El nuevo deporte nacional español es el Prohibing. Con lo aficionados que somos a crear entidades raritas, observatorios, empresas públicas y centros de interpretación donde colocar amiguetes y paniaguiados con carné del partido, me extraña que no tengamos ya la Real Federación Española de Prohibing. Que daría mucho juego, con sus delegaciones regionales: Federación Andaluza de Prohibing, Federación Castellano-Manchega de Prohibing, Federación Asturiana de Prohibing. Este nuevo deporte nacional del Prohibing es justamente lo contrario del ideal de los sesentayochistas. Igual que hubo en España un espíritu del 98, y una poesía del 27, y una tragedia del 36, existió un ideal juvenil del 68, que tenía a mayo en el almanaque y a París en el mapa. Los sesentayochistas proclamaron su "Prohibido prohibir". Llegados al poder tales soñadores y devenidos en profesionales de la poltrona, cambiaron el lema: "Prohibido no prohibir". Ejercen el poder prohibiendo cosas. Se meten en nuestra vida privada. Son como aquella tía solterona que de niños no nos dejaba hacer lo que más nos gustaba. Lo regulan todo. Todo lo reglamentan. Y lo prohiben todo. Estamos llegando a un punto en que lo que no está prohibido pronto será obligatorio.

¿Quién nos prohibe casi todo? ¿La Unión Europea o nuestro Gobierno? Mitad y mitad. La Unión Europea es una Señorita Rottenmeier con muy malas pulgas que nos ordena la vida y nos prohibe todo lo que nos gusta. Debemos de estar a cinco minutos de que nos prohiban mojar pan en la salsa, por algo del agujero de ozono. Y lo que esta férrea institutriz alemana que es Fräulein Europa no nos prohibe, nos lo veda nuestro propio Gobierno. Casi siempre escudándose en una "directiva europea". Ay, las directivas... Las directivas antes eran en España simpatiquísimas: la directiva del Madrid, la directiva del Betis, la directiva del Club Pineda... Todos teníamos un amigo en la directiva que nos daba un pase para entrar de gañote en algo. Ahora las directivas dichosas nos prohibieron fumar en los bares, nos prohibieron llevar líquidos en el avión, nos prohibieron las bolsas de plástico en el supermercado, nos prohibieron bajar la basura antes de las 9, nos prohibieron las bombillas de filamento, nos prohibieron sacudir las alfombras por el balcón, nos prohibieron los toros en Cataluña, nos prohibieron los techos de uralita, nos prohibieron los termómetros de mercurio...

Y ahora, el aceite maravilloso de cooperativa de pueblo. Quedan prohibidas las aceiteras en los bares y restaurantes. Terminantemente. De momento queda fuera de la ley el que los profesionales de la hostelería llaman "convoy": las vinagreras. Arma de destrucción masiva la vinagrera, hay que destruirla como las de Sadam Husein. ¿Cuántos cientos de miles de vinagreras para el aceite se tendrán que tirar en los bares y restaurantes, por ilegales y rellenables? Y a cambio, las botellitas de sabe Dios qué mezcla de etiquetadísimo aceite, o las monodosis. Se meten ya hasta en el chorreón de aceite que quiero echarle a mi tostada, joé. Adiós al aceite de primera presión de almazara de pueblo en las alcuzas de los bares, con ese mollete calentito... "Andaluces de Jaén, aceituneros altivos, decidme en el alma quién": quién ha sido el carajote que ha prohibido en España las alcuzas.