ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


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ABC,  13 de enero de 2014
                                
 
¿Qué Sevilla vendemos?
 
 Volvemos de hacer un mandando en Munich a bordo de un avión de Vueling. Leo en la tableta el ABC de Sevilla que descargué al alba en el hotel, por Kiosko y Más. Y la jefa de la Casa Civil me dice:

-- Cuando termines de leer el periódico no dejes de ver el artículo sobre Sevilla que viene aquí en la revista del avión. No tiene desperdicio.

Y tomo del bolsillo del asiento delantero la revista de a bordo: "Ling". Y me pongo a leer "Dos días en Sevilla", con texto de Ana Moreno y dibujos de Juan Díaz-Faes. En efecto, no tiene desperdicio. Empieza diciendo: "Es verdad eso que dicen que cruzar el puente de Triana es como estar en otra ciudad. Cruzas el puente, llegas a la plaza del Altozano y en cuanto giras la calle, pum, el Callejón de la Inquisición. ¿Habrá sitio con nombre más guay?". De lo que se entera uno: que la Inquisición, pum, era guay... Y sigue el paseíto: "Hicimos una pausa obligatoria para tomarnos una caña en cualquier bar de la calle Betis. Desde que llegamos a Sevilla teníamos ganas de probar la tortilla de camarones, así que, ¿qué mejor combinación para la caña? Una rica y calentita ración de tortilla de camarones." Pues, hija, la tortilla de camarones tiene que ver con Sevilla aproximadamente lo que la Feria de Abril con Cádiz. ¿Quién le habrá dicho a esta señora que la tortillita de camarones de La Guapa o de la Venta Vargas es típica de Sevilla?

Sigamos con el recorrido por la carrera oficial del juego de los siete errores turísticos. De la calle Betis y de algo que no se toma en Sevilla, "una caña" (que aquí es "una cervecita"), a la verdadera Judería, la de San Bartolomé. Pero sin enterarse de nada. Puesta al día de don Próspero Merimèe: "En la calle Levíes visitamos sin falta La Carbonería, un local lleno de turistas y locales. Bailaron flamenco, bebimos cervezas y vino dulce, hubo cantaores, tertulias de bar... La verdad, no me extraña que esté lleno de turistas a todas horas, porque es un sitio obligatorio para visitar y pasarlo bien." ¡Ya lo creo! Yo es que no hay día que no vaya a La Carbonería, como hacemos todos los sevillanos. Obligatorio. ¡Hombre, por Dios! Ahora mismo, en cuanto termine este artículo, es que me voy flechado para La Carbonería a tomar vino dulce y a bailar flamenco...

Y la actualización de los viajeros románticos sigue erre que erre confundiendo a Sevilla con Cádiz. Tras buscar las gaditanas tortillitas de camarones, la señora va a por cañaíllas y ortiguillas (que son de San Fernando y de Sanlúcar de Barrameda): "Esa misma noche en la taberna del Góngora (sic) probamos dos platos típicos de Sevilla, las "cañaíllas" que son una especie de caracoles de mar con pinchos en su concha, pero tiernos y muy ricos de comer. Y las "ortiguillas", una especie de rebozado de algas y frito... mucho más rico de lo que pensábamos". Ojú. ¿Dónde está "la taberna del Góngora"? ¿Frente a la taberna del Quevedo? Y eso de que las cañaíllas y las ortiguillas son dos platos típicos de Sevilla... vamos a dejarlo. Además: es la vez primera que leo que las cañaíllas ¡están tiernas! ¿Tiernas? Si están más duras que la patumpaso... ¿O será que esta señora ha descubierto una nueva especie de cañaílla, la tierna cañaílla gongorina?

El día que descubra El Rinconcillo, o Casa Morales, o Casa Trifón, o la Bodega Salazar, o El Tremendo, o la freiduría de la Puertalacarne, o Mariscos Emilio no sé que va a ser de esta señora. Cuya visión de Sevilla habremos de rematar mañana, porque lo que ha escrito tiene un ver. No sin antes plantearme la cuestión de fondo: ¿esta es la Sevilla que estamos vendiendo, don Gregorio Serrano? ¿Esta es la que viene a ver el turismo, primera industria local? En vez de promocionar una Sevilla más falsa que los duros de Cobián y más equivocada que un armao en La Mortaja, ¿no sería mejor divulgar la verdadera Sevilla, la de los sevillanos y no la de los guiris? Los turistas vienen a ver la Sevilla de los guiris. Que a la vista está que no es Sevilla. Porque rima con ortiguilla y con cañaílla, y no con peina y mantilla. (Continuará).

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