ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC,  13  de julio de 2014                 
                                
 
Perros del verano
 
Entrar en una oficina y encontrarte allí a un perro simpático que te da la bienvenida con sus saltos y sus meneos de rabito, ese péndulo de la felicidad canina, es algo no muy habitual. Y tal me ocurrió la otra mañana, cuando fui a la oficina de mensajería del barrio para enviar un paquete. Hombre, a mí me gustaría muchísimo más en vez de esto de las mensajerías que no hubieran desaparecido los españolísimos cosarios de los pueblos, mucho más cercanos y personalizados, que eran como Seur, MRW y DHL, todo en una pieza.

La oficina a la que referirme quiero era concretamente de MRW, y el perro divertidísimo y cariñoso que me recibió no sé de qué raza. Era blanco y negro, con esa lotería tan divertida que tienen los perros blancos y negros, que cada ojo suele caerles en una zona de pelaje de distinto color. Sí, algo así como el perro de "The Artist", el que ganó un Oscar y acudió a recogerlo con su esmoquin y su corbata de lazo, y no como estos mugrientos actores españoles de la ceja que van a los Goya de camiseta negra sudada, de trapillo y oro. El perro que me recibió en MRW era parecido también a aquel sinvergonzón "Pancho" del anuncio de las Apuestas y Loterías del Estado, que su dueño lo mandanba a cobrar el boleto premiado y se largaba el tío con la tela al Caribe para pegarse la gran vidorra. Y era un perro joven, con la edad en la boca, lo que demostraban sus ganas de jugar. Lo llevaba una pareja joven. Ella nada más que hacía tirarle una y otra vez un peluche, que el perro recogía e inmediatamente devolvía a su dueña. El dueño, mientras, estaba rellenando unos papeles en el mostrador donde me puse a esperar turno para mi envío. Papeles entre los que vi el mismo documento oficial del Reino de España que tienen mis gatos: el pasaporte para mascotas. Eso de "menos papeles que una liebre" es sólo ya para liebres...

Y por lo que con la señorita del mostrador hablaba el joven que le mostraba el pasaporte perruno con todas las vacunaciones en regla supe que en realidad a nuestro simpático personaje canino lo llevaban para facturarlo. Sí, hay mensajerías que transportan animales de compañía. Y con el mismo celo con que en las compañías aéreas llevan las azafatas a los "menores no acompañados" que viajan solos con su acreditación y su billetes colgados el cuello.

¿Dónde viajaba solo el perro simpático que, a pesar de que seguro que mis ropas le olerían a gatos caseros, no dejaba de hacerme la rosca y de alzar juguetón sus dos patitas sobre mis rodillas? Creí lo que lo mandaban con unos familiares, porque la pareja propietaria se iba de vacaciones o de crucero. Nada así. El perro iba a su casa definitiva. Esa pareja lo había encontrado abandonado en una gasolinera. Solo, triste, denotando que no era un perro callejero, sino un cariñoso perro de piso o de chalé, dejado cruelmente a su suerte por unos humanos inhumanos. ¿Y por qué siempre los abandonan en las gasolineras? ¿Pensando que alguien con el corazón que ellos no tienen los recogerán? Así hicieron estos dos amantes de la animales. Pero como ya tienen tres perros en su pequeño apartamento, no les cabía este recogido y simpatiquísimo cuarto, al que bautizaron latina e imperialmente como "Nero". Lo anunciaron en Internet para ofrecerlo en acogida. Y desde Valladolid, al ver su linda carita de dos colores, se ofrecieron para adoptarlo. En la oficina de mensajería era el final feliz de la historia de "Nero". Ahora era entregado a sus transportistas para que en una jaula confortable y con todos los cuidados, llegara desde su abandono en Sevilla su casa definitiva de Valladolid, donde ya no lo abandonarán en una gasolinera. Ojalá todos los perros de España corrieran en estos días la suerte del simpático "Nero". O mejor todavía: ojalá no hubiera gente con tal mal corazón que para irse de vacaciones abandona a su perro en una gasolinera.

 

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