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De rosa y oro 

                                            por Antonio Burgos


Num. 3152 - 29 de diciembre del 2004                                    Ir a "¡Hola!" en Internet
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En estos días hay regalos de Navidad con vocación de Juan Sebastián Elcano juntos: con ansias de dar la vuelta al mundo. Los flamencólogos clasifican ciertos cantes como de ida y vuelta; colombianas, guajiras, rumbas, tangos. Cantes que los españoles llevaron a América, donde se fundieron con formas musicales autóctonas, y que volvieron a España en mestizaje, aflamencado. Como esos cantes, en estas fechas hay regalos de ida y vuelta. Regalos rebotados, como balones que dan en el poste y no entran a gol. Es algo tan propio de nuestra hora como el reciclado. En este caso, el aprovechamiento de los regalos de Navidad para dar con ellos segundos y terceros golpes:

Todos tenemos muchos compromisos de regalos en estas fechas. El más modesto particular tiene un programa de relaciones públicas para la Navidad casi como el de las grandes empresas cuya cotización en Bolsa figura en el Ibex 35. Si las empresas envían regalos a sus proveedores importantes, a sus grandes clientes, a los que a lo largo del año les hacen cien favores, cada familia, en miniatura, tiene un programa de compromisos no menor. El joven matrimonio piensa en la absoluta obligatoriedad de mandarle un buen regalo al pediatra de los niños, que no tiene ni días de descanso ni horas cuando Luisito se pone con un fiebrón de 40 a las dos de la mañana. El matrimonio mayor que vive de una rentita piensa en el regalazo que ha de hacerle a ese asesor económico que les tiene colocado tan bien su dinero, en estos tiempos tan arriesgados para las inversiones. Dinero y salud mueven en estas fechas casi más regalos que el amor. Aunque sean días de amor, se regala mucho a los médicos que nos mantienen la salud y a los que nos cuidan el dinero o hacen que llegue a casa.

Y como todos, de alguna manera, estamos en esa rueda de los regalos y todos somos deudores y pagadores, de ahí los regalos de ida y vuelta. Llamo regalo de ida y vuelta a esa cesta de Navidad que llega a casa y que cuando el hijo de la familia está dispuesto a abrirla para atacar el tarro de marrón glacé o las barras de turrón, llega siempre el padre, que dice:

-- ¡No la toques, no la abras! Que esta cesta de Navidad se la vamos a enviar a don José el médico, que se porta tan bien con nosotros a lo largo del año.

Y la cesta que venía del banco donde la familia tiene sus ahorritos a plazo fijo, por medio de mensajería, y con una simple sustitución de tarjeta de visita para su envío, queda al poco tiempo depositada en casa de don José el médico. Quien se va a disponer a abrirla y a catar ese salchichón catalán que sobresale sabroso bajo el celofán, cuando llega su mujer y le dice:

-- ¡Pepe, no la toques! Mira, como nos tienen que mandar tantos otros regalos, de momento esta cesta tan buena se la vamos a mandar a Eduardo el arquitecto, que fíjate lo poco que nos cobró por la obra del chalé de la playa...

Y otro cambio de tarjeta de visita, y otra llamada a una agencia de transportes, y la cesta que va ahora camino de un estudio de Arquitectura. Donde, al llegar, la cesta obra el mismo prodigio: la multiplicación de los panes de los mazapanes y de los peces en el río de los villancicos. Eduardo el arquitecto ha hecho un negocio importante con un financiero de la localidad que le encargó el proyecto de una promoción inmobiliaria bien jugosa. Y piensa en don José María el promotor cuando ve llegar la cesta. Ni su mujer le tiene que dar el consejo de la reexpedición ni apuntarle el cante de ida y vuelta. El mismo adopta la decisión en el estudio, y le ordena a su secretaria:

-- Mari Carmen, póngale una tarjeta mía de Felices Pascuas y envíe cuanto antes esta cesta a don José María el de la promotora...

Si continuamos siguiéndole la pista, antes del día 25 e incluso después, en una especie de segunda vuelta de la Liga navideña que se juega lo menos hasta el día 31, esa cesta puede tener aún dos o tres movimientos más, como de pieza de caballo en el tablero del ajedrez de los compromisos de estas fechas. Y quien habla de la cesta de Navidad, puede decir lo mismo del jamón. Jamones hay que son como la falsa moneda de la copla, que de mano en mano van y ninguno se lo queda. Lo mismo que de cinco jotas, hay jamones de cinco traspasos, de seis traspasos de unas manos a otras.

Advierto seriamente de los riesgos de los regalos, cestas y jamones de ida y vuelta. El jamón es más impersonal, todos los jamones parecen el mismo. Pero cada cesta de Navidad es un mundo. Son bastante identificables por sus botellas, sus latas de exquisiteces, sus productos navideños. Tenga cuidado al iniciar esta especie de Cadena de San Antonio o Cadena del Niño Jesús, que la cesta que usted reexpide puede acabar en las mismas manos de quien de verdad la compró para regalarla. Se han dado miles de casos. Llamar el timbre, llegar el mensajero y aparecer, ¡la misma cesta de Navidad que la semana pasada se mandó al jefe de Recursos Humanos que colocó al niño economista! El juicio es siempre sumarísimo y terrible. ¿A quién le pegaría el traspaso de la cesta y por cuántas manos habrá pasado, que el mimbre y el celofán, el lujo y las exquisiteces acabaron volviendo a su lugar de origen? Mucho cuidado, pues, con las reexpediciones de regalos de ida y vuelta. Hay veces que los carga el diablo y que mañana mismo te llega a ti la cesta a la que ayer le pegaste el traspaso.

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