ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC,  17 de abril de 2014                  La Semana Santa en El Recuadro
                                
 
50 años de una saeta de Marta
 
Ha pasado ya la Ronda que todos los años pasa y el señor gobernador lleva la llave dorada de cerrar el monumento y de abrir la Madrugada. Hoy Sevilla está tranquila, bien sosegada y en calma, y va la Virgen del Valle recreándose en su marcha, y ya ha pasado Pasión sobre su paso de plata, y ha entrado La Quinta Angustia, que es Aero y Maestranza. Montensión está volviendo con los rosarios que cantan, en un ir de nazarenos y un venir de barriadas. Del río viene una brisa ya fría, de noche entrada. Y pasa el primer abrigo, que es la señal esperada: gente con cara de frío yendo a las de Madrugada, que no son de Jueves Santo con mantilla y peina baja, que son ya de rebequita y de ponerse la parca. Resucita en las tabernas el viejo olor del Cazalla y en todos los autobuses vuelve Triana a Triana. Tienes en este momento la vieja duda del alma: si el Jueves todavía o es Viernes de Madrugada. De la duda te han sacado las gentes, siempre te sacan: como un sueño va Sevilla que parece una riada por Trajano y la Alameda a buscar a la Esperanza, que la vida es eso mismo: ir buscando a la Esperanza. Ya rebosa la Cruz Verde con todo el tiempo que falta. Ya se oyen los tambores y las cornetas lejanas y aunque parecen tan cerca aún están por Resolana, frente a los Altos Colegios, frente a la torre achatada que ahora funde para el cielo sus Perdigones de plata.

Un cafelito te estira el tiempo, que el gozo aguarda, que el serrín de las tabernas es rito de madrugada, que de aquí salió el borracho aquel que el vaso tirara y que todavía lleva como leyenda en la cara. Y la cruz por calle Feria te das cuenta que ya avanza. Ya vienen las largas filas de nazarenos de capa, los morados capirotes de la Sentencia anunciada. Allá por Omnium Sanctorum esperan los de la plaza, más despiertos que ninguno, más orgullosos que nada; son señores de la noche de Barranco y cuartelada y ahora son emperadores de la Centuria Romana; se saben de la gandinga los nombres, cómo se llama el que lleva el capitán en cada fila que pasa, quién mueve cada plumero, quién lleva cada coraza. Por allí viene Pilatos, qué orgullo de palangana, nunca Roma fue más Roma que al hacerse sevillana, que César salió de armao al acabar las murallas y ensayaba muchas noches en Torre de Tía Tomasa con aquel compadre suyo, recovero de la plaza. Ya pasan, cómo dominan con lanzas y con espadas, y con andares toreros, vaya arte en las sandalias, y el racheo pinturero, y los plumeros que marcan "aires de Roma andaluza" al son que toca la marcha y redobla Pepe Hidalgo como una guerra en las Galias.

Después, un largo silencio, que siempre calla el que aguarda. Y coges la calle arriba, que nunca Feria es más Ancha, y por los Altos Colegios te acercas a Resolana. Y la Virgen no ha salido, lo sabes por cómo callan. El Arco dice latines desde el mármol de las lápidas cuando asoma por la puerta, luz en la noche, albahaca, sonrisa y pena, Sevilla... Quiero decir, la Esperanza. Suena la Marcha Real y hay un nudo en las gargantas, porque sabía Sevilla que pronto la coronaban. Y por si no lo sabía, lo está recordando Marta, del balcón del capiller ya canta la calle Parras:---

Adiós, Gitana bonita,
guapa que no cabe más,
qué ganas tiene Sevilla
de verte a Ti coroná...

A tu lado un nazareno lo ha estado oyendo con lágrimas: por dentro del capirote de sus ojos le brotaban. Rodríguez Buzón aquel nazareno se llamaba, el que sacaron a hombros el día que el pregón daba. Los dos calláis, que estas cosas no necesitan palabras. Y levantaron el paso, y otra vez el paso avanza, y ya pasaba la reja, la gente palmas tocaba. Y tú le dices a Antonio. "Ay, Antonio de mi alma, qué versos los que ha cantado en esa saeta Marta..." Y con sus ojos azules, Antonio empuña su vara y va y te coge del brazo, y en sus ojos ves las lágrimas, y va y te dice: "Son míos los versos, no digas nada..."

Hoy hace cincuenta años de la saeta de Marta.

 

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