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El Recuadro   

 El fútbol será sin goles

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Oscar para Doña Teté y la Jequesa

 
CON su cara de boxeador de novela de Ignacio Aldecoa, Javier Bardem será candidato al Oscar por segunda vez. Verán que no caigo en el anglicanismo (que diría Carmen Calvo) de decir «nominado». El cine ha perdido todo su glamour. Rostro con mayor dureza y aristas más vivas, entre Juan Belmonte y César Vallejo, tenía Paco Rabal, y se fue para el otro mundo con sus versillos de trovero, pero sin la americana gloria. Claro, no todos los actores españoles escriben en el «Granma» castrista poniendo como no quieran dueñas a los americanos que luego los proponen como candidatos. Deben de ser las contradicciones neomarxistas del sistema que abomina del neoliberalismo: el escupitajo en la mano que te da de comer como norma de comportamiento. Que Javier Bardem largara fiesta en el diario de la dictadura cubana antes de trabajarse el Oscar es tan incoherente como si un artista que aspira a los Premios Príncipe de Asturias, semanas antes de su concesión se dedica a escribir que el queso de Cabrales sabe a perros muertos; y que no se explica que la gente tome carbayones de postre; y que en cuanto a la fabada, la odia hasta el punto de desearle el inmediato fallecimiento a la vieja pelleja a la que en el anuncio le comentan que está de muerte, abuela.
A quienes tenían que haber propuesto para el Oscar de la mejor interpretación secundaria, y dejarnos de cuentos de tanto niñato progre del «no a la guerra» con vida de millonario americano, era a dos pedazos de señoras que han aparecido por España recientemente, y que el séptimo arte no las mejora: Su Alteza Real e Imperial Doña Teresa de Orleáns y Braganza, vulgo la hermana de Don Pedriño, y Su Alteza Sheikha Mozah Bint Nasser Al-Missned, vulgo la Jequesa de Qatar.
Cuando enterraban en el manriqueño Escorial de la Marisma a S.A.R.e I. Don Pedro de Orleáns y Braganza, o luego, cuando S. M. el Rey asistía a sus funerales, presidía el duelo familiar una señora de una elegancia de tirarte de espaldas, que caminaba majestuosamente erguida sobre su bastón, más estético que estático, tocada con su velo de encajes buenos, buenos, buenos, blanca la piel, delicado el porte, alta la figura. Era la hermana del difunto Príncipe del Brasil, familiarmente conocida como Doña Teté. Viendo aquella majestad y gloria de la señora, le comenté a Isabel mi mujer:
—Vienen los americanos, Spielberg mismo, tienen que rodar la secuencia de un entierro regio en un pueblo de Andalucía con la estética de «El Gatopardo», buscan una actriz para la escena exequial, y no encuentran en todo Hollywood a ninguna que lo haga mejor que Doña Teté.
Llegó a oídos de Doña Teté mi comentario, y cuando tras el funeral presidido por S. M. sus sobrinos me instaron a que se lo repitiera a ella misma, una vez que lo oyó, desde la majestuosa venerabilidad de sus muchísimos años, me dijo, con el humor Orleáns puro de su simpatía:
—No lo había pensado, pero puedo dejar la carrera cinematográfica como uno de mis proyectos de futuro...
¿Y no hay nadie en Hollywood que le dé un Oscar de interpretación de sí misma a Doña Teté? ¡Qué injusticia! Como lo de la Jequesa. Llega a la cumbre de Madrid, con su fachón impresionante, con un estilazo que vale más que toda la colección completa del «Vogue» y del «Marie Claire» juntos, el bellezón de Mozah Bint Nasser Al-Missned, y encima con la magia así como de título de revista de Celia Gámez bien montada y costeada, «La jequesa catarí», y acaba en un momento con el cuadro demagógico de la Alianza de Civilizaciones. Y voy a lo mismo. Tienen en Hollywood que buscar a una actriz que haga de jequesa de Qatar en una película, con esa figura a pesar de haber tenido siete hijos, con esa elegancia no aprendida ni dictada por un modisto, y no encuentran quien represente el papel mejor que Mozah Bint Nasser Al-Missned. Y si encima, a la hora de hablar de los pobrecitos niños, en vez de organizar un puesto en El Rastrillo, va y tira de talonario y pone sobre la mesa cien millones de dólares, como éstos, pues es que ni te cuento.
Bueno, pues estos americanos son tan mamarrachos que van y para dar el premio de la mejor interpretación secundaria, proponen a un rojo de los billetes breves con cara de boxeador de novela de Ignacio Aldecoa. Teniendo ahí a Doña Teté y a la Jequesa de Qatar...
 
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