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De rosa y oro 

                                            por Antonio Burgos


Num. 3144 - 4 de noviembre del 2004                                    Ir a "¡Hola!" en Internet
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Como una cartilla de racionamiento de la osada temeridad criminal del alcohol al volante, que se convertirá en cheque sin fondo para los reincidentes en imprudencias linderas con el homicidio, llega el carné de conducir por puntos. Bien venido sea, para contento de los taxistas que la tienen tomada con las señoras que conducen:

-- Hija, ¿pero es que te han dado el carné en una tómbola?

A todos nos habrán dado el carné en la tómbola de los puntos de la responsabilidad. Será como un reloj de arena que más deprisa caerá conforme más se olviden las más elementales normas de prudencia en la conducción que, como en tantas cosas de la vida, no son otras que el sentido común y el instinto natural de conservación, que los animales nunca olvidan, pero que los hombres muchas veces dejan a un lado.

Nuevas tablas de Moisés, todos conocemos los números gordos de los puntos del carné que quitan por conducir con dos o siete copas de más, por hablar por el teléfono móvil mientras vamos al volante, por exceder la velocidad máxima permitida. En este tiempo en que después del Muro de Berlín cayeron también, derribadas por la conveniencia y por el hedonismo, las fronteras morales entre el bien y el mal, ojalá tuviéramos todos un sentido y conocimiento de lo éticamente ilícito según el Derecho Natural o según la ley de Dios como conocemos el nuevo sistema de pérdida de puntos del carné de conducir. Que. en este tiempo en que se ha borrado el sentimiento de pecado entre los hombres. el carné por puntos insista tanto en sus penas y castigos es una de tantas contradicciones de nuestro tiempo. Ojalá hubiera también un carné por puntos para conducirse en la vida cotidiana, que otro gallo cantaría y otra señal en verde se pondría quizá en un mundo donde cada vez se echa más en falta un código de principios que fuera tenido por lo menos tan en cuenta como el de la circulación.

A este carné donde te quitan los puntos si obras mal, le falta la contraria: que te dieran puntos positivos (como en los partidos de fútbol ganados fuera de casa) por las buenas obras en carretera, por la aplicación en ciudad o en autovía de los principios del buen samaritano o simplemente de valores en riesgo de extinción como la cortesía o la educación. Si por atender la llamada del teléfono móvil mientras conduzco me quitan no sé cuántos puntos, ¿por qué no me dan al menos un par de ellos si voy por la carretera, veo que a una señora conductora se le ha pinchado el coche, compruebo que la pobre no tiene ni idea de cómo cambiar la rueda, paro y la ayudo a poner la rueda de repuesto? Si por exceso de velocidad me descuentan no sé cuántos puntos, ¿por qué no me abonan otros de regalo mi cuenta corriente como conductor si me paro a auxiliar a una muchacha que se ha caído de su ciclomotor, la llevo hasta un hospital para que le miren esas vértebras de las que se duele y además aviso a sus padres para decirles que ya la han revisado y que no tiene nada de importancia, pero que va a quedar ingresada en observación?

Me acuerdo con el carné de puntos de aquella narración del ahora olvidado Pitigrilli, aquel Chesterton a la italiana que tan de moda estuvo un tiempo como humorista. Contaba Pitigrilli la historia de un pobre hombre que por un error judicial pasó en la cárcel una condena de veinte años de reclusión. Hallado y condenado el verdadero culpable, fue inmediatamente puesto en libertad. Pero el hombre no se conformó con su desgracia. Acudió al juez y le exigió que la sociedad le diese un talón o vale para que pudiera cometer delitos equivalentes a la pena que injustamente había cumplido. Que le diesen un salvoconducto para que pudiese robar o asesinar el equivalente a los veinte años de cárcel que la sociedad le debía, En este sistema exclusivamente punitivo, en caso de que haya un error administrativo en los puntos que nos quiten del carné, a lo Pitigrilli podremos pedir una credencial para conducir completamente borrachos tres fines de semana, para poder ir hasta La Coruña a 160 kilómetros por hora de media.

Y otro inconveniente: no nos quitan lo bailado. Al conductor novel que se acaba de sacar el carné, si al cabo de cierto tiempo no ha cometido infracciones graves, le abonan no sé cuántos puntos. A los que hace veinte, treinta años que tenemos carné de conducir y en nuestra vida, gracias a Dios, hemos tenido un solo accidente ni hemos cometido falta grave alguna, ¿por qué no nos dan unos puntos de compensación por cada taco de almanaque que deshojamos sin conducir borrachos, sin excedernos de velocidad, sin cometer temeridad alguna?

Están bien los puntos del carné, y muchos puntos de sutura evitarán en los hospitales de Traumatología, pero insisto en que son una contradicción del tiempo que nos ha tocado vivir. Ojalá para la moral que se desprecia por carca, para la ética que se ignora por comodidad estuviera vigente ese sistema de puntos en esta sociedad que ha borrado, ay, la raya continua entre el bien y el mal.

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