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Estamos
en el centenario del nacimiento de María Zambrano. Los que no
leyeron "Claros del bosque" seguirán sin leerlo, sin ver la
mirada de María Zambrano sobre el mundo. La filosofía, al fin y
al cabo, es un modo de mirar. Veremos una película sobre su vida
de exilio y soledad, y supongo que al final de todo, como en
tantas otras conmemoraciones centenarias, quedará apenas la
reiterada impresión de tópico. De todo
el centenario de María Zambrano el mejor homenaje no lo ha
organizado ninguna Academia ni facultad de Filosofía. Se lo
vienen dando hace años los gatos del cementerio de su pueblo, de
Vélez Málaga. María Zambrano era tres cosas: filósofa,
republicana y gatuna. Defendió a los gatos como defendió a la
República Española. Demostró su valentía en la defensa heroica
de los gatos. Tuvo que abandonar su casa de Roma y salir de
Italia tras la denuncia de un vecino fascista que odiaba a los
gatos, quizá porque en una vida anterior había sido ratón, como
dice el proverbio alemán. María Zambrano, tras salir desterrada
de España por republicana, tuvo que exiliarse nuevamente de
Italia por gatuna, y marchar a Suiza. Pasó de dar de comer a los
abandonados gatos proletarios de los barrios de Roma a cuidar
los orondos gatos capitalistas helvéticos.
María Zambrano, cuando en España recobró la
libertad hasta el gato, volvió su tierra y a su muerte fue
enterrada en su pueblo de Vélez-Málaga. En uno de esos hermosos
cementerios andaluces de cal y geranios, de silencio y mirto. En
esos cementerios suele haber gatos. Parece que están esperando
la reencarnación a pie de obra: a ver qué alma pillan, como el
gato que coge una cabeza de pescado para salir corriendo. Los
gatos del cementerio de Vélez-Málaga reencarnan la gloria del
pensamiento libre de María Zambrano. No están de acá para allá
por el camposanto, sino que todos los que hay viven sobre su
tumba. Generaciones enteras de gatunos han nacido y crecido
junto al mármol que cubre las cenizas pensativas. ¿Quién les ha
dicho que la señora que está en aquella tumba que han hecho su
casa los amaba? La magia de los gatos, junto a la magia del
pensamiento. Los gatos que María Zambrano defendió y cuidó en
vida le ofrecen ahora el homenaje de la permanencia en su tumba.
Ni la más heroica tumba de un soldado en Arlington tiene una
guardia de honor más honrosa que los gatos que con su magia y
hermosura velan a María Zambrano en su sepultura. Prueba de que
los gatos son mágicos. Al fin y al cabo, filósofos, colegas de
María Zambrano. Alguien, quizá una gata-diosa desde el antiguo
Egipto, ha dicho a los gatos malagueños que allí está la que
defendió la libertad que representaban y allí permanecen, en el
mejor homenaje de su centenario. En esta hora en que tan difícil
y arriesgado sigue siendo exponer el pensamiento, los gatos que
dan guardia a María Zambrano en su tumba quizá nos están
diciendo con la hermosura de su silencio que ellos, en cuanto
que no tienen que atenerse a la dictadura de lo políticamente
correcto, quizá sea los únicos que puedan filosofar en libertad.
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