A
ver si el primario Monteseirín, primate provincial, nos da la primicia de imprimir una
Guía del Rocío para Forasteros, como mandó a las prensas aquel vademécum de Semana
Santa a modo de aguja de marear sevillanas bullas. Porque veo a los que con tanta ilusión
se van a hacer el camino, aunque llueva y ventee y haga frío, y observo cómo han
cambiado las palabras del vocabulario rociero, porque ha evolucionado la realidad de la
romería, antes de que aquellos polvos de la incompetencia de la autoridad competente de
la Junta trajera estos lodos tóxicos que los de Asaja están cogiendo a puñaditos, como
Manolo Vázquez tomaba albero de cada plaza de la que se despedía, sólo que no es para
que Remedín Gago los ponga dentro de un catavinos en una estantería, sino para llevar a
los tribunales a media humanidad por crimen contra la misma.
Así que la carreta ahora se
llama carriola; la yunta de bueyes, tractor; el boyero, tractorista; el camino,
carretera... Pero sigue la misma ilusión, la misma voluntad de tradición, la misma fe
rociera, que esto de ser rociero es como ser macareno, ser bético, ser currista o ser de
la cadena SER, algo que imprime carácter. El tamboril sigue siendo el tamboril y la
medalla, medalla. Triana sigue siendo Triana y Gines, Gines, mientras Sevilla Sur o
Macarena se afirman en su ser. Es necesario que algo cambie en el Rocío para que todo
siga igual, y lo que sí que sigue igual es la devoción de los que acuden, que siempre
han sido la parte seria del espectáculo, que tiene su parte cómica en la charlotada de
los que vienen desde Madrid a pintar la mona en las ferias del Rocío vestidos en
plan Memorias de Africa, eso sí, con el catavinos colgado al cuello con su
correspondiente correíta de material.
Estamos en una reunión de
familia y la parte rociera del clan está como nuestra madre antaño cuando nos llevaba en
la batea de un camión para rezarle a la Blanca Paloma, azacaneo de canastos con la
comida, llamadas al que tiene que llevar dos orzas de costo a la carriola, niña, ¿te
llevas el capote portugués, que va a refrescar por las noches? Lo de siempre. Contra este
espíritu del Rocío no pueden ni todos los volcanes echando lava, y menos un río tóxico
salido de madre y convertido en desmadre por culpa de unos señores autotitulados
defensores de la modernidad y del progreso, que aquel día del desastre se fueron a los
toros como si aquí no hubiera pasado nada. Veo en los que se van, ilusionados como andan
en el camino, que contra ellos no hay nada que pueda. El espíritu de la vieja copla, como
cuando por la Cuesta de las Doblas se cayó aquel camión donde iba Marta la Saetera, que
fue el bautizo de sangre de la Hermandad del Rocío de la Macarena mucho antes de que se
fundara... Que llueva o que ventee...
Yo todo esto lo entiendo.
Aquí abajo no tienen que explicarnos esto. Que a pesar de la catástrofe, las carriolas
vayan por los caminos o por las carreteras. Aunque ahora haya que cambiar la letra de la
sevillana de Los Hermanos Reyes: "El que quiera ir al Rocío, que vaya por carretera,
no vaya a ser tan inconsciente de meterse en la leña de la marea tóxica..." Lo
entendemos. Es la filosofía del mal tiempo y la buena cara de los andaluces, nuestro
entendimiento de la alegría como una forma de resistencia contra la adversidad. Encima
que nos han matado un paisaje, ¿nos van a estropear también el Rocío? ¿Quién es
Boliden para acabar con la devoción a la Blanca Paloma? Si ni las guerras ni la invasión
de los franceses acabaron con la romería ¿cómo van a acabar con ella los suecos de la
marea o los incompetentes que tienen las competencias de la Junta? Lo malo es que esto no
lo entienden por ahí. Este año, más que nunca, el Rocío puede ser imagen de
Andalucía, pero imagen incomprendida. Tenían los rocieros que saltar la verja de los
medios de comunicación para explicar al resto de España lo que no saben o no quieren
comprender, para que no nos digan: "Hay que ver cómo sois los andaluces, ni el
desastre de Doñana ha podido acabar con vuestras ganas de juerga..."