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Me
anunciaba el otro día Jacobo Cortines en una cenita simpática
que dio Soledad Becerril que la Real
Academia Sevillana de Buenas Letras, que me honró un día
haciéndome numerario, tiene en cartera reforzar sus relaciones
con la Española, para que desde la calle Abades, tras oír
nuestra rica fonética y nuestra precisa gramática, salgan
hacia Madrid papeletas de andalucismos léxicos para las
adiciones al Diccionario. Le recordé a Cortines que esta tarea,
por su cuenta, ya la hizo don Manuel
Halcón en la Real Academia, donde ingresó con un
discurso sobre el campo andaluz y donde cada sesión siguió
defendiendo nuestra cultura. Halcón
no era lingüista, sino lo que se llamaba honrosamente labrador
(de ahí Círculo de Labradores), y escuchaba en el campo
lebrijano nuestras vivas palabras. Se iba a su casa de la plaza
de Cuba, cogía el DRAE y le ocurría lo que nos suele a todos
los que somos aficionados al habla andaluza: comprobaba que
aquellas voces andaluzas del campo lebrijano no estaban en el
Diccionario. Pero no se vayan a creer que fueran palabras raras
u olvidadas. Era, por ejemplo, la palabra
"cosechadora", que Halcón consiguió entrar en el
Diccionario, lo que me comentaba orgulloso ante media botellita
de La Ina y media ración de jamón en los divanes casi
parisinos de Los Corales.
Para cuando nuestra querida Academia aborde esa ayuda a la
Española, tengo una carretada de palabras que llevarles a mis
compañeros. Junto al DRAE tengo en la biblioteca el
"Vocabulario andaluz", y cuando miro una voz en el
Diccionario y no viene, la busco en la obra monumental de
Alcalá Venceslada. Y como tampoco venga, la anoto en la página
correspondiente del "Vocabulario". Lo tengo empetado
de gaditanismos, voces que por cierto no vienen en
ninguno de los dos. El último gaditanismo
léxico que he apuntado se lo he leído a Antonio Martín en
"Diario de Cádiz": "Los del jurado del Carnaval
se ponen jipatos de comer". Jipato es el que se ha
hartado tanto de comer que tiene hipo.
Pero mientras llevo o no llevo a la Academia de Buenas Letras
un copo caletero de plata quieta de gaditanismos, planteo aquí
una voz que me ha llamado la atención como aficionado a estas
cuestiones y quizá dialectólogo frustrado por culpa del
aburrimiento docente de la Filología Románica. La traigo para
ver si alguien me puede decir de dónde viene. La estoy oyendo
cada vez más. Es un rarísimo aumentativo ponderativo de casa,
que no es casona ni casón. Es casoplón. Todo el mundo
se ha hecho, se va a hacer o se está haciendo un casoplón:
-- No veas el casoplón que se ha hecho José María García
en Marbella...
-- Pues creo que Curro
se está haciendo también un casoplón bueno en Gines...
Es voz, sin duda, elegante, nada popular, a la que se le ve a
leguas la buena cuna de su origen. Es una palabra que hasta
huele bien, a señora importante. Se la he oído más a
marquesas de Sevilla (a Pepita Saltillo, muchísimo) que a
chirigoteros de Cádiz. No sé si es voz surgida en Andalucía,
la gran creadora de la lengua, o venida desde Madrid, porque, la
verdad, me huele un poquito a Puerta de Hierro, a La Moraleja.
Ahora, que para Moraleja, la que podemos sacar venturosamente
de esta divagación dialectológica, y es que el habla andaluza
está viva. ¡Viva!
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