La Vuelta a Francia nos divide a los españoles en dos grandes
grupos...
-- Los partidarios de Olano y los que creen que Olano no se
va a comer una rosca, ¿no?
Pues no. Nos divide en los que le dicen Tour y los que
seguimos llamándola Vuelta a Francia, como en nuestros infantiles recuerdos de los
triunfos de Loroño y de Bahamontes. A la Vuelta a Francia le pasa como el moro de la
trompeta del chiste de Gandía sobre Guzmán el Bueno: que no nos deja dormir la siesta.
Vamos aviados con los ritos televisivos de julio. El día empieza con el madrugón para
ver los toros de Jandilla en el encierro de Pamplona que organiza mi profesor don Miguel
Criado, catedrático emérito de Potrística Superior (no Patrística, lo del Potra es
Potrística) en la Universidad de la Casa de la Misericordia de Pamplona. Y cuando vamos a
echarnos la siesta después del madrugón sanferminero, a esa hora cabrona dan la Vuelta a
Francia. Y como después dan lo de Rivera Ordóñez allí en Pamplona por Vía Digital...
Y luego Marvizón dice que no dormimos por la barrera del insomnio...
Viendo la Vuelta a Francia estoy llegando a una terrible
conclusión: que los diseñadores, plaga que todo lo invade, han llegado al ciclismo.
Creía que el diseño era exclusiva del fútbol, a saber: los espantosos
micrófonos-balón de las salas de prensa, la inquietante pizarra electrónica del cuarto
árbitro, esta moda de cambiar las camisetas de siempre, de modo que el Real Madrid va a
ir ahora como si fuera el equipo de empresa de Pompas Fúnebres La Nueva. En estas siestas
de televisor compruebo con horror que al ciclismo han llegado los diseñadores y que
estamos ante un Tour de diseño.
Se vio clarísimamente en la etapa contra reloj de Metz.
Los diseñadores han conseguido plenamente su objetivo. Saben que el fin de los
diseñadores no es hacer la vida más agradable con objetos cada vez más cómodos, no.
Quieren que nada sea lo que parece y que nada parezca lo que es. Han conseguido, por
ejemplo, que los carreristas ya no lleven la gorra de ciclista de toda la vida, la que
nosotros de niños nos comprábamos en casa de Gómez del Moral para fardar ante las
niñas con la BH. Eso de la gorra de ciclista era antes. Han llegado los diseñadores y
les han plantificado un casco. Pero no un casco cualquiera, sino un casco de diseño. Un
casco de la guerra de las galaxias. Así que veías a un tío con nombre de astronauta
como Armstrong, tajelando si hay que tajelar con un casco de la guerra de las galaxias, y
te decías:
-- ¿Pero esto qué es? ¿Una etapa contra reloj o la
conquista de la Luna?
Las botas blancas de Alfonso han quedado en nada ante las
zapatillas color pistacho de los ciclistas del banco alemán. Y en cuanto a las
bicicletas, no vean lo que han hecho con las bicicletas. Parecen cualquier cosa, menos una
bicicleta. Qué manillares, Dios mío de mi alma. Y qué ruedas: esas lenticulares que nos
ponen nerviosos, porque dan siempre la impresión de que esa rueda está descentrada.
¿Cómo va a ganar Olano con una rueda descentrada? Mi angustia tiene compensación cuando
pienso que si los diseñadores han conseguido quitar la clásica gorra a los ciclistas, a
lo mejor se la quitan también a Griguol. Pero anda que tiene que estar bonito Guiguol con
un casco de la guerra de las galaxias como Armstrong...