-- Vaya racha que lleva usted... En vez de recordarle lo de los 20 concejales, 10, últimamente lo está elogiando más de la cuenta, como si lo hubieran nombrado a usted Agradador Mayor de la Ciudad.

-- No, ese puesto ya está cubierto por uno que yo me sé y que usted también se sabe...

No caerá, pues, esa breva. Descuide. En esta Casa de ABC aprendí una máxima que trato de cumplir. Es una máxima de Don Torcuato Luca de Tena, el fundador de ABC. Decía: "Reconocer el mérito donde quiera que se halle". Cosa que hago aunque se halle en el despacho del alcalde, donde Zoido ha firmado un enterramiento que, vamos, ni el de la hija de Juan Simón cantado por Angelillo.

El alcalde, como no hay un duro para continuar las excavaciones de los tíos que se pasan días y días dale que te pego a la jodida brochita, ha decidido enterrar hasta mejor momento los restos arqueológicos hallados en el Patio de Banderas. A mí me parece de lo más acertado. Esos restos han estado ahí abajo, enterrados, lo menos mil años y si se vuelven a sepultar pueden estar por lo menos otros dos mil más, hasta que haya dinero. Lo malo es que los dejen al aire libre, que hasta de ladrones de antigüedades hay riesgo. Acuérdense del mosaico romano de Baco que robaron en Itálica hace ya más de veinticinco años y que nunca apareció. Y acuérdense del abandono constante de los Mármoles del final de la calle Aire, siempre llenos de basura y anegados por charcos pestilentes.

Lo que no sé es por qué se comenzaron esas excavaciones en el Patio de Banderas, sin ninguna necesidad. Fue cosa del anterior alcalde, Monteseirín, y del anterior alcaide del Alcázar, Galindo. Dicen que encontraron no sé qué. Hasta la babucha de Al Motamid y la chilaba del Moro Juan se puede encontrar. Natural. Tú escarbas en Sevilla dos metros y te salen dos cosas con plena seguridad: agua, de un antiguo cauce del Tagarete o de la madre del Guadalquivir, y restos arqueológicos a puntapala. Y nunca mejor dicho a puntapala, que parece el nombre de un asesino etarra de los que suelta la Audiencia Nacional de tres en fondo: Pachi Apuntapala.

Mi aplauso, pues, a don Juan Ignacio por mandar enterrar esos restos. Demasiado tenemos con mantener los que hallaron bajo las Setas de la Encarnación. Si algo sobra en los almacenes del Museo Arqueológico son restos. Y falta racionalidad en el empleo del dinero público, que es el criterio que ha aplicado el alcalde. Más que preocuparse por excavar, conviene gastarse el dinero en mantener lo que Sevilla tiene aún en pie, pero en tenguerengue, en perri, a pique de un repique. De un "colapso", como llaman ahora los arquitectos a los hundimientos por ruina total. Vamos, como si a los edificios les diera un derrame cerebral o un infarto, que eso era popularmente el colapso de toda la vida. "Le ha dado un colapso y la ha palmado".

Mientras Santa Catalina esté cerrada y San Roque hundiéndose; mientras quede por restaurar y rehabilitar medio convento de Santa Clara, es un contradiós gastarse ni un euro en excavar en el Patio Banderas o donde sea. Más que por el suelo hay que preocuparse por el vuelo. Por mantener lo que tenemos en pie. ¿De qué nos vale excavar para encontrar en el Patio Banderas babuchas de los moros que no se quisieron ir mientras Santa Catalina sigue cerrado? ¿De qué nos vale escarbar allí para buscar la balanza de la justicia del Rey Don Pedro si se están cayendo las cubiertas de la Fábrica de Artillería? Y así todo. Así que muy bien enterrados esos restos, señor alcalde. Mejor enterrar tonterías que incinerar millones de euros en ellas, como hacían los de antes. ¡Que se noten esos 20 concejales, 20, joé!