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Campo del Sur y Catedral de Cádiz |
No pudo Franco cargarse el Carnaval de Cádiz, que resistió a la
dictadura disfrazado de Fiestas Típicas, y, mira por donde, está a punto de cargárselo
Juan Antonio Guerrero, el concejal de Fiestas del PP... Hace falta echarle mucha
imaginación e incapacidad para armar el embrollo del (final de) siglo. La división en
dos mitades enfrentadas del concurso del Carnaval de Cádiz es como una Semana Santa
Alternativa en Sevilla, como una Feria Rebelde en Málaga. Tanto fue a la fuente el
cántaro ordenancista del dirigismo del Carnaval, que se rompió en un lavadero donde a la
luz de una vela y con goteras ensayaba su repertorio una chirigota.
El Carnaval gaditano no ha superado el
síndrome Fiestas Típicas y no han sabido adaptarlo plenamente a la libertad. Por mucho
que su recuperación democrática por Los Dedócratas sea ya un tópico, se ha cambiado la
cáscara, pero la almendra siguen siendo Fiestas Típicas. Más orden que caos. Lo
explico. El concurso sigue siendo el Falla de las Fiestas Típicas, con su jurado y sus
cajonazos, pero con el inconveniente de que en el palco de los hombres sin piedad ya no
está Bartolomé Llompart. La diosa del Carnaval ya no es hija de un ministro, sino de un
sordo de Astilleros, pero sigue siendo la Reina de las Fiestas Típicas. Su coronación es
la misma, aunque ahora le dicen Pregón del Carnaval y al mantenedor de la fiesta le
llaman pregonero. Las cabalgatas siguen siendo las mismas Cabalgatas de las Fiestas
Típicas. Las cenas del Anteojo son ahora las cenas de la Estación Marítima. Vicente del
Moral es Carlos Mariscal o este Juancojones de Guerrero. Pero lo más Fiestas Típicas del
Carnaval es el ordenancismo, el reglamentismo. Ahora hay más leyes represoras de la
libertad carnavalesca que cuando la dictadura. Antes se tenían que presentar las letras a
la censura; ahora, al jurado, ¿qué más da? Antes era obligatorio el pasodoble de elogio
a la Reina de las Fiestas y ahora dan millones por cantar a Andalucía y a su Junta, ¿no
es lo mismo? El orden y el reglamento se valoran más que el caos y la transgresión.
Ha faltado en el Ayuntamiento sensibilidad
para detectar este hartazgo de leyes y reglamentos y reconocer que Antonio Martín el año
pasado abrió una nueva etapa. Tras las ilegales, los rebeldes. Sí, ya sé, en el fondo
puede ser una cuestión de dinero. Peor todavía. El dinero es una forma como otra
cualquiera de perder la libertad del caos carnavalesco. Al Carnaval le sobran fundaciones,
juntas de gerencia, reglamentos, minutaciones, puntuaciones, retransmisiones. Con la
actual ordenación, probablemente no hubiera escrito Quirós, en plena dictadura, el Gaditana
de La Fantasía, ni Paco Alba su Vaporcito. Por eso el Ayuntamiento se
debería limitar a ofrecer la infraestructura, y que el Carnaval, sin regulación, se
autogestionara. Ni reglamentos ni gaitas de Los Bacalaos Escocíos. Ahí tienen ustedes el
escenario del Falla: 20 minutos para que hagan el Carnaval que quieran, como quieran. Un
popurrí de veinte minutos o 20 minutos de tangos enchampelaos por la falseta. ¿Los
premios? Al mejor. No hacen falta puntos. El público siempre sabe cuál es el mejor sin
necesidad de reglamentos.
La mejor denuncia contra todo esto fue la
de Antonio Martín el año pasado: "Ea, ahí os quedáis con vuestro concurso,
vuestros premios, vuestro mamoneo,con Juan Antonio, el otro y el de la moto." Lo más
triste es que para plantear esto ahora, le hayan tenido que meter al Ayuntamiento las
cabras en el Corralón de los Carros. Cabras que van disfrazadas de Caballo de Troya del
PSOE contra Teófila.
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