ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


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ABC,  7 de diciembre de 2013
                                
Una tapia en El Postigo
 
  Sevilla humaniza a las imágenes de Cristo y de su Madre. Esta humanización de nuestras deidades familiares me suena a clara prueba de nuestra romanidad. Incluso con ese politeísmo encubierto que algunos encuentran con el Gran Poder y el Señor de Pasión, El Cachorro y el Cristo de los Estudiantes o las Tres Caídas de Triana y las Tres Caídas de San Isidoro. (Inciso cofradiero en diciembre, que es cuando tiene mérito hablar de Semana Santa, ¡en Cuaresma lo hace cualquiera! He citado las Tres Caídas a uno y otro lado del río. La Semana Santa de Triana es como un espejo de la de Sevilla, como una versión transguadalquivireña de cuando las cofradías no cruzaban el río. Como si las aguas del río fueran un espejo, la Esperanza Macarena se mira en la Esperanza de la calle donde bendita es su Pureza y eternamente lo sea, pues Triana se recrea en tan celestial Princesa. El Nazareno de La O es el Nazareno de la Primitiva cofradía de San Antonio Abad sin tío páseme usted el río, hasta en el carey de la cruz. Y así pueden ustedes mismos seguir viendo paralelismos a uno y otro lado del río, y armarlos ustedes mismos, como si fuera una mesita de noche de Ikea...)

Esta Sevilla que humaniza romanamente a sus imágenes, a la Pura y Limpia del Postigo le tiene puestos unos zarcillos que son igualitos, igualitos que los que, al lado, se ponía su humana vecina Juana Goiguru para despachar los mejores calentitos del orbe católico. Como tantas sevillanas, esta Divina Mujer del Postigo es chiquetita, pero muy proporcionada. Es para caer de rodillas ante Ella. Cosa que hizo el Papa que ahora va que escarba camino de los altares. Juan Pablo II, por obra de los milagros de la guasa de Sevilla, será el primer Santo que llegue a la corte celestial tras haber estado en el Infierno. En la Calle del Infierno, donde para beatificar a Sor Angela se puso antes a portagayola del Arco del Postigo, doblemente genuflexo, ante la Pura y Limpia. ¿Qué mejor coronación para una Virgen sevillana que a tierra los dos costeros por parejo de las dos rodillas de un Papa que va a ser "santo súbito"?

Tan humana es la Pura y Limpia de mi barrio que a la pobrecita mía, como a tantas sevillanas, me la han desahuciado. Por poco vienen los agentes judiciales para echarla de su capilla del Postigo del Aceite, cien gramos de Catedral muy bien despachados, hasta con cominito de campana de la Giralda. Como si no hubiera días en el año para arreglar la reja, se han puesto a repararla en estas fechas, con la mejor intención, para estuviera perfecta por la Purísima, y ya ven lo que pasó. Que aquello se vino abajo y, sin las viejas puertas de madera que conocimos los antiguos chiquillos del barrio, quedó con los cristales al aire, a pique de un repique no de la Giralda, sino de los rateros. Y desahuciaron a la Virgen, que todos los años se muda por estas fechas al convento de la Encarnación, vulgo de Santa Marta. Igual que los sevillanos se mudaban por el verano del piso alto a los bajos de las casas, la Pura y Limpia, cuando llega su día, se muda a la Encarnación, porque su casa es tan chica que no puede recibir en ella para la novena. Lo de la Pura y Limpia con la novena fuera de su casa es tan humano como esos sevillanos que convidan en un restaurante, porque su casa no está de recibo.

Hay una tapia en la capilla de la Pura y Limpia, con una puerta de cajón de obras. Una metáfora. Esa capilla tapiada nos dice que la Pura y Limpia, como tantos de sus hijos en apuros, está desahuciada. Anda en estos días como los que se quedan sin casa y se van con los parientes: de su capilla a la Encarnación, de la Encarnación a la Carretería, de la Carretería al Sagrario... Como tanta es la fuerza de la costumbre, me figuro que esta noche, tras la Salve de las tunas en la Plaza del Triunfo, a las 12, la gente irá, como todos los años, al Arco. Y se encontrarán en el Postigo con una capilla tapiada. Sevilla pura. Pura y Limpia Concepción de la Humanísima Virgen de Sevilla, tan humana como la zancada omnipotente de su Hijo, El que está en San Lorenzo.

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