El Rey ha inaugurado el nuevo
seminario de Sevilla, pero parece que la fábrica de curas sigue estando en San Telmo. Me
explico. Cuando San Telmo era el seminario, aquello estaba abandonado, mugriento.
Cristales de las ventanas rotos, desconchados por la fachada, salones románticos
espléndidos convertidos en dormitorios cuarteleros. En la moda de las restauraciones y
rehabilitaciones que afortunadamente se impuso en los años 80 frente al anterior abandono
del patrimonio histórico-artístico andaluz, a Borbolla se le ocurrió poner la sede de
la Junta en aquel palacio que había sido la Escuela de Mareantes donde estudió Bécquer
y el escenario del romance de la Reina Mercedes, cuando los miembros de la Casa Real
Española no se casaban con quienes les daba la gana, sino como marcaba la tabla.En el
haber de la autonomía andaluza hay que anotar, apunta, nene, la rehabilitación,
restauración y reutilización de dos de los tres grandes edificios del catálogo de la
arquitectura civil sevillana. El primero fue la antigua Fábrica de Tabacos, restaurada y
reutilizada como Universidad durante la dictadura. Los dos siguientes, ya en plena
democracia y autonomía, la rehabilitación del Hospital de las Cinco Llagas para
Parlamento Andaluz y de San Telmo para la Presidencia de la Junta.
No tengo a mano la cifra de lo que se gastó la Junta en San Telmo, pero a ojo de buen
cubero lo podemos saber: un dineral. Me consta, porque lo vi con él a pie de obra, con
los albañiles todavía dentro, la ilusión que Guillermo Vázquez Consuegra puso en el
proyecto de rehabilitación. Aunque opinable en muchas cuestiones, fue un gran proyecto. Y
una gozosa realidad: un edificio cochambroso en manos de la Mitra pasó a relucir con la
Junta.
Sólo un tiempo. La fachada de San Telmo vuelve a estar exactamente igual que cuando
era seminario. Otra vez la cochambre, la mugre. Y es natural. Desde 1992 no le han dado ni
una mano de pintura. Es lo de siempre: gastamos millones y millones en restauración, pero
luego no se consigna en los presupuestos ni una peseta para conservar anualmente lo que se
ha restaurado con tanto bombo y platillo. Un edificio restaurado, de esta forma, se va
degradando poco a poco, hasta que acaba poco menos que como estaba. Pensado desde la
praxis política, tiene su lógica. Una restauración es algo que se puede anunciar,
incluir en las campañas, pregonar como realización, inaugurar. La conservación, por el
contrario, no vende políticamente, no se puede anunciar. No me imagino a Chaves
anunciando:
--Vamos a invertir cuarenta mil duritos en pegarle un blanqueo a la fachada de San
Telmo...
Eso no se puede poner en los triunfales letreros de los monumentos en restauración. Lo
que viste es poner: "Consejería de Cultura, Restauración del antiguo Convento de
las Hermanitas de la Tarjeta del Cortinglés. Presupuesto, 76.345.879 pesetas. Construye,
Amiguete S.A." Eso, dicen, da votos. Permite que alguien se haga una foto firmando el
proyecto, otra visitando las obras, otra inaugurándolas. Por el contrario, la
conservación no da votos. Viste poquísimo. A pesar de ello, estoy deseandito ver en la
fachada de San Telmo el cartelón que ponga: "Consejería de Presidencia,
Conservación y Pintura de la Fachada de San Telmo. Presupuesto, 245.879 pesetas.
Adjudicataria, Andaluza de Blanqueos y Encalados, S.A."