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El Recuadro

 Antonio Burgos

El Mundo de Andalucía,  martes 7 de septiembre  de 1999

NUEVO:  Andalucía, Sevilla y Cádiz en la Prensa digital de hoy


La reválida

 

Si ayer escribíamos del latín de bachillerato, hoy de la reválida... ¿Pero esto qué es? ¿ La vuelta al cole o el Retorno a Brideshead de la infancia? Los rectores de las Universidades españolas se han puestos no sé si nostálgicos o en su sitio y piden que vuelva la reválida. De momento, les apruebo la reválida de rectores. Y con nota. Ya era hora de que se acabara la manga ancha docente y empezáramos a poner las cosas en su sitio. Aquí damos como normales los informes que hablan de las faltas de ortografía en los exámenes de Selectividad. Estamos en una España cada vez más con mejores dotaciones de enseñanza, pero donde la gente cada vez aprende menos. No hay más que ver cartas escritas por licenciados, con faltas de ortografía que antes no las ponía un bachiller. ¿Por qué? Porque tenían que pasar la reválida. Las reválidas. La de Cuarto y la de Sexto. Reválidas controladas por el Estado, donde no valía el tío páseme usted el río de los colegios privados, en los que todo cabía. Por ejemplo, un día, en los Jesuitas, un profesor le pegó la bronca al duque de Segorbe, porque no estudiaba. E Ignacio Medina se levantó y le dijo muy serio al profesor:

-- Don Genaro: se está usted jugando el pavo de Navidad...

Como los profesores de los colegios privados se jugaban el pavo de Navidad, o el jamón de junio, pasaban la mano. Más o menos como ahora, que como los profesores se juegan la masificación de las aulas, los absurdos planes de estudio, los sueldos cortos, las tareas largas, pues aprobado general. El aprobado general incluso se ha institucionalizado. Hemos conseguido unos cursos sin repetidores, porque aquí hay que cubrir estadísticas de población escolarizada y titulada, no calidad de enseñanza.

Por eso las reválidas estaban muy bien. Eran como la ITV de la enseñanza. Podías tener un 10 en Geografía en el colegio, pero, en la reválida, llegaba el terrible don Angel Bozal y te suspendía porque no sabías las tres gargantas que hay a la entrada de Viena. Que un guasón al que se lo preguntó don Angel respondió:

-- ¿A mano derecha o a mano izquierda conforme se entra?

Como no nos sabíamos las gargantas de Viena, o el credo nicenoconstantinopolitano cuando nos lo preguntaba don Francisco Alvarez Seisdedos, el Estado nos suspendía la reválida, y había que volver en septiembre. Nos suspendían en el Instituto. De ahí el prestigio del cuerpo de catedráticos de Instituto, ¿no, querido Vaz de Soto, no, respetado don Antonio Domínguez Ortiz? Los catedráticos de Instituto cumplimentaban el control de calidad de aquellos bachilleratos tan bien hechos, con todos sus avíos de Ciencias y de Letras. En el Instituto. Porque como entonces no era como ahora, que hay más institutos de segunda enseñanza que supermercados de Cobreros, uno en cada esquina, el aprobado de reválida te lo daba el prestigio del instituto de Córdoba, del instituto de Granada, del instituto de Huelva. Toda la provincia viajaba hasta la capital con sus provisiones de tila y de agua de azahar para examinarse de reválida.

Si dicen que la que está en el poder es una generación-tapón, que no cede el paso a los más jóvenes, no les quepa la menor duda: es porque tuvieron que aprobar la reválida. Y no como ahora, que, sin reválida, salen todos tituladísimos, pero en una enseñanza inválida y desvalida.

 

 


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