Me pongo, pues, lo que sea a que usted no es capaz de decir el nombre de tres películas premiadas en los Oscar de este año. ¿Pero a que si ha visto varias veces el lance del Tío de la Pizza? Claro, como los Oscar se celebraban en pleno Carnaval, los peliculeros se acordaron de Cádiz y dijeron: si en Cádiz tienen al Tío de la Tiza que escribió "Los duros antiguos", ¿por qué nosotros no hemos de tener a nuestro Tío de la Pizza? Llamo Tío de la Pizza al actor cuyo nombre no sé, ni me importa, que como aquello se alargaba más de la cuenta, estaban caninos y los estómagos vacíos cantaban el "When the saints go marching in", cogió el teléfono móvil y llamó a la Telepizza, para pedir una. Pero de las grandes. Y ya vieron cómo, sin el menor glamour, se la comieron los tíos. Con las manos. Matizo. No se la comieron. La devoraron. Completamente caninos. De esmoquin, pero caninos. Lo que me inquieta es cómo pudo entrar en el teatro el repartidor de pizzas. En esos Estados Unidos donde para ir en avión te registran en Barajas hasta el tubo de pasta de dientes, los chavales de la pizza entran como Pedro por su casa por el sancta sanctorum de la Meca del Cine, y con la televisión mundial en directo. Así pasa luego lo que pasa.

De la escena en absoluto glamurosa de los peliculeros hartándose de pizza saco en consecuencia lo listos que son los italianos: en la tierra del MacDonald lo que se pide por teléfono no es una hamburguesa, sino una pizza. En vez de copiar a los americanos en los Oscar con los Goya que nos sudan la que rima, deberíamos quedarnos con esta parte del Tío de la Pizza: copiar a los italianos y crear la entrega a domicilio de nuestras comidas más tradicionales. ¿Por qué a casa sólo te traen pizzas? En Sevilla, donde hay imaginación y paladar, han cambiado las tornas, y un emprendedor ha inventado el Telepescaíto (@Telepescaito), que llamas por teléfono y te traen a casa como las balas el papelón de pescao frito calentito, con su adobo y su pescada. Y no de cualquier parte, sino de las tres mejores freidurías del orbe: de La Isla, de El Arenal y de la Freiduría Sevillana de la calle San Jacinto.

No sólo le hago la propaganda a Telepescaito, sino que me extraña que el I+D+I de la defensa hispánica ante la invasión americanizante de la telepizza italiana se quede en el pescao frito. En este punto no está todo el pescado vendido. A mí me encantaría que por las Españas los jóvenes emprendedores, al modo del Telepescaíto sevillano, crearan la Telefabada, y la Telepaella, y la Telempanada Gallega, y las Telemigas extremeñas, y el Telepisto manchego, y el Telefarinato salmantino, y el Telecochinillo segoviano, y las Telepapasarrugás canarias, y el Telemarmitaco vasco y el Telezarangollo murciano, y el Telecocidito madrileño repicando en la buhardilla. E incluso, con permiso de los señores separatistas, la Telescudella catalana. Nos queda, naturalmente, el marisco, la sabrosìsima frutería de mar de España. Sería posible, en efecto, crear el Telemarisco, con sus variantes del Telelangostino y la Telegamba, la Telecigala y la Telelangosta. Pero iba a a haber un problema telefónico importante. Las líneas iban a estar siempre colapsadas por las llamadas desde la UGT.