran centro comercial a cuyos multicines vas a ver la película del Oscar, te encuentras ya tantos muchachos y tantas chicas inmensamente obesos como antes en Disneylandia. El metro de Madrid, a efecto de gordos inmensamente gordos, es ya como el de Nueva York. ¿No van a ir los vagones atestados, si un muchacho ocupa ya el sitio de dos, con tanto comer hamburguesas, telepizzas, bocatas, gominolas, palomitas de maíz y toda la carta de la comida rápida americana?

Lo que sospechábamos se acaba de comprobar científicamente, y un informe médico ha venido a decir que nuestra Disneylandia de los niños gordos está en una monumental y bella ciudad andaluza, donde se encuentran tan buenos carpinteros y artesanos: Carmona. Los niños de Carmona tienen el sobrepeso más elevado en la obesa España de la infancia y juventud. Así lo ha determinado un estudio dirigido por el doctor Víctor López García-Aranda, jefe de Cardiología de un hospital universitario de Sevilla. Sí, ya sé, Carmona está muy lejos, pensará usted, y sus niños, señora, tienen una perfecta alimentación y no corren el menor riesgo de ponerse como el Gordo de Stan Lauren y Oliver Hardy. Pero, lea, lea lo que dice el doctor que ha dirigido ese "Estudio Carmona" sobre la amenaza que tenemos encima: "Estos datos dan la voz de alarma de lo que está ocurriendo en toda España. Hoy es Carmona el municipio con el mayor indice de sobrepeso de España, porque es el estudio más reciente, pero mañana será otra localidad del territorio nacional y pasado mañana otra distinta". O sea, que el riesgo lo tenemos todos encima, con tanta comida rápida y "basura", tantos postres grasos, tanta bollería rellena de fresa, tanto sedentarismo de ordenador, televisor y videojuego, tan parcos o inexistentes desayunos y tan pocas frutas, verduras y proteínas. Menos mal que como sus madres cocinan con aceite de oliva, los niños de Carmona tienen paradójicamente un índice de colesterol de los más bajos de España. Es en lo único en que nos diferenciamos de los americanos de la margarina: en el aceite de oliva como remedio contra el colesterol alto. Por lo demás, tenemos los gordos que nos corresponden en la sociedad globalizada a la que pertenecemos. Eso de "globalizada" debe de ser por estos pobres niños del sobrepeso, gordos como globos aerostáticos.

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