ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


El "Tengo miedo" del Aljarafe

 
EL próximo Miércoles, que se debe escribir con mayúscula en el almanaque sevillano porque es de Ceniza, se cumple el centenario del nacimiento del óptimo y máximo poeta popular español del siglo XX: Rafael de León. Quien tuvo muy mala puntería para nacer: en Sevilla, en la feligresía de La Magdalena, y en la misma acera de la calle San Pedro Mártir que Manuel Machado, el otro gran olvidado poeta popular. Porque de haber nacido en París, o en Nueva York, o en Málaga mismo, ¿se imaginan la que se habría formado con ese centenario? A Rafael de León, en su centenario, el Ayuntamiento de Sevilla le está obsequiando con la Medalla de Oro de la ciudad. ¿Saben ustedes cuál es esa medalla que Sevilla da a quienes se parten la cara por ella, la llevan en el corazón y no se les cae de los labios? Pues nada. Absolutamente nada. A Rafael de León, en su centenario, le da Sevilla la habitual Medalla de Oro del silencio, el olvido y el desprecio por parte del Ayuntamiento, el que motivó que se el poeta muriera con la pena de que el alcalde Luis Uruñuela no lo pudiera nombrar, como quería, Hijo Predilecto de su ciudad amada.
Que yo sepa, solamente el Ateneo celebrará ese día del centenario, con una conferencia de Sonia Hurtado Balbuena, que con su documentadísima tesis doctoral «La poesía popular de Rafael de León», publicada por la Fundación Unicaja, ha hecho la mayor contribución científica al conocimiento de la obra del patriarca de la canción y del verso. Ese Ministerio de Cultura que tanto festeja a los poetas oficiales del 27, sobre todo a los republicanotes, se olvida de los poetas monárquicos y populares de la misma generación, como Rafael de León. Coetáneo de Cernuda y Alberti, con una diferencia: que el pueblo entero se sabe de memoria sus romances de la Reina Mercedes o de La Otra, o sus sonetos del «azul de vena o mapa», por los que ha sido condenado al olvido por los talibanes y truchimanes de la cultura oficial, a la par que usado como fuente de ingresos por los actuales ganapanes progres de la copla, que lo despreciaron en vida.
Pero como la realidad andaluza se sigue acordando de su poeta, y sabe que en Sevilla hay una casa, y en la casa una ventana, y en la ventana una niña que está muerta (de miedo) no porque se la lleva el rio, sino porque puede entrar una banda de albanocosovares o rumanos, desvalijarla, atracarla, reventarle la caja fuerte y encima darle de propina dos puñaladas, pues los hechos sí que no se olvidan de Rafael de León el día de su centenario. Cuanto está ocurriendo en Simón Verde y en todas las urbanizaciones del Aljarafe, de Las Canteras a Villares Altos, de las Villas de Tablantes a Colina Blanca, es que la realidad sí se que está acordando de Rafael de León. Y con música de Juan Solano, su gran colaborador: «Miedo, tengo miedo».
Todo esto del Pánico en el Aljarafe (que parece el título de una novela de las que edita Rosa G. Perea en sus Jirones de Azul), no es más que el homenaje de la realidad a la obra de Rafael de León. La realidad tiene bastante más sensibilidad que el Ayuntamiento, la Consejería de Cultura y todas las instituciones nacionales y andaluzas que deberían haber declarado, por lo menos, el Año Rafael de León, como tuvimos el Año Lorca o el Año Juan Ramón. La realidad está reescribiendo en memoria de su letrista una canción memorable, con música de Solano: «Tengo miedo». La que cantaron El Príncipe Gitano, Bambino de Utrera, las grandes Juanita Reina o Rocío Jurado, y que bordó esa Ana Magnani con bata de cola que es Marifé de Triana, la entonan ahora todas las urbanizaciones, los adosados, los chalés, todas las casitas del Aljarafe entero. Los que tienen una casita aislada, adosada o incluso en urbanización cerrada cantan como homenaje a Rafael de León el «miedo, tengo miedo,/miedo de perderte», porque, como ocurre en todas las ciudades amenazadas por la importación de delincuentes internacionales que ha supuesto la barra libre a la inmigración, los del chalecito tienen miedo de perderlo, pues se están teniendo que buscar un piso para volver a Sevilla, donde no tienen que pasar las noches en vilo, temiendo que entren los asaltantes de una banda como las de Simón Verde. Que también es Rafael de León puro: Simón Verde como la albahaca, verde como el trigo verde del verde, verde limón. Un verde, verde, verde con brillo de faca que se le ha clavaito en el corazón al Aljarafe entero.
 
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