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De rosa y oro 

                                            por Antonio Burgos


Num. 3120 - 20 de mayo del 2004                                    Ir a "¡Hola!" en Internet
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con Pertegaz a la cabeza y con los modistos y diseñadores formados de tres en fondo, deberíamos declarar estos días previos al 22-M como la Semana de la Moda Española...

-- Muy bien eso que ha puesto usted ahí: el 22-M. A ver si con la boda del Príncipe logramos que se nos aminore el dolor del 14-M, aunque no lo olvidemos...

Sí, señora, es una M como de alivio de luto. Es una suerte que tanto marzo como mayo sean los únicos meses del almanaque que empiezan por eme. Mucho hablar de los que tienen erre o no tienen erre a efectos de comer marisco sin riesgo de urticaria, pero los meses de la M también tienen su signo, y con ella España puede pasar del dolor a la alegría.

Esta M del 22-M no la ha puesto yo, señora. La ha puesto el Ayuntamiento de Madrid en el logotipo oficial de la boda de S.A.R. El Príncipe de Asturias. Fecha a la que precede la que proclamaría como Semana de la Moda Española. Por los comentarios sobre qué se va a poner cada quién, sobre un escenario de Pascua Ortega y frescos de Kiko Argüelles. Si por algo me gustan las bodas reales es porque no presentan el terrible problema que se les plantea a las señoras en los casamientos corrientes:

-- ¿Tú qué te vas a poner?

No me lo imagino. No me imagino a la Reina Fabiola llamando a la Reina de Jordania:

-- ¿Te han invitado los Borbón a la boda de su hijo?

-- Sí.

-- ¿Y tú qué te vas a poner?

Todo el mundo lo tiene clarísimo. Quien más claro he visto que lo tiene es una maravilla de señora, que es pena que no se conozca en España como merecería su enorme personalidad, su chispa, su inteligencia, su sentido del humor, por no hablar de sus títulos: la duquesa de Medinaceli. Lo que le escuchado a Mimi Medinaceli sobre su vestido de la boda es de lo más divertido. Nada de complicarse la vida con este modisto o con el otro, que si le encarga el vestido a Pedro se le enfada Antonio y si se lo hace Antonio se le mosquea Pedro. Me ha dicho, no sé si en serio o en una de sus muchas bromas fantásticas:

-- Yo para la boda no me voy a hacer nada. Me pondré "el" vestido. Y te digo "el" vestido porque ha ido ya a tantas, que en cuanto ve un parte de bodas sale andando solo para la iglesia...

Me parece que la duquesa de Medinaceli, en su genialidad de la broma, ha inventado "el chaqué de señora". La igualdad de sexos no se cumple nunca en las bodas, sean reales o de súbditos del Reino que celebran sus fastos esponsoriales. Los caballeros tenemos una enorme ventaja sobre las señoras que se llama chaqué. No tenemos que rompernos la cabeza, ni complicarnos con encargos a diseñadores de fama. Entre señores nunca se hace la terrible pregunta:

-- ¿Tú qué te vas a poner?

Para que no quepa la menor duda, el propio parte de invitación lo pone clarísimo al marcar la etiqueta: "Caballeros, chaqué; señoras, vestido corto". Nunca puede encerrarse tanta complejidad, tantas dudas (y, ¿por qué no decirlo?, tanto dinero a gastar), como en esas dos palabras: "Vestido corto". Ni, por el contrario, no puede hallarse más certeza, más simpleza, más comodidad que en las otras dos: "Caballeros, chaqué". Propio o incluso alquilado. No creo que en la boda del Príncipe de Asturias haya muchos chaqués alquilados. Los invitados son de los que tienen chaqué en su ropero. Sí, la humanidad puede dividirse socialmente en estos dos grandes grupos: los que van a las bodas con chaqué propio y los que lo alquilan. Otra indignante desigualdad para las señoras: ellas no pueden alquilar los vestidos para las bodas. Los grandes almacenes y las tiendas especializadas incluso cortan de raíz cualquier posibilidad de picaresca, con esos letreros que impiden la compra de una prenda para usarla durante unas horas y después descambiarla: "No se admiten devoluciones en los vestidos y los complementos de fiesta". Es justamente lo que ponen las tiendas de alquiler de chaqués: "No se admite que no se devuelva el chaqué más de dos días después la boda". Si hubiera realmente igualdad de sexos, habría casas especializadas de alquiler de vestidos de boda para las señoras, como las hay de chaqués y de las otras dos socorridas prendas de etiqueta masculina, el esmoquin y el frac.

Pero no es el caso en la boda del 22-M. Todo el mundo sabe lo que se va a poner y cómo se lo tiene que poner. Será la boda del "sí sé qué ponerme". En la que pido también igualdad y justicia para los sastres. Que igual que sabemos los modistos que van a vestir a las señoras importantes, también conozcamos el nombre de los sastres que le hicieron el chaqué a los señores. O por lo menos el uniforme de gala al Príncipe de Asturias. Me pido para el sastre que le ha cosido a S.A.R. el uniforme de etiqueta del Ejército de Tierra los mismos honores que para Pertegaz con el vestido de la novia.

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