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El Recuadro   

 El fútbol será sin goles

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


La falsedad, deporte sevillano

 
CUALQUIERA que piense en esos catalanes que se dedican a levantar torres humanas, donde ponen en todo lo alto a un niño chico, torres que, cumpliendo el refrán de que más altas han caído, se tambalean y bambolean en su tenguerengue y se pegan los gachós unos pellejazos de muerte al venirse abajo aquello...
Cualquiera que piense en esos vascos que se dedican a derrochar en asuntos absolutamente inútiles la fuerza de sus brazos como de Popeye y de sus morrillos como los que decía El Pali que se podía escribir en ellos El Quijote con la maja del gazpacho, ora levantando piedras, ora arrastrándolas, ora cortando troncos sin tener chimenea de casita adosada donde quemarlos, que es lo más ridículo...
Cualquiera que piense en esos gallegos que hacen lo mismo que los almonteños en la Saca de las Yeguas, pero más a lo bestia, cortándoles las crines y derribándolas como en herradero de becerros...
Cualquiera que piense en los montañeses jugando a sus bolos; o en los valencianos sanfermineando con sus Bous Al Carrer; o en los otros de Castilla pasando descalzos sobre las brasas de una inmensa copa de cisco picón, pero llevando encima a un tío a cabrito...
Cualquiera que piense en esos deportes populares de las Españas, puede creer que los sevillanos estamos en inferioridad de condiciones objetivas, que diría un brigadista del Lolo con intoxicación por mayonesa de marxismo con salmonelosis de la mangoleta. Puede creer que en Sevilla no hay deportes populares. ¡Y claro que los hay! Lo que pasa es que no nos damos cuenta. Por ejemplo, hay un deporte popular sevillanísimo, la Falsedad, que se practica aquí mucho más que la corta de troncos en las Vascongadas. Los vascos cortan la leña con el hacha y los sevillanos usamos la jacha para destruir, pero en un momento, los más firmes troncos de las famas y las honras ajenas. Jachear es nuestro deporte popular. Darle a la mojarra. Pero dentro de la más absoluta Falsedad, la clásica Ojana Sevillana. Que se basa en la Cobardía. Por ahí, lo lógico es que si tú no puedes ver a alguien, si largas tela de él, cuando te lo encuentres por la calle te cambies de acera...
-Pero si están dejando a Sevilla sin aceras...
Por eso mismo: porque aquí no hacen falta. Porque aquí nadie se cambia de acera cuando ve que viene a lo lejos ese tío al que no puede ver y al que acaba de poner como los trapos. Aquí no solamente no le vuelve la cara, o le niega el saludo, que sería lo razonable, sino que se detiene con él, la clásica paraíta sevillana, y tras pegarle el inmenso abrazo con puñalada por la espalda incluida, va y le dice:
-¿Cómo estás, monstruo? Ahora mismo acabamos de estar hablando de ti tomando café con unos amigos. Y les he dicho: «Hay que ver Manolo, que cada vez está más joven, qué bien se conserva, y además el dineral que está ganando con ese negocio que ha puesto; claro, como es tan listo...» ¡Cómo me alegro de que te vayan tan bien las cosas, Manolo!
Y Manolo, que no es de aquí, se va el hombre la mar de contento, creyendo que se ha encontrado con un gran amigo, cuando en verdad se ha tropezado con El Más Falso de Toda Sevilla.
-Eso es imposible...
-¿Por qué?
-Porque El Más Falso de Toda Sevilla es otro que conozco yo...
Por eso propongo que se acepte la Falsedad como animal de compañía del sevillano y, tras declararla Deporte Popular Oficial, organicemos campeonatos, controlados por la Real Federación de la Ojana Sevillana. Lo del Barsa y el Madrid iba a ser nada comparado con el derbi entre esos dos tíos tan falsos en los que está usted pensando. ¡Lo disputados que iban a estar los puestos de Chámpion en nuestra Liga de la Falsedad! ¿Y los puestos de Uefa? Ni te cuento. El Milán y el Liverpool son nada al lado de tanto campeón sevillano de la falsedad. Que te los encuentras por la calle y son tan falsos que lo menos que puedes pensar es que hayan ganado la Chámpion de este año. Vamos, que te crees que son de Tercera Regional y que juegan en un campo de albero: El Campo de la Verdad. Que está, claro, en Córdoba, no en Sevilla.
 
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